Pregunta:
Tras asistir a una lectura sobre la santidad de la lengua hebrea, me vino una pregunta a la cabeza: ¿por qué muchos de los libros sobre la Torá —incluyendo el Talmud— no están escritos en hebreo? ¿Eso hace que sean menos sagrados?
Respuesta:
Has tropezado con uno de los secretos de la supervivencia judía. A pesar de que el hebreo es sagrado y central en nuestros rezos y estudios, no es lo que nos define como judíos.
Desde que fuimos exiliados de Israel, hemos hablado muchos idiomas. Generalmente, usamos una mezcla del hebreo y del idioma del lugar (arameo, ladino, judeo-árabe, ídish). Otras veces, en cambio, adoptamos la lengua local y utilizamos algunas expresiones judías típicas (como en este artículo).
¿Esto es lo ideal? No. En un mundo perfecto, todos deberíamos estar hablando hebreo.
Pero los rabinos entendieron que lo que nos sostiene como pueblo no es el hebreo, sino la Torá. Nuestro idioma, nuestro país de residencia, cultura o acento han cambiado numerosas veces a lo largo de nuestra historia. Y todavía seguimos aquí. Pero la Torá ha sido estudiada y sus mitzvot (preceptos) observadas en todos los tiempos, tierras y circunstancias. Podemos dejar que se vea afectado el idioma, pero no el mensaje.
Más allá de esto, hay otro punto crucial: la traducción de la Torá no es sólo un plan para sobrevivir al exilio, es también una estrategia hacia el ideal mesiánico.1
Para explicarlo, voy a ir paso a paso.
Cuando estábamos listos para entrar en la tierra de Canaán, la Torá2 cuenta que Moshé “explicó toda la Torá”. ¿Qué clase de explicación fue esta? De acuerdo con nuestros sabios3 fue una traducción de la Torá en los setenta idiomas.
Pero ¿por qué los judíos necesitaban escuchar la Torá en afrikáans para conquistar la tierra prometida?
El rabí Iehudá Arié Leib Alter de Ger (en su clásico trabajo, el Sefat Emet4) expone una respuesta brindada por su abuelo, el rabí Itzjak Meir Alter (conocido por su obra el Jidushei HaRIM): el plan era mucho más importante que eso. Moshé, en su visión profética, previó que los judíos serían, algún día, exiliados de la tierra prometida y necesitarían la Torá en otros idiomas.
Pero esto también necesita una aclaración: ¿por qué Moshé, 37 días antes de su muerte, sintió la necesidad de traducir, personalmente, la Torá? ¿Por qué no podía dejar ese trabajo a los futuros líderes?
La respuesta es profunda.
La Torá es más que una suma de letras, palabras e ideas. Es la Torá de Di-s. Es sagrada. Como un buen autor que invierte su vida y su ser en su trabajo, Di-s está en su Torá.
Pero sólo una Torá hablada y escrita de la misma manera puede asumir esta santidad. El problema es que Di-s le reveló a Moshé la Torá en hebreo. Moshé, debido a esto, la escribió en hebreo.
Seguro, cualquiera podría traducir las ideas de la Torá. Sería una buena lectura, probablemente hasta un bestseller. Pero pertenecería a la sección de autoayuda de una librería, no a una sinagoga. Ese libro no sería la Torá5 y estudiarla no sería una experiencia sagrada.
A menos que, claro, la misma persona que recibió la Torá de Di-s realizase la traducción.
Entonces Moshé tradujo la Torá personalmente y, de esta manera, impregnó de santidad todas las traducciones que vendrían. Así, cuando hoy en día aprendo el Jumash en inglés, estoy, de hecho, conectándome con Di-s y estudiando su sabiduría.
Y con eso, se logra algo tal vez más grande: el inglés mismo se vuelve sublime. Porque cada vez que la Torá es estudiada en una lengua en particular, las letras y las palabras seculares se vuelven sagradas. Tanto es así que al pie de muchas de nuestras páginas dice: “El texto en esta página contiene un texto sagrado. Por favor, no lo rompa ni se deshaga de él”.
Gradualmente, a medida que los judíos estudian la Torá en cada uno de los idiomas, el mundo entero se eleva hacia el reino de la Torá, acercándonos a todos al momento en el que “toda la tierra será llenada con el conocimiento de Di-s”6. Que ese tiempo llegue muy pronto.
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