Pregunta:
Hace poco empecé a ir, con regularidad, a los servicios de una sinagoga. Luego de rezar la Amidá en silencio, el jazán (el cantor) la repite, palabra por palabra. ¿Por qué?
Respuesta:
Para responder a tu pregunta, retrocedamos unos 2500 años en la historia.
Era el fin del exilio babilonio, y los judíos comenzaban a regresar a la Tierra prometida. Hasta entonces no había habido ningún texto establecido o estructura prescrita para los rezos cotidianos. El guión de cada individuo dependía de sí mismo. Pero al ver que gran parte de la generación más joven carecía del dominio adecuado de hebreo para rezar de forma elocuente en la lengua sagrada, Ezra el escriba y los Hombres de la Gran Asamblea establecieron el texto de la Amidá e indicaron que debía decirse tres veces al día.1
Pero el problema estaba lejos de quedar resuelto. Esto sucedió mucho antes de que existiera el papel, muchísimo antes de que hubiera imprenta. Con los pocos manuscritos que había, mucha gente podía entender el hebreo, pero no tenía forma de aprender y retener los textos de forma correcta.
Para remediar esto, los sabios establecieron que un representante de la congregación (también conocido como jazán o shelíaj tzibur) repitiera los rezos. Al escuchar la repetición de la Amidá y responder “Amén” (traducido libremente como “estoy de acuerdo con lo que se dijo”), los judíos iletrados podrían cumplir con su obligación de rezar.2
Pero no es un pase libre. Esto sólo puede hacerlo alguien que carece del conocimiento para rezar pero entiende lo que se está diciendo. Si tienes la capacidad de rezar o si no entiendes hebreo, escuchar la repetición3 no te hace cumplir con tu obligación (excepto por algunos rezos de las festividades más importantes, que son demasiado largos y difíciles de dominar4 ).
¿Por qué se dice la repetición incluso cuando esa gente no está presente?
Los sabios establecieron que se dijera luego de cada Amidá,5 ya que de otro modo deberíamos interrogar a cada uno de los presentes para saber si es un congregante que cumple con el criterio para la repetición.6
Hoy en día, casi nadie cumple con este criterio. Pero hay otro motivo para la repetición: recitamos los rezos de Kedushá y Modim durante este momento.7
Rezo de toda la congregación
Según el Rambam, parece haber un beneficio adicional. Escribe: “¿Qué implica el término ‘rezo comunitario’? Una persona reza en voz alta y las otras escuchan. Esto no debería hacerse con menos de diez hombres adultos. El líder de la congregación cuenta como uno de ellos”.8
Esto implica que (además de rezar con la congregación) escuchar la repetición es el camino a través del cual uno cumple con la mitzvá del rezo comunitario.9
Rezar en otro nivel
Los místicos explican que todo tiene una razón explícita y una implícita. Aunque en un nivel más simple la razón de la repetición de la Amidá consiste en dar un lugar a aquellos que no saben lo suficiente, hay una razón más profunda que es igual de importante, incluso en una era en la que todos pueden acceder a un sidur, o al menos a una aplicación del sidur.
La repetición del jazán encarna un gran poder espiritual, y permite que nuestros rezos individuales, que recitamos solos en silencio, alcancen una grandeza espiritual aun mayor. Aunque la razón cabalística excede el alcance de este artículo, alcanza con decir que explica por qué nuestras plegarias silenciosas pueden ser recitadas incluso sin minián, mientras que la repetición de la Amidá sólo puede recitarse en presencia de un minián; y por qué se recita en voz alta.10
Aunque hay comunidades que son laxas respecto de la repetición (hacen una versión acortada, conocida como una hoije kedushá), en base a lo ya dicho, aquellos instruidos en la cábala advierten que es de crucial importancia que toda la repetición se diga en voz alta y se escuche con atención.
Además de ser, probablemente, el vehículo de nuestro rezo comunitario, la repetición, estimulada por nuestros “Amén”, ayuda a perfeccionar nuestros rezos individuales y tiene el poder de unirlos en algo más poderoso que se dirige directamente al trono de Di-s.
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