"Enséñanos, rebe", rogaban los alumnos del rabí Israel Baal Shem Tov. "El Talmud nos dice que en Rosh Hashaná Di-s determina la vida de una persona para el año siguiente. Sin embargo, sólo unas pocas líneas después, se dice que la fortuna de una persona se decide nuevamente cada día. ¿Cómo pueden ambas afirmaciones ser verdad?".

El Baal Shem Tov no dijo nada, y la consulta quedó sin respuesta.

Unos días más tarde, el Baal Shem Tov pidió que prepararan su coche para un viaje. Junto con sus alumnos, anduvo un tiempo hasta llegar a un poblado menor. Allí, el maestro ordenó detener los caballos y que sus estudiantes lo acompañaran a hablar con un anciano judío de la aldea.

Vestido con harapos, y con un par de cubos de agua apoyados sobre sus doblados hombros, el hombre levantó la vista sorprendido por el grupo que veía en el camino.

“Querido abuelo", dijo el Baal Shem Tov, "¿cómo estás?".

Oy, si todos mis enemigos tuvieran mi edad…!", respondió el anciano. "Estoy viejo y cansado, pero no tengo más remedio que seguir cargando estos cubos de agua para conseguir un trozo de pan para mis arrugados labios. Mi equilibrio ya no es lo que era. A veces me caigo, el agua se derrama, y tengo que empezar de nuevo. Claro, Di-s me bendijo con hijos que podrían ayudarme, pero rara vez los veo. ¿Quién tiene tiempo para un viejo como yo? Oh, ¡qué amarga es mi suerte!”, terminó el hombre con un gemido.

El Baal Shem Tov quiso que el hombre estuviera bien, entonces les hizo señas a sus alumnos para que lo acompañaran a su casa.
Varias semanas más tarde, el Baal Shem Tov invitó a sus alumnos a dar otro paseo. Una vez más, se detuvieron para hablar con el anciano. "Querido abuelo", dijo el Baal Shem Tov, "¿cómo estás?".

“Gracias a Di-s”, dijo el anciano, mostrando una sonrisa desdentada, "me las arreglo para mantener juntos cuerpo y alma. Soy viejo, sin dudas, y a veces tropiezo, pero agradezco a Di-s tener la fuerza suficiente para levantarme y volver a llenar mis baldes. Ah, y la alegría que recibo de mis hijos. Gracias a Di-s, cada uno tiene su encantadora familia, y todavía me ayudan de vez en cuando".

"Ya lo ven", dijo el Baal Shem Tov a sus alumnos, “nada ha cambiado para este anciano. Tiene los mismos baldes y los mismos trozos de pan que la última vez que estuvimos aquí. Sólo ha cambiado su actitud. Di-s nos juzga para decidir qué nos debe dar en la vida. Y luego, hay una segunda etapa de juicio, para determinar cómo vamos a recibir las bondades de Di-s. En Rosh Hashaná, se decide qué vamos a recibir. Cada día, se decide cómo lo vamos a recibir".