Todo lo que existe en el mundo tiene su melodía. Esto no significa que su existencia y su melodía estén disociadas. Por el contrario, la melodía es la existencia misma.
¿Por qué? Porque cada ser emerge de una luz infinita. Y a ella desea retornar, no para ser un objeto, sino para regresar a ser parte de la nada, reabsorbido por su fuente primigenia.
Sin embargo, cuando se acerca a la fuente, percibe su deseo de que vuelva a la existencia.
Y así sucesivamente, oscilando entre el ser y la nada, respondiendo al ritmo particular de cada cosa. Ese ritmo constituye un patrón, el cual varía según cada objeto y, por ende, constituye su melodía propia.
En la actualidad, esta teoría se conoce bajo el nombre de Teoría de las Cuerdas. Los profetas y el antiguo Séfer Ietzirá lo llaman “ida y retorno”. Es el secreto de la vida y de todo ser viviente. No hay nada en el mundo que no palpite, vibre y recorra su camino siguiendo un patrón de ondas diversas y ondulantes. Cada partícula de la vida tiene su melodía.
Del mismo modo en que el compositor está abocado a cada matiz de su composición, también el universo responde a esto. Ya sea una nébula o una supernova explosiva; o que se trate de una hormiga, un microbio o una partícula subatómica que flota dentro y fuera de la existencia antes de ser detectada por ningún laboratorio, en todos ellos se encuentra la sabiduría infinita y la belleza de su infinito compositor.
Cuánto más aún deberá encontrarse en la totalidad de los trillones de trillones de partes, todas en perfecta armonía y contrapunto, tocando el instrumento único e irremplazable que le fue asignado a cada una de ellas, en una sola gran sinfonía.
Así se comportan las cosas en el mundo espiritual superior. En nuestro mundo, las partes no están en sintonía. En el mundo superior, la luz de la sabiduría crea una armonía entre las todas las partes. Nuestro mundo nos espera, a cada uno de nosotros, para que encontremos nuestra armonía interior.
Una vez que esto pase, el mundo responderá con una sinfonía que deslumbrará todas las demás cosas. Porque en el mundo superior, el compositor solo sueña con su música. Nuestro mundo es un mundo de acción. En él, todo se convierte en realidad.
Creemos armonía, en el hogar, en el trabajo, en todo el mundo que nos circunda. Creemos maravillas.
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