Pregunta:

Ayer fui a una clase llamada “Las leyes de Shavuot”. Dado que soy relativamente nuevo en el judaísmo, esperaba una clase similar a las de antes de Pésaj o Sucot, con muchas leyes técnicas, muchos “hacer esto” y “no hacer esto otro”.

Para mi sorpresa, además de ir a la sinagoga a escuchar la lectura de los Diez Mandamientos, hay muy pocas leyes que se aplican sólo a Shavuot. A diferencia de Rosh Hashaná y Iom Kipur, no hay largas oraciones. Y, a diferencia de Sucot o Pésaj, podemos comer lo que queramos y donde queramos. Desde ya que hay costumbres relacionadas con las flores, los blintzes y las tortas de queso, pero eso es muy fácil en comparación con otras fiestas.

¿Me estoy perdiendo de algo? La fiesta en la que recibimos las leyes de la Torá, ¿no debería tener sus propias leyes?

Respuesta:

¡Gran pregunta! Para entender una de las razones por las que esta fiesta pareciera ser tan corriente, debemos dar un paso al costado y examinar la relación entre el mundo y la Torá.

La Torá suele ser vista como una solución provisoria: el mundo es, en esencia, una oscura y temible selva llena de comida, relaciones y formas de recreación poco saludables. Y la Torá nos mantiene alejados de los problemas.

Básicamente, esta perspectiva dice que siempre estuvieron el mundo, las cosas y nosotros. ¿La Torá? Vino después. No fue hasta 2448 años después de la creación que Di-s decidió dedicarse a los problemas o, al menos, proveernos de una manera de manejarnos alrededor de ellos.

Desde esta aproximación, la Torá es un conjunto de leyes impuestas, que choca con el mundo a nuestro alrededor.

Afortunadamente, hay otra manera de ver las cosas.

La Torá es la sabiduría de Di-s, aquella que existía mucho antes de que hubiera mundo. Pero Di-s no estaba contento con que se quedara en el mundo espiritual; quería un mundo físico en el que esta sabiduría se pudiera estudiar y sus mandamientos se pudieran cumplir. Para que fuera desafiante, puso obstáculos y distracciones que no son más que máscaras que ocultan el verdadero propósito: un centro de actividades para la Torá y las mitzvot, un lugar en el que cada palabra puede ser transformada en Torá, cada artefacto puede ser utilizado para la santidad y cada dólar convertido en una mitzvá.

Y dado que este era el objetivo desde el principio, la Torá —no la locura del exterior— es la verdadera composición genética del mundo. Necesitamos la Torá para revelar lo que el mundo siempre estuvo destinado a ser: un hogar para Di-s.

Esto explica la enseñanza de nuestros sabios que dice que cuando Di-s enunció los Diez Mandamientos en el Sinaí, su voz no tenía eco. El eco se genera cuando un sonido se encuentra con una sustancia que le ofrece resistencia. La Torá no tenía ese eco porque cada objeto del universo está saturado con su mensaje. No hay nada en lo que pueda rebotar, dado que la Torá no es una realidad impuesta, sino el verdadero ADN del mundo.

Cada año, en Shavuot, cuando volvemos a experimentar el Sinaí, mostramos nuestro agradecimiento por la Torá mediante comidas normales y celebrando sin ninguna regla especial, ya que la Torá no introduce ninguna nueva realidad, sino que arroja luz, propósitos y santidad sobre todo los que ya está aquí. Incluso la torta de queso.

Más sobre este tema en La Torá y la realidad.