Querida Rachel,
Mi hija de 15 años no parece compartir mis valores. Yo creo que la unidad de la familia es muy importante, y ella prefiere pasar todo el tiempo con sus amigos. Yo creo que vestirse de manera modesta es esencial, y ella cree que la moda es lo más importante de todo. Yo fui criada para mostrar el máximo respeto por mis padres y por los ancianos, y ella parece no tener filtro ni desear tenerlo. Siento que he fallado con esta niña. Me encuentro criticándola constantemente, y ya nuestras interacciones son casi siempre desagradables. ¿Hay algo que pueda hacer para cambiar las cosas a esta altura, o es ya demasiado tarde?
¿Demasiado Tarde?
Estimada Demasiado Tarde:
¡Nunca es demasiado tarde! Los niños siempre buscan la aprobación de sus padres, y cuando sus padres se la dan, la reciben con entusiasmo como si fuera agua fría y estuvieran muertos de sed; sólo que en este caso el problema está en el corazón.
Parece que has ingresado en el temido “círculo vicioso” con esta señorita. El ciclo empieza con comportamientos inaceptables de su parte, y sigue con críticas y quejas de sus padres, lo que alimenta su comportamiento inaceptable, lo que a su vez lleva a más quejas y críticas. Como hay una falta de comportamiento aceptable, luego de un tiempo, para los padres se vuelve más y más difícil romper el círculo. En cambio, el niño entra en declive, alejándose cada vez más del comportamiento que sus padres esperan de él.
Los que deben romper el ciclo son los padres. Los padres son más grandes, más sabios, y es su responsabilidad guiar al niño. Entonces, tú debes ser quien traiga positividad a la relación, incluso antes de que tu hija lo “merezca”. Además, la positividad es absolutamente necesaria, porque sin ella, se vuelve imposible guiarla. Uno está obligado a reprender con amor.1 Cuando el niño siente tu rechazo en lugar de tu amor y tu aprobación, pierdes el poder de educarlo.
Por supuesto, la pregunta es: ¿cómo ofrecerle amor a alguien que en verdad desapruebas en ese momento? La respuesta es: así como Di-s nos ofrece amor a todos nosotros, a pesar de nuestros numerosos fracasos espirituales. Di-s nos ve como niños, puros y buenos, en la escuela de la vida, que aprenden de a poco cómo revelar toda la belleza del alma. Cometemos muchos errores en el camino, pero Di-s nos perdona, es paciente y espera que aprendamos. El Sefer Tomer Devora nos insta a emular estas virtudes de Di-s, y al hacerlo, elevarnos en el proceso. En otras palabras, la capacidad de ayudar a tus hijos en su camino espiritual también te hace avanzar en el tuyo propio. Todos ganan.
Tu hija necesita sentir que la aprecias y la quieres, antes que críticas y correcciones. Por lo tanto, suspende la “educación” por el momento y concéntrate en ser amable y cálida con ella. Recuerda que Di-s te ha confiado el cuidado de uno de sus hijos. Por eso, ¡esfuérzate por ser merecedora de su confianza! Cuando dejas a tu hijo con la maestra del jardín, no quieres que sea demasiado estricta con la disciplina; en cambio, esperas que lo guíe con amor y amabilidad. Haz lo mismo por tus propios hijos, cualquiera sea su edad.
Conéctate con tu hija reconociéndola de forma positiva (“Gracias por limpiar la mesa, hija”, “Tu cabello luce hermoso hoy”, etc.), conversaciones interesantes (“¿Por quién votarías tú en las próximas elecciones?”) y humor (“Tengo que contarte algo graciosísimo que pasó hoy...”). En otras palabras, desarrolla con ella una relación que no tenga nada que ver con modificarla. Tómala tal como es y sean unidas. Háblale sobre tus propios problemas y batallas cotidianas, en un intento por ayudarla a relajarse y estimularla a compartir un poco de ella misma también contigo. Cuando lo haga, abstente de darle consejos. En lugar de eso, asiente y escucha. La empatía, más que la educación, la acercará a ti y a tus valores más que cualquier discurso materno o sermón. Pero sé paciente: el proceso de curación no sucede de la noche a la mañana.
Continúa construyendo tu relación indefinidamente. Cuando empiece a mejorar, será posible hablar de temas más difíciles, como las opiniones diferentes que ella tiene. En lugar de “poner las cosas claras” (cosa que no estuvo funcionando, para nada), escucha para entender. Devuélvele sus propias opiniones. Intenta comprender su proceso de pensamiento. ¿Por qué, por ejemplo, la modestia no es importante para ella? Cuando la escuches, es probable que descubras que ella sí tiene un patrón de modestia, que no es el mismo que tú sostienes. De cualquier forma, es posible encontrar puntos de encuentro incluso cuando no estén alineadas a la perfección. Buscar la manera de acercarte a su punto de vista ayudará, a largo plazo, a que ella busque la manera de acercarse al tuyo. Además, es posible que su deseo de pasar más tiempo con amigos cambie también.
En este momento, le resulta más fácil y más cómodo estar con sus amigos que contigo; la escuchan sin juzgarla, la aceptan y se divierten con ella. Los padres no pueden hacer todo eso exactamente de la misma manera que los amigos, pero sí necesitan hacer mucho de eso para que los hijos acepten su compañía. Descubrirás que incluso las cuestiones básicas de respeto mejorarán cuando muestres más respeto por su persona y la trates como tratarías a otras personas que no piensan lo mismo que tú.
La gente tiende a ser crítica y mandona con sus hijos en exceso. Sin embargo, seguro pueden ser agradables con colegas, vecinos y otros conocidos que no comparten todos tus valores personales. Entonces no trates de controlar a tu hija; busca educarla e inspirarla.
La base de tu influencia es una relación positiva. El alcance de tu influencia durará para siempre.
Rachel.
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