Algunos días antes de Purim en 1993, la yeshivá de Jabad Lubavitch de Miami Beach recibió una llamada bastante usual. Se trataba de un hombre mayor que sabía que no podría ir a la sinagoga para escuchar la Meguilá (El libro de Ester) y quería saber si alguien podría acercarse a su residencia para recitarla.
Jaim Schapiro, un alumno de la yeshivá, fue designado para ir a leer la Meguilá a la casa del hombre mayor. Cuando llegó a la residencia se encontró con David Bezborodko, un hombre mayor, en silla de ruedas, con una barba blanca bastante tupida. Schapiro leyó la Meguilá con mucho gusto y cuando se dispuso a irse, el señor Bezborodko le preguntó si era un jasid de Jabad. Cuando Jaim asintió con la cabeza, el hombre le confesó que él conocía al rebe, Rabi Menajem Mendel Schneerson, de bendita memoria, de cuando ambos habían pasado un tiempo en Francia.
Al año siguiente, Jaim se mudó a Nueva York para estudiar. “Me había olvidado por completo de ese hecho”, dijo Rabi Jaim Schapiro. “Luego del fallecimiento del rebe en 1994, algunos de nosotros comenzamos a recopilar información acerca de su vida. Así fue como un día encontré una carta que el rebe le había escrito al señor Bezborodko a principio de 1950. En ese momento recordé esa historia y decidí que tenía que encontrarlo nuevamente para documentar los acontecimientos que me había relatado aquella vez”.
Jaim rastreó al hombre y finalmente pudo hablar con él acerca de su amistad con el rebe. Lo particular de la historia del señor Bezborodko es que proviene de una persona que asistió a clases de ciencia con el rebe.
Él se describía como un mitnagued, un opositor del jasidismo, y había conocido al rebe en 1937. Aunque con palabras comprensiblemente moderadas, habló acerca de la genialidad del rebe, su adhesión religiosa y su refinamiento con relación a temas superlativos. Poco tiempo después de haber prestado su testimonio al seminarista Eliezer Zaklikowsky y al equipo de filmación en 1998, falleció.
Comentarios sobre la invención del vidrio.
Nacido en 1901, a los treinta años, el señor Bezborodko era un prominente inventor en el campo del vidrio. Procedente de Rusia, su familia controlaba una serie de fábricas de vidrio a lo largo de Europa Oriental, mientras él se desempeñaba como vendedor, viajando a lo largo y ancho del continente en pos del negocio familiar.
A fines de sus treinta, el Rebe estaba viviendo en París, estudiando matemática avanzada e ingeniería mecánica en la École Spéciale des Travaux Publics y en la Sorbonne, al mismo tiempo que estudiaba Torá. También trabajaba para su suegro, el sexto rebe de Lubavitch, el rabi Iosef Itzjak Schneersohn, de bendita memoria, y se encargaba de cuestiones financieras correspondientes a las redes de conexiones subterráneas de las instituciones judías en Rusia.
Como miembro del club de científicos locales, el Rebe y el señor Bezborodko, entraron en contacto con relación a varios temas.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, el señor Bezborodko y su esposa huyeron con el Rebe y la rebetzin Jaia Mushka Schneerson hacia Vichy y luego a Niza.
“Yo estaba trabajando en procesos para pulir vidrio”, dijo Bezborodko con un fuerte acento francés. “Después de 20 años de labor, conseguí reducir el trabajo de cuatro horas a tan solo quince minutos. Por suerte pude terminar de escribir mi trabajo poco tiempo antes de que comenzara la guerra”.
El especialista en vidrios, quien en 1942 inventó una máquina automática para hacer espejos y luego fundó la Mechanical Mirror Works en Nueva York, le contó al Rebe acerca de su texto. El rebe le solicitó una copia de su obra.
“Le entregué la copia”, relata Bezborodko. “Al día siguiente nos encontramos y me hizo dos comentarios al respecto. Uno de sus comentarios tenía que ver con un tema en el que yo venía pensando hacía mucho tiempo y para el cual no podía encontrar una solución”.
El rebe encontró la solución al problema, permitiéndole al señor Bezborodko llevar su teoría a la práctica.
En palabras del señor Bezborodko: “me di cuenta de que el hombre poseía una mente fuera de lo común”.
Más allá de la Ley judía.
Cierta vez, el señor Bezborodko realizó un viaje de negocios a Suiza y, a pedido de la rebetzin, trajo de vuelta 21 porciones de matzá shmurá hechas a mano por la familia Schmerling.
La rebetzin le dijo al hombre: “veil di matzos vos m'bakt (las matzot que hornean) en Niza, él no las comerá”.
En aquel momento, Bezborodko apreciaba la rigurosidad del Rebe en la observancia de las prácticas judías, incluso en circunstancias poco usuales, y que fuera más allá de lo que explícitamente indicaba la ley. Durante el invierno había visto al Rebe pelando nueces para usar en Pésaj.
“Se está preparando para Pésaj”, le comentó la rebetzin, a propósito de las nueces. “Esto es lo que comerá”.
También durante la entrevista, el señor Bezborodko mencionó cómo la rebetzin se esmeraba por cumplir con las leyes incluso más allá de lo que estrictamente correspondía.
Pero fue otro encuentro relacionado con la ciencia el que quedo grabado a fuego en la memoria del señor Bezborodko.
“Hubo un encuentro que jamás podré olvidar”, dijo. “Éramos miembros del Club du Faubourg, un club para científicos. Y el rebe escribió un artículo cuya fecha figuraba según el calendario hebreo [en francés] como 5698 de la création du monde”.
Los miembros del club le enviaron una carta al rebe preguntándole: “¿Cómo puede un científico del siglo XX decir que el mundo solo existe desde hace 5000 años?”, relata Bezborodko. Los miembros le exigieron que explicara su punto de vista por escrito o en la siguiente reunión.
El rebe concurrió a la siguiente reunión. “Su discurso se extendió durante dos horas”, dijo el señor Bezborodko. “Recuerdo que al final todos se pusieron de pie para aplaudirlo”.
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