Hace unos 10 años, mi marido, nuestros dos hijos pequeños y yo fuimos a una hermosa cena de shabat en Jabad, en la que me enamoré perdidamente del judaísmo. Lo admito: al principio no fue mutuo. Tuve la oportunidad de observar un estilo de vida sagrado, lleno de sentido y emocionante, y sentí ganas de lanzarme de cabeza. Mi marido, en cambio, era respetuoso pero dudaba. A lo largo de la década siguiente, nos embarcamos juntos en lo que se convertiría en un estilo de vida universal. Empezamos, de a poco, por encender las velas de shabat y comer jalá y sopa de a poco, y finalmente respetamos el shabat por completo, mantuvimos la cashrut dentro y fuera de casa y adherimos a las reglas de pureza de la familia. También tuvimos más hijos, casi duplicando el número de integrantes de la familia.
Pasado un tiempo, ya actuábamos como judíos observantes completos.
Mirando hacia atrás, sin embargo, me doy cuenta de que no fue una transición muy meditada. A veces juzgaba al resto de nuestra familia, por ejemplo, por no habernos dado "más judaísmo", y, más adelante, por no aceptar y adoptar el hallazgo que era nuestro nuevo nirvana.
Aquellos que “encontramos” la religión solemos atravesar cambios, porque nos encontramos con partes de nuestro interior que no sabíamos que existían, según dice el rabino Aron Moss, codirector del Nefesh Shul de Sydney, Australia, en su artículo “¿El judaísmo es un culto?”. Como resultado, es posible que nos reevaluemos a nosotros mismos y a nuestras vidas. Todo crecimiento viene aparejado de algo de inestabilidad. Pero cuando hacemos cambios repentinos, lo más probable es que dejemos atrás una parte de nosotros.
Según el rabino Moss, esta no es la manera judía. Todo cambio de vida debe hacerse de forma gradual y premeditada, para que se integre con tu personalidad en lugar de dominarla. En otras palabras, la religión debería realzar y profundizar tu identidad, para convertirte en una mejor versión de ti mismo. Creo que eso es lo que Di-s quiere.
Servirlo, pero sin perderte en el camino. Y como yo ya estaba casada y tenía hijos en ese momento, esto también significaba preservar y respetar la relación con mi maridorrabajar juntos r y respetar miar mi relacionvertirte en na mejor versialabras, la religi siguiente: adonde sea que vayas, haz . Trabajar juntos en acatar de forma lenta y metódica las miztvot, en un intento por mantener la paz dentro del hogar.
Cuando empezamos a comer casher, yo era muy clara al respecto en los hogares de nuestras familias, y usaba la comida para separarnos del resto. Con los años he aprendido, luego de muchos errores, que hay maneras de mantenerse casher sin dejar de participar con amor y respeto de las reuniones familiares. Acatar las mitzvot no debería ser una fuente de estrés ni de conflicto: si lo es, no se está haciendo de la manera correcta.
En medio de nuestra evolución, cuando anuncié con orgullo que quería dejar de manejar en shabat, mi rebetzin me advirtió: “No tomes a la ligera la decisión de respetar el shabat. Una vez que cruces esa línea, no querrás renunciar porque se vuelva muy difícil”. Entonces esperamos al momento indicado.
Entendí su sabiduría cuando, al principio de mi vida observante, fui a comprar una peluca, lo que tradicionalmente usan muchas mujeres judías para cubrir sus cabellos. Era maravillosa. Pero no lo consulté antes con mi marido, ni con un rabino ni con una rebetzin, ni hice un plan para respetar la mitzvá. A lo largo de los años siguientes, luché con esta mitzvá, porque no la había llevado a cabo de forma gradual, premeditada.
Cuando me miro al espejo, a veces no veo a la joven práctica, creativa, de espíritu libre que mi familia supo conocer. Y ahora entiendo mejor por qué pueden haberse resistido a nuestro nuevo estilo de vida. No era tanto porque hubiéramos adoptado rituales judíos con los que no estaban familiarizados, sino porque yo había encerrado tras una puerta a mi anterior yo en lugar de integrarla a mi nueva vida.
Como alguien me dijo una vez: “Es mejor mirar hacia adentro desde fuera, que estar dentro mirando hacia afuera”. Luego de trabajar tan arduamente para ser una judía observante, de repente me di cuenta de que luchaba con un sentimiento de resistencia. Como si estás mitzvot, este estilo de vida, se me estuvieran forzando, aunque los hubiera acogido con tanta pasión. Quizás había dejado atrás, o ignorado, partes de mí misma que necesitaban un lugar.
Esta puede ser la razón por la cual algunos baalei teshuvá (quienes retornan al judaísmo observante) pierden el camino por completo. Es tan importante encontrar un rabino o rebetzin que te guíe, a quien puedas consultar a lo largo del proceso. Y no creo que todos debamos saltar de cabeza a una versión del judaísmo tan transformadora. Aprende sobre las mitzvot, sobre el judaísmo y la Torá, y rodéate de gente con mentalidad madura. Pero avanza despacio, y haz lo que tenga sentido para ti. Y, lo más importante, cualquiera sea la mitzvá que elijas, debe hacerse con amor y respeto por los que te rodean.
En mi caso, creo que la clave para entregarme a mi identidad como judía observante fue crear un balance en el que mi antigua yo pudiera volver a mí, pero con una dirección y una profundidad renovados, realzados. Me di cuenta de que mi creatividad y mis talentos no tenían por qué ser ignorados, sino que debían ser utilizados, en el marco de la Torá, para revelar los aspectos únicos de mí misma y el papel que Di-s me ha asignado.
Parece que a veces tienes que perder algo de ti para volver a encontrarte de verdad.
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