Este es uno de los grandes misterios de la Torá. Al llegar a Kadesh, el pueblo se queda sin agua. Protestan a Moshé y Aarón. Los dos líderes se dirigen a la Tienda del Encuentro y allí Di-s les dice que lleven el bastón y le hablen a la roca, y el agua brotará.

El comportamiento posterior de Moshé es extraordinario. Él toma el bastón. Aarón y Moshé reúnen al pueblo. Luego Moshé dice: “¡Escuchen, rebeldes! ¿Podemos hacer que brote agua de esta roca?” Luego, “Moshé alzó la mano y golpeó la roca dos veces con el bastón”.1

Este fue el comportamiento que les costó a ambos la oportunidad de guiar al pueblo a través del Jordán hacia la Tierra Prometida. “Por no haber confiado lo suficiente en mí para que yo manifestara mi santidad ante los israelitas, les aseguro que no llevarán a este pueblo hasta la tierra que les he dado”.2

Los comentaristas no están de acuerdo acerca de cuál aspecto del comportamiento de Moshé estuvo mal: ¿Su enojo? ¿El acto de golpear la roca en vez de hablarle? ¿Implicar que eran Aarón y él, y no Di-s, quienes hacían brotar agua de la roca? Argumenté, en un escrito previo, que Moshé no pecó ni fue castigado. Simplemente actuó como lo hizo casi cuarenta años antes, cuando Di-s le dijo que golpeara la roca,3 y así demostró que aunque él era el líder indicado para el pueblo que había sido esclavo en Egipto, no era el líder para sus hijos, que habían nacido en libertad y conquistarían la tierra.

Esta vez, sin embargo, quiero plantear una pregunta diferente. ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué Moshé falló esta prueba en particular? Después de todo, había estado ya dos veces en una situación similar. Luego de salir del mar Rojo el pueblo había caminado durante tres días sin encontrar agua. Luego encontraron agua, pero era amarga y protestaron. Di-s le mostró a Moisés como volver el agua dulce.4

Al llegar a Refidim nuevamente el pueblo no tenía agua para beber y protestaron. Desesperado, Moshé le dijo a Di-s: “¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?”. Di-s, pacientemente, le indica lo que debe hacer, y el agua brota de la roca.5

Moshé, por lo tanto, había superado con éxito dos desafíos similares en el pasado. ¿Por qué en esta tercera ocasión perdió el control emocional? ¿Qué fue diferente?

La respuesta está explícita en el texto, pero de una manera tan discreta que no logramos entender su importancia. Aquí está:

En el primer mes, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Zin, y el pueblo se estableció en Kadesh. Allí murió y fue enterrada Miriam.6

Inmediatamente después leemos: “Cómo la comunidad no tenía agua, se produjo un amotinamiento contra Moshé y Aarón”. Un famoso pasaje del Talmud7 explica que fue mérito de Miriam que los Israelitas tuvieran un pozo de agua que milagrosamente los acompañara a lo largo de sus viajes por el desierto. Cuando Miriam murió, el agua cesó. Esta interpretación lee la secuencia de acontecimientos de una forma simple y sobrenatural. Miriam murió. Entonces, no había agua. De esto podemos inferir que hasta ese entonces había agua porque Miriam estaba viva. Era un milagro en su mérito.

Sin embargo, hay otra forma de interpretar el pasaje, natural y psicológicamente. La conexión entre la muerte de Miriam y los sucesos que acontecieron luego tuvo más que ver con la respuesta de Moshé a las quejas de los Israelitas que con un pozo milagroso.

Esta fue la primera prueba que tuvo que enfrentar como líder del pueblo sin la presencia de su hermana. Recordemos quién era Miriam para Moshé. Ella era su hermana mayor, la mayor de sus hermanos. Había velado por su destino cuando lo encontró flotando Nilo abajo en una canasta. Ella tuvo la claridad mental y la audacia para hablar con la hija del faraón y acordar que el niño fuera cuidado por una mujer israelita, es decir, por la misma madre de Moshé, Iojeved. Sin Miriam, Moshé podría haber crecido sin saber quién era ni a qué pueblo pertenecía.

Está claro que ella jugó un papel protagónico.

Miriam es una figura secundaria durante gran parte de la historia. La vemos guiando el canto de las mujeres en el Mar Rojo, por lo cual es claro que, al igual que Aarón, jugaba un papel principal. Comenzamos a entender cuánto significaba Miriam para Moshé cuando, en un fragmento bastante oscuro del relato, Miriam y Aarón “se pusieron a murmurar contra Moshé a causa de la mujer cusita con la que se había casado. Moshé, en efecto, se había casado con una mujer de Cus”.8 No sabemos con exactitud cuál era la cuestión, pero sí sabemos que Miriam contrajo lepra. Aarón acudió impotente a Moshé y le pidió que interviniera en su nombre, lo que hizo con elocuencia en la plegaria más corta que se conozca (cinco palabras hebreas): “Por favor, Di-s, cúrala ahora”. Moshé aún la quiere mucho, a pesar de sus palabras negativas.

Solo en la parashá de esta semana comenzamos a comprender el sentido de su influencia, y esto solo por deducción. Por primera vez Moshé enfrenta una prueba sin ella, y por primera vez pierde el control emocional frente al pueblo. Este es uno de los efectos del duelo, y aquellos que los han padecido suelen decir que la pérdida de un hermano es más difícil de sobrellevar que la pérdida de un padre. La pérdida de un padre es parte del orden natural de la vida. La pérdida de un hermano puede ser menos esperada y mucho más desconcertante. Miriam no era cualquier hermana. Moshé le debía a ella su relación con su familia biológica, así como también su identidad como uno de los hijos de Israel.

Es un cliché decir que el liderazgo es una tarea solitaria. Pero al mismo tiempo ningún líder puede sobrevivir solo. Itró le dijo esto a Moshé muchos años antes. Al verlo guiar al pueblo, dijo: "Así quedarán completamente agotados, tú y toda esa gente que está contigo. Esa tarea es demasiado pesada para ti, y tú solo no puedes realizarla".9 Un líder necesita tres tipos de apoyo: (1) aliados que peleen a su lado, (2) tropas o un equipo al que poder delegar funciones, y (3) un alma o almas gemelas en quienes poder confiar sus dudas y temores, que escuchen sin otra intención que brindar apoyo con su presencia, y que le brinden el valor, confianza y la resiliencia para continuar.

Al haber conocido a través de amistades personales a muchos líderes de muchos campos, puedo decir con certeza que es falso asumir que las personas en posiciones de alto liderazgo son poco sensibles. La mayoría de las que conozco no lo son. A menudo son altamente vulnerables. Pueden sufrir de grandes dudas e incertidumbres. Saben que un líder debe elegir, con frecuencia, entre dos males, y nunca se sabe de antemano cómo resultará la decisión tomada. A los líderes les puede herir la crítica y la traición de aquellos a quienes consideraban sus amigos. Porque son líderes, no suelen mostrar signos de debilidad ante la gente. Deben proyectar una certeza y confianza que no sienten. Pero Ronald Heifetz y Marty Linsky, expertos en liderazgo de Harvard, están en lo cierto al afirmar: “La cruda verdad es que no es posible experimentar las recompensas y el gozo del liderazgo sin experimentar su dolor también”.10

Los líderes necesitan confidentes, personas que “te digan aquello que no quieres escuchar y que no puedes escuchar de nadie más, personas en las que se puede confiar sin que las revelaciones se vuelquen en el espacio laboral”. A un confidente le importa más la persona que los problemas en sí. Te levanta el espíritu cuando hace falta y te trae gentilmente a la realidad cuando estás en peligro de autocomplacerte. Heifetz y Linsky escriben: “Casi todas las personas que conocemos con experiencias difíciles de liderazgo se han apoyado en un confidente para poder avanzar”.11

Maimónides, en su Comentario a la Mishná12 cuenta esto como uno de los cuatro tipos de amistad. Lo llama la “amistad de confianza” [javer habitajon] y la describe como el hecho de tener a alguien en quien “uno confía absolutamente y con quien uno puede ser completamente abierto y vulnerable”, sin ocultar las buenas ni las malas noticias, sabiendo que la otra persona no tomará ventaja de las confidencias compartidas, ni las compartirá con otros.

Una lectura detenida de este famoso episodio en el contexto de la niñez de Moshé sugiere que Miriam era su “amiga de confianza”, su confidente, la fuente de su estabilidad emocional; y que cuando ella ya no estuvo allí, él no pudo lidiar con las crisis como lo había hecho hasta entonces.

Aquellos que son una fuente de fortaleza para otros necesitan su propia fuente de fortaleza. La Torá es explícita en decirnos qué tan a menudo esa fuente de fortaleza para Moshé era Di-s. Pero aun él necesitaba de un amigo humano, y parece, por lo que podemos inferir, que se trataba de Miriam. Una líder en sí misma, ella también era una de las fuentes de fortaleza para su hermano.

Aun los mejores no pueden liderar solos.