corto circuito (elect.): condición anormal, usualmente no intencional, de resistencia relativamente baja entre dos puntos de diferente potencial en un circuito que, por lo general, resulta en un flujo de exceso de corriente.

Diccionario de lengua inglesa, Random House

Aparentemente sí. Muchos matrimonios fracasan por la muerte del amor; un número similar resulta agobiado por lo mismo.

Estamos tan deseosos de conectarnos, tan hambrientos de tener comunión con otro ser humano, que nos olvidamos de que el amor dura si es complementado con una igual cantidad de restricción, de contención. Estamos tan ansiosos de entregarnos a la persona amada —ya sea una esposa, un hijo o un amigo— que a menudo nos damos sin tener en cuenta las necesidades y deseos de los destinatarios de nuestro amor.

El amor florece cuando la pasión se mitiga con algo de inhibición, cuando la intimidad es templada con un mínimo de reserva. Pero el amor se quema cuando se traicionan todos los límites.

Así, una relación amorosa se puede comparar con un circuito eléctrico. En un circuito, la atracción entre las cargas positiva y negativa crea una corriente de energía que las une; la corriente encuentra algo de resistencia a medida que pasa por el circuito y entonces disminuye su intensidad. Esta atracción eléctrica tiende naturalmente a buscar la ruta más corta y llevar la mayor cantidad posible de corriente a unirse con las cargas atraídas. Pero si dicha tendencia es indulgente —si la “resistencia” cede— el circuito entra en "corto", la corriente se intensifica y, en última instancia, causa la destrucción del circuito y la ruptura de la misma conexión que buscaba crear.

El libro de Vaikrá habla de la trágica muerte de Nadav y Avihú, los dos hijos mayores de Aarón.
Después de muchos meses de trabajo y anticipación, el Santuario finalmente se estableció en el campamento de Israel y la Presencia Divina llegó para descansar junto a él. En medio de las alegres ceremonias de dedicación, "Nadav y Avihú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Di-s un fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Di-s y los quemó, y murieron delante de Di-s” (Vaikrá 10: 1-2).

En su comentario sobre la Torá, el gran sabio y místico Rabí Jaim ibn Atar explica que Nadav y Avihú murieron a causa de una sobredosis de amor.

Una vez al año, en Iom Kipur, el sumo sacerdote entraba en la cámara más interna del Santuario, el Kodesh Hakodashim, para ofrecer ketoret (incienso) a Di-s. En esta ocasión —en la que el ser humano más espiritual realizaba el más sagrado de los servicios en el lugar más sagrado del mundo durante el día más sagrado del año— fue el punto de máxima intimidad con Di-s alcanzado por el hombre. Nadav y Avihú eran sacerdotes, pero no eran sacerdotes importantes (a pesar de que lo habrían sido si hubiesen vivido lo suficiente para reemplazar a su padre en este oficio); era una ocasión muy especial, marcada por los ofrecimientos especiales a Di-s, pero no era Iom Kipur. Su sed de intimidad con Di-s no pudo ser satisfecha por nada menos que la más extrema. Querían estar más cerca todavía, aunque "él nunca les mandó".

La vida humana es una historia de amor entre el alma y su Di-s. Nuestra pasión por la vida es un deseo de la "chispa de la Divinidad" implícita dentro de cada una de las creaciones de Di-s; en definitiva, todo lo que hacemos está motivado por el deseo de nuestra alma de acercarse a nuestra Fuente. Este deseo es tan poderoso que nos puede llevar a hacer cosas contrarias a la voluntad de Di-s, cosas que pueden violar los límites de nuestro amor y lo destruyan.

Para que nuestro matrimonio pueda vivir y prosperar, debemos alimentar nuestra pasión por la vida; pero también debemos saber cuándo retirarnos. Al igual que en todas las relaciones de amor verdadero, hay que aprender a amar de la manera en la que nuestro amado necesita y desea ser amado.