Pregunta:

Mi madre era protestante. Mi padre era católico, pero su madre era judía. Mi familia sobrevivió al Holocausto en Europa con mucho esfuerzo.

Sé que por tradición, y conforme a la ley judía, no soy judío, pero siento que estoy más que preparado para serlo. He leído libros sobre judaísmo, apoyo a Israel y hasta hice mi bar mitzvá. Lo peor de todo es que aquellos que me dicen que no soy judío son rabinos. Dicen que debería convertirme al judaísmo. Sin embargo, no logro entender por qué lo dicen. Mi familia sobrevivió a la peor atrocidad de la historia del pueblo judío. ¿Cómo es posible que tenga que convertirme si siento que ya soy judío?

Respuesta:

En el Israel bíblico, todo ciudadano tenía derecho sobre la tierra. Si eras descendiente de una de las doce tribus, tenías derecho a tu parcela. Si la vendías, volvía a pertenecerte a ti o a tu descendencia en el año del jubileo, que acontecía cada 50 años. Existía un arraigo a la tierra. Y la tierra, en cierta forma, estaba arraigada a las personas. La herencia de la tierra se transmitía por linaje paterno, al igual que la pertenencia a las tribus.

Esta referencia resulta pertinente, ya que, conforme a la ley de la Torá, existe una relación bastante similar entre la Torá y los judíos, entre los judíos y su judaísmo. Un judío puede abandonar la Torá, pero la Torá nunca lo abandona a él. Tarde o temprano retornará. Y si no lo hace, entonces serán sus hijos quienes decidan retornar. Y si no son sus hijos, serán los hijos de sus hijos. Del mismo modo, un judío puede creer que ha abandonado su judaísmo y sin embargo siempre seguirá siendo judío, al igual que sus hijos y los hijos de sus hijos.

Existen dos distinciones, sin embargo, entre la relación de un judío respecto de la tierra y la relación de un judío con la Torá y su judaísmo. La primera consiste en que es posible vender la parcela de tierra (a pesar de que retornará al patrimonio, por un determinado período de tiempo se la habrá enajenado). La Torá y el judaísmo, por el otro lado, no están a la venta. Sin importar cuánto lo intente un judío, nunca podrá deshacerse de ellos.

La otra diferencia radica en que el judaísmo –y por ende, la relación con la Torá– no es patrilineal, sino matrilineal. Quizás ambas distinciones estén relacionadas en algún punto: el linaje materno tiene raíces más profundas con relación a quiénes somos, y dicha esencia es algo que no solo siempre retorna, sino que nunca puede abandonarse.

A pesar de todo esto, el hijo cuyo padre se casó fuera de la religión también puede reclamar la herencia de su padre. Su desafío será mayor que el de aquel cuya madre lo convirtió automáticamente en miembro del pueblo judío. En ese caso, depende de él decidir si desea asumir el compromiso de unirse al pueblo de su padre y cumplir con las obligaciones que la Torá le encomienda. Debe circuncidarse y sumergirse en la mikve ante un beit din calificado.

Si ese es el camino que deseas emprender, estoy dispuesto a asistirte en todo lo que me sea posible de acuerdo con mis capacidades. De no ser así, será bueno tenerte como amigo del pueblo judío. Los justos de la humanidad, sin importar de qué familia, tribu o pueblo provengan, tiene su lugar en el mundo venidero.