La parashá sheminí nos instruye sobre las condiciones que determinan si una especie de animal es kósher, o sea apta para el consumo. Las condiciones son dos: ser rumiante y tener las pezuñas hendidas. Si el animal posee una sola de ellas, no es kósher. Es por eso que el cerdo, por ejemplo, no es kósher; si bien tiene las pezuñas hendidas, no es rumiante y, por lo tanto, está prohibido consumirlo.

¿Qué tiene que ver la condición kósher de un animal con ser rumiante y tener las pezuñas hendidas? Hay dos posiciones al respecto. Unos plantean que ambas señales son la causade la kashrut del animal. Otros, que ambas son solo señales identificatorias, ya que, por ejemplo, si un ternero nace con las pezuñas pegadas, sigue siendo kósher por provenir de un animal que es de una especie kósher.

Como quiera que fuere, existe una relación entre las señales de kósher y el estado kósher del animal. O sea, las dos señales representan características que hacen que un animal sea apto para el consumo.

El Rebe, que su mérito nos proteja, ve en las dos señales mencionadas la manera de determinar si la faceta “animal” de uno mismo es kósher, o sea, si uno es como debe ser.

Como vimos en la parashá anterior, cada uno de nosotros posee un alma “animal” cuyo interés y motivación gira únicamente en torno a su propia subsistencia, perpetuación y satisfacción. Así como hay animales kósher y no kósher, hay una manera aceptable y la otra no aceptable de tratar los aspectos animales presentes en cada persona.

Pezuñas hendidas

La pezuña constituye una separación entre la pata del animal y la tierra donde pisa. En otras palabras, a diferencia de los animales no kósher, que pisan la tierra directamente, el animal kósher establece contacto con la tierra por medio de una separación. De esto podemos aprender lo siguiente:

El contacto con la terrenalidad, con el materialismo, debe darse a través de las manos, sin meter demasiado la cabeza (de hecho aun las manos deben mantener cierta distancia). La cabeza debe permanecer libre para poder dedicarse a actividades más elevadas y espirituales.

La pezuña del animal kósher debe estar dividida en dos partes: derecha e izquierda. Esto tiene dos enseñanzas:

Cada acción relacionada con lo terrenal que uno se propone hacer debe analizarse primero para determinar si corresponde incorporarla en la vida de uno (derecha) o bien alejarla de ella (izquierda);

Cuando la pezuña es hendida, permite que la luz llegue al suelo que pisa, a diferencia de la pezuña no hendida (como la del caballo), que tapa totalmente la pisada. Esto nos enseña que nuestro involucramiento con lo terrenal debe ser de tal manera que se vea influido por la luz de la Torá. No debe haber una dicotomía entre nuestra vida espiritual y nuestra actividad material; debe haber una coherencia entre todas las facetas de nuestro ser. La luz espiritual debe llegar e influir en nuestra manera de involucrarnos con el mundo material.

Rumiante

Como hemos dicho, para que el animal sea kósher, además de tener pezuñas hendidas, debe ser rumiante. Trasladado a su aplicación a la vida, la idea es que, antes de decidir incorporar algo material en la vida de uno, uno debe “rumiarlo”, analizarlo muy bien. Dado que somos fácilmente seducidos y sobornables por lo material, es muy factible que lleguemos a la conclusión de que algo nos sirva, aunque realmente no sea así.

No hace falta ir muy lejos para encontrar un ejemplo: la mayoría de las veces que comemos es por gusto, no por necesidad. Nos haría mucho bien pensar antes de comer en lugar de comer por impulso. Podemos extrapolar esto a todas las actividades de la vida: hay que pensar bien, “rumiar”, antes de “tragar definitivamente”, es decir, antes de tomar una decisión irreversible.

Cuando nuestra relación con lo material es de la manera descrita, podemos estar seguros de que es como debe ser, tanto para nuestro beneficio personal como para el del mundo que nos rodea.