Pregunta:
Estoy viviendo una vida equivocada. Si, tendría que haber estudiado ciencias duras en el colegio, no humanidades. E incluso en humanidades, tendría que haber sido un abogado como querían mis padres y no un master en el estudio del tejido de cestas. Me tendría que haber casado con Jésica, no con Elena, y tendríamos que haber vivido en Atlanta, no en Atlantic City. Desde ahí todo va de mal en peor, ¡ayúdeme, rabino! ¿Qué hago ahora?
Respuesta
Quizás no quieras escuchar esto pero todos sus temores están justificados. No eres un paranoico. Probablemente tienes razón en cada punto que mencionas. ¿Cómo lo sé? Porque todo el mundo está operando en Plan B.
Por supuesto que está El Plan. Plan A: La forma en que las cosas tendrían que pasar. Pero en la historia del mundo, no ha habido una sola cosa que haya sucedido de la manera en que se suponía que tenía que suceder.
Adám no tenía que comer del fruto de ese árbol. Caín y Abel tenían que haber resuelto sus diferencias dialogando. Todos se tendrían que haber llevado bien. Pero las cosas se salieron tanto de cauce la primera vez que Di-s ahogó a todas las especies y empezó todo de nuevo. Pero las cosas nunca dejaron de salir mal.
Toma la historia de Esav y Jacob. Esav nació con ciertos desafíos, pero se supone que se tendría que haber controlado. Se suponía que tenía que crecer como el “Valiente Macho Proveedor” mientras Jacob estaría sentado estudiando. Pero Esav se entusiasmó con la parte de Macho y Jacob terminó teniendo que hacer el trabajo de dos hermanos en una vida, incluyendo tomar las bendiciones de Esav y casarse con su esposa. A Jacob le tomó veinte años sacar esas dos esposas de las garras de Labán. Esav lo hubiera hecho en un día. Nadie se mete con Esav. Labán estaría un poco incómodo viviendo al lado de su tienda, pero Lea sería de Esav sin problemas. ¿Pero Jacob? El hombre equivocado para el trabajo. Pero, ese es el Plan B.
Después está el lío de José con sus hermanos, un ejercicio en ver cuántas cosas pueden salir mal en una historia. José no se comunica bien. Sus hermanos lo malinterpretan. Judá calcula mal y Rubén se pierde el barco.
El Éxodo parece excitante, pero ten en mente que el primer encuentro con el Faraón fue un desastre total y contraproducente y nueve de las diez plagas fueron un fracaso. Y luego, cuando finalmente llegamos al punto máximo de la historia, la Entrega de la Torá, la gente comete el error más grande de la historia con un tonto becerro de oro. Ese becerro no estaba en el libreto.
Hay un libreto, pero nunca se representa. Es por esto que la Torá comienza con la letra Bet, la segunda letra del alfabeto hebreo. Porque todo en este mundo es de acuerdo al Plan B. De hecho, si estudias la narración de los seis días de la creación con los comentaristas clásicos, verás que no pasó un día sin que algo no fuera como tendría que ser.
Aparentemente, antes de que este mundo comenzara, en una escala temporal que no toca la nuestra ni por un nanosegundo, hubieron otros mundos donde las cosas salieron bien.1 Hubieron mundos en los que Adán y Eva se portaron bien y ni siquiera tocaron el fruto de ese árbol. Donde Cain fue el mejor amigo de Abel durante toda su vida eterna. Donde Esav se casó con Lea y sustentó a su hermano menor, Jacob, para que pudiera llegar al nivel de iluminación espiritual trascendental meditando en el desierto. Toda la gente era muy buena y agradable, el mundo estaba lleno de luz, y el mal no tenía lugar. Esos mundos en la gran imaginación de Di-s eran todos Plan A, el Plan.
¿Qué pasó con esos mundos? Bueno, Di-s miró a cada uno de esos mundos que Su suprema sabiduría había conjurado y dijo, “Puaj”. Los descartó uno por uno y continuó.
Hasta que finalmente hizo este mundo, donde invistió Su Consciencia Infinita en los confines de un ser frágil que da un paso y se cae de cara, donde Murphy tiene más credibilidad que Newton, donde el Querido Descarrilado se casa con Elena en vez de con Jésica y todo el progreso en la vida y la historia no es nada más que grandes rescates de grandes errores.
Y Él dijo: “Ahora sí, ¡esto es un mundo!” Y eligió el mundo del Plan B un mundo real, no sólo una fugaz imaginación como los otros mundos, y aquí El entregó Su Torá.
Puedes preguntar, ¿qué es lo que es tan divertido de un mundo de errores, embarradas y pecados abiertos? ¿Qué pasa con un Di-s que crea seres que ofuscan flagrantemente Su Plan Divino? Si quiere bondad, belleza, luz y sabiduría, ¿por qué elegir un mundo duro, tonto, oscuro y estúpido para tenerlo?
La respuesta debe ser que hay algo más profundo que El Plan. Está el Plan Maestro. No hay sólo un libreto, hay un autor. No hay sólo una partitura, hay un músico.
Lo explicaré de esta forma: Digamos que pasas por un lugar y escuchas un piano sonando. Te detienes a escuchar. Piensas, “quizás no es un piano que está sonando”. “Quizás es un pianista que está tocando.”
¿Cómo puedes saberlo? ¿Cómo puedes saber si estás escuchando a un piano o a un pianista?
Escuchas un poco más y entonces lo escuchas: un error. La música se detiene. Una pausa. Entonces se repite el mismo compás. Quizás muchas veces. Y luego la música continúa.
“¡Ahá!,” dices. “Es una persona. Hay alguien detrás de la música”. Y sabes qué: la música toma una nueva profundidad.
Lo mismo con El Plan. Hay un Di-s detrás de El Plan. Si todo saliera de acuerdo a El Plan, no habría lugar para descubrir a Di-s dentro de él. Conoceríamos sólo un Di-s que está limitado por los temas y la trama de El Plan.
Pero cuando Di-s eligió El Plan, no lo eligió porque tenía que hacerlo o porque lo define a Él de alguna forma. Lo eligió libremente. Y Él quiere que ese aspecto esencial de Él, que es libre y está más allá de cualquier forma o definición, se revele dentro de ese Plan. Él quiere que se escuche al músico, no sólo a la música.
Esa es la oportunidad que aparece con cada fracaso, la oportunidad de llegar más profundo en la esencia de las cosas, de tu propio ser, de la Verdad. El fracaso mismo puede ser algo desagradable, pero los frutos de corregirlo son más preciosos que el oro.
Es por eso que la Torá entra sólo en nuestro mundo y no en otro. Allí está la sabiduría de la creación, allí está la sabiduría de la belleza, allí está la sabiduría de la luz. Pero la Torá es más profunda que todo eso. La Torá es la sabiduría de la sanación, de corregir los errores. Y esa es una sabiduría que toca a Di-s mismo.
Así que querido Descarrilado, aprovecha la situación. Los ángeles están celosos. Están encerrados en el Plan A.2
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