En un mundo en crisis, un problema inminente es la disolución de la familia. Lamentamos la pérdida de la legendaria familia judía, no por sentimentalistas, sino por lo que apreciamos a partir de la experiencia personal. La familia unida, lo único seguro entre tanta confusión, está desapareciendo con rapidez, incluso entre el pueblo judío. “¿Qué podemos hacer?”, lloran los padres angustiados al ver a sus hijos alejarse de ellos a medida que crecen, irse a otros lugares en busca de guía e incluso de afecto. Intentamos, de manera fútil, recrear el viejo espíritu familiar, y nos preguntamos por qué no tenemos éxito.

La atmósfera del hogar judío no se produjo de manera espontánea ni apareció de la nada. Fue producto de un proceso. Un principio guiado por los ancianos, transmitido de forma natural e inconsciente a los niños por imitación, estimulada por la admiración. El color y la calidez del hogar judío no consistía en ceremonias aisladas y superficiales llevadas a cabo exclusivamente “para los niños”. Los padres mantenían el judaísmo porque era importante para ellos. El camino de la Torá, que pone énfasis en las responsabilidades así como los privilegios, en la enseñanza y el ejercicio del autocontrol, era seguido con entusiasmo por los adultos, y luego por los jóvenes. Quizás inconscientemente, los niños reconocían y admiraban a los padres que tenían ideales a los que ellos adherían, y los vínculos entre las generaciones se forjaban y fortalecían.

“Toda persona debe respetar a su madre y a su padre, y cumplir mis shabatot”.1 Los padres que merezcan respeto serán respetados, y se lo ganarán “cumpliendo mis shabatot”, viviendo por principio y no por autocomplacencia y conveniencia. En su interior, los niños no pueden respetar a los padres que los siguen, que los dejan “decidir”.

La evasión de las responsabilidades por parte de los padres no estimula la autosuficiencia en los niños. La fundación del hogar es responsabilidad de los padres; su deber es ser ejemplos honestos, guías inteligentes. El respeto y la reverencia de los niños creará un hogar que será la mejor recompensa que un padre pueda tener.