Estimados lectores:

Este domingo con la puesta del sol recibimos el año nuevo judío, Rosh Hashaná.

Mientras que el año nuevo secular se festeja con fuegos artificiales y brindis a la medianoche, en este día recordamos que fuimos creados por las propias manos de Di-s e insuflados con un alma divina. Vivimos Rosh Hashaná como un reencuentro con nuestro Padre y Rey celestial, el Todopoderoso. Por ello la plegaria de Avinu Malkenu (Padre nuestro, Rey nuestro) es central en la liturgia de Rosh Hashaná y Iom Kipur.

Hay una anécdota que ilustra esta idea a la perfección.

Un hombre era tan pobre que no podía enviar a sus hijos a estudiar a la escuela, por lo que decidió enseñarles el mismo en su casa. Para que la educación sea efectiva decidió ser muy estricto durante las horas de estudio y al terminar las clases volvía a ser un padre amoroso. Cierto día vio a sus hijos llorar y les preguntó: ¿Por qué sufren, hijos míos? Porque nuestro maestro nos castiga demasiado, respondieron con la voz entrecortada por el llanto. Habla con él –agregaron - para que sea más misericordioso.

En Rosh Hashaná tocamos el shofar que representa este llanto infantil entrecortado y profundo, un llamado a nuestro Padre, pidiéndole que sea dulce con nosotros, que cambie del trono de la justicia al trono de la misericordia y que nos colme de bendiciones y abundancia en el año entrante.

Quien tiene hijos sabe que cuando ellos lloran hacemos lo que sea para calmarlos y contenerlos. Nada moviliza más que el llanto de un bebé. Por eso, este Rosh Hashana aprovechemos para escuchar el shofar y orar por un año bueno y dulce.

Por mi parte, les deseo a todos ustedes un año de crecimiento material y espiritual, con salud, abundancia, energías renovadas y bendiciones en todos los aspectos de la vida.

¡Ketivá Vejatimá tová, shaná tová umetuká! ¡Que sean inscriptos y sellados en el libro de la vida y que tengan un año bueno y dulce!

Shabat Shalom

Rabino Eli Levy