Parashá Vaieshev1

El granjero Brown consideró que las heridas que había sufrido eran lo suficientemente serias como para demandar a la compañía de transportes responsable del accidente. En la corte, el engreído abogado de la empresa cuestionó a Brown: “¿Acaso no dijo usted ‘estoy bien’ en la escena del accidente?”.

“Le diré lo que pasó –dijo el granjero Brown–. Acababa de cargar a Bessie, mi mula favorita, en el…”.

El abogado lo interrumpió y dijo: “Señor juez, trato de que nos pongamos de acuerdo sobre el hecho de que, en la escena del accidente, este señor le dijo que estaba bien al oficial de la Patrulla de Caminos que se encontraba en la escena. Ahora, muchas semanas después del hecho, pretende demanandar a mi cliente. Creo que se trata de un fraude. Por favor, dígale que se limite a responder la pregunta”.

“Permitiré que el testigo responda del modo en que le sea más cómodo –dijo el juez–. Puede continuar”.

“Como estaba diciendo –continuó el granjero Brown–, acababa de cargar a Bessie, mi mula favorita, en el trailer y conducía por la autopista cuando un enorme camión pasó la señal de pare y me chocó de costado. Yo caí en una zanja, y Bessie, en la otra. Me dolía muchísimo y no me quería mover. Sin embargo, podía oír a la vieja Bessie llorar y quejarse. Solo por sus quejidos, sabía que estaba en un estado terrible. Después vino el oficial. Oyó los quejidos de Bessie, así que se acercó a ella. Después de darle una mirada, sacó el arma y le disparó. Después cruzó el camino y se acercó hasta mí, que estaba tendido en la zanja, y me dijo: “Su mula estaba tan mal que tuve que dispararle. ¿Cómo se siente usted?”. Entonces dije: “¡ESTOY BIEN!”.

* * *

La lectura de la Torá de esta semana, “Vaieshev”, viene en un momento interesante. Acabamos de celebrar el 19 de kislev, el Rosh Hashaná de la jasidut, y estamos por celebrar Januca. ¿Cuál es el mensaje común de a) “Vaieshev”, b) el 19 de kislev, y c) Januca?

Bien, uno es el poder de las pequeñas cosas. Pero para entenderlo, escuchemos primero una historia que sucedió tan solo hace unos años.

En Argentina había un matadero casher que abría todos los días a las cinco de la mañana y cerraba a las seis de la tarde. Una noche, finalizado el trabajo, los shojtim (matarifes rituales) se reunieron frente a la puerta de salida de aquel gran edificio industrial a la espera de que el guardia la abriera. Pero el guardia, Pedro, no quería abrirla. Ninguno de los shojtim hablaba fluido el castellano, pero entendieron que Pedro insistía en que quedaba un rabino en el edificio. Pedro no iba a cerrar el lugar hasta el día siguiente si ese rabino no aparecía.

¿Quién faltaba? Había unos veinte shojtim, venidos de diferentes lugaes. Nadie sabía quién era el ausente, pero se contaron y no hubo dudas de que faltaba uno. Pedro tenía razón, así que volvieron a buscarlo. Encontraron al shojet faltante dentro de una gran cámara frigorífica, caído en el suelo, rodando para tratar de mantener el calor. De alguna manera había quedado encerrado allí, y no habría habido forma de que sobreviviese toda la noche en esas condiciones. Pedro le había salvado la vida.

Los shojtim quedaron impactados. ¿Cómo es que Pedro se había dado cuenta de que faltaba uno de ellos y ellos no? Es fácil que se pierda uno de un grupo de veinte, en especial si para alguien de afuera todos son parecidos.

Pedro dijo: “Este rabino siempre me dice ‘buenos días’ cuando llega y ‘buenas noches’ cuando se va. Casi nadie más me presta atención. Soy un simple guardia. Pero este rabino me habla. Por eso sabía que había llegado a la mañana… y por eso sabía que no se había ido”.

Compañeros de celda

Uno podría decir que cuando encarcelaron a Iosef, ese fue el punto más bajo de su vida. Había sido atacado por sus hermanos casi hasta la muerte, vendido como esclavo, luego acusado con cargos falsos, y entonces enviado a prisión a sentarse en una mazmorra durante el resto de su vida.

Uno puede imaginar los pensamientos que podrían recorrer la mente de una persona en esa situación: pena de sí mismo, resentimiento, desesperanza.

Y sin embargo, ¿qué sucede? Al mismo tiempo que encarcelan a Iosef, encarcelan a otros dos casos de alto perfil. El copero mayor y el panadero principal caen presos en la misma mazmorra. Iosef los ve y los saluda.

“¿Por qué llevan el rostro tan abatido el día de hoy?”.2

Es muy improbable que este diálogo haya tenido lugar. Primero que todo, porque, como se dijo recién, uno creería que en este punto una persona estaría consumida por sus propias preocupaciones. ¿Qué podrían importarle los problemas de los demás?

Pero en segundo lugar, recordemos cómo fue que Iosef fue enviado a prisión. Fue su amo, Potifar, el guardaespaldas principal del faraón, quien lo llevó allí. Ahora llegaban el copero mayor y el panadero principal del faraón, colegas del hombre que lo había puesto en prisión. Iosef bien pudo tenerles rencor solo por ser parte de la estructura de poder que lo había encarcelado.

Y tercero, ¿qué clase de pregunta es esa para alguien que acaba de caer preso? “¿Por qué te ves tan deprimido?” “¿Por qué? Porque acabo de caer en prisión. Tal vez por eso”. Y así y todo, Iosef lo preguntó, y lo preguntó de veras. Quizás pudiera ayudarlos en algo; y si no podía ayudar, por lo menos podría escuchar.

Y, esto es para destacar, los hombres se abrieron con él. La intuición de Iosef había sido acertada. Podía, de hecho, ayudarlos. Cada uno de esos hombres tuvo un sueño que no comprendía. Iosef interpretó esos sueños para ellos.

Y como sabemos, fue esta capacidad de interpretar los sueños lo que llevó a Iosef, en última instancia, a la libertad. En otras palabras, ¿cuándo fue que las cosas comenzaron a cambiar para Iosef? Cuando le dijo a otro: “Eh, ¿cómo estás?”.

Pero la mera aseguración de su propia libertad no fue el efecto principal de su obra de bien. Claro que no, hubo mucho más.

Tizku lemitzvos

¿Cuál es la recompensa por hacer lo correcto? ¡Poder hacer más acciones correctas! ¿Cuál es la recompensa de ayudar al mundo en algo pequeño? ¡Ayudar al mundo en grande!

Hay una expresión judía: cuando alguien te hace un favor, dices: “Tizku lemitzvos”, que significa “Que merezcas hacer mitzvot”. ¿Qué quieres decir con que merezca hacer mitzvot? ¡Acabo de hacer una mitzvá! ¡Recién te hice un favor!

Pero como judíos, sabemos que la mayor recompensa por hacer una mitzvá es la oportunidad de hacer más. Mira un poco más allá de ti mismo y merecerás mirar mucho más allá.

Hay poder en los pequeños actos, esa es la moraleja de la historia. Sal de tu propia cabeza, sin importar la excusa para hacerlo, y saluda a alguien. Deja de lado tus propios problemas y piensa en qué puedes hacer por otra persona, incluso si es algo pequeño. Y quién sabe… Tal vez eso “pequeño” lleve a cosas muy grandes.

Porque la verdad es que el saludo de Iosef al copero mayor y al panadero principal no sólo lo condujo a la libertad, sino también a poder salvar al mundo entero.

Sí, recordemos que cuando Iosef interpreta el sueño del faraón (la lectura de la próxima semana) da un plan para almacenar los productos agrícolas durante una hambruna generalizada. En otras palabras, ¿cuál fue la recompensa de Iosef por saludar al copero y al panadero? No sólo su propia libertad… no… La verdadera recompensa por esa pequeña obra de bien fue ser capaz de ir y realizar una enorme obra de bien global.

El punto de inflexión

Siento que es necesario mencionar en este momento (aunque fue comentado la semana pasada) que en la primavera de 1984 el Rebe llamó a hacer un agregado innovador a la agenda de estudio cotidiano de todo hombre, mujer y niño judío: todos debían estudiar un fragmento del compendio de la ley judía de Maimónides, conocido como el Mishné Torá o simplemente como “Rambam”.

El Rebe sugirió un sistema triádico. Para aquellos que pudieran, tres capítulos al día, con lo que se completa el Mishné Torá en apenas menos de un año. Para quienes no dispusieran del tiempo para estudiar tres capítulos al día, un programa de un capítulo al día, que dura cerca de tres años. Para aquellos cuyo nivel de estudios no les permitiera el estudio del Mishné Torá, el Rebe indicó que estudiaran del Sefer Hamitzvot de Maimónides los mandamientos que estuvieran estudiando los participantes del ciclo de los tres capítulos al día.

En pocos días, completaremos el er ciclo de tres capítulos al día y del Sefer Hamitzvot.

A propósito del tema de la prédica de hoy, quisiera citar un pasaje del Rambam. El Rambam escribe:

Cada persona siempre debe verse a sí misma en un balance igualado entre mérito y pecado y al mundo en un balance igualado entre mérito y pecado […]. Si la persona realiza una mitzvá, inclina su balance y el del mundo entero hacia el lado del mérito, y trae la liberación y la salvación a sí mismo y a los demás. Esto está implícito en ‘Un hombre recto es la base del mundo’,3 es decir, aquel que haya obrado con rectitud habrá inclinado el balance del mundo entero hacia el mérito y lo habrá salvado.4

Las pequeñas cosas llevan a cosas grandes. Si se me permite el atrevimiento, sugeriré que el pequeñísimo compromiso de dedicar un poco de tiempo todos los días a estudiar el Rambam puede llevar a efectos positivos importantes para el mundo entero.

Bondad a la velocidad de la luz

Y esta es la conexión entre el 19 de kislev y Januca. El 19 de kislev es el Rosh Hashaná de la jasidut. La jasidut nos enseña sobre el poder infinito de cada pequeña mitzvá, porque así como Di-s es infinitamente grande, también es infinitamente pequeño. Di-s no está nada más que allá fuera y más allá. Di-s también está aquí mismo, en todo. Así que no hay pequeños actos, sino que todo es significativo y todo está conectado con el plan universal. De este modo, cuando hacemos una buena acción, eso afecta al mundo entero.

De verdad, toda mitzvá, como la mitzvá de Iosef. Cuando haces algo bueno en tu entorno inmediato, eso hace que pasen cosas buenas en todo el mundo. Nada más que no siempre las vemos. Tenemos que creerlo. A veces podemos comprenderlo intelectualmente. Pero ciertamente no siempre lo vemos.

Sin embargo, hay una mitzvá que sirve de ejemplo del verdadero efecto de todas las mitzvot: el encendido de las velas de Januca.

¿Cuál es la naturaleza de la luz? La luz viaja tan rápido (a 300 000 kilómetros por segundo) que puede dar la vuelta al mundo en 0,134 segundos;5 en otras palabras, instantaneamente.6

Cuando enciendes la menorá, ese pequeño acto tiene un efecto inmediato en el mundo entero. La luz de la mitzvá viaja alrededor del mundo entero en menos de un instante.7 Pero la verdad es que este es el poder de toda mitzvá. Toda mitzvá recorre el mundo entero en menos de un segundo.

Dado que la mitzvá de Januca implica luz real, vemos un ejemplo tangible de lo que es cada mitzvá.

Que todos merezcamos hacer “pequeñas” cosas, y puede que cambiemos el mundo en un instante.

¡Shabat shalom!