Una de las interpretaciones del Diluvio es que representa las dificultades de la vida. Nos barren los remolinos de agua de la ansiedad, de la carrera de locos, de la lucha cotidiana. ¿Cómo podemos evitar que nuestra sensibilidad y nuestra humanidad sean barridas?
Otra versión de estos remolinos de agua son las corrientes culturales del mundo moderno que buscan barrer nuestra dimensión judía. “¿Por qué ser diferentes?”, murmuran, “Sólo haz lo mismo que todo el mundo...”. Otra vez, ¿qué poder tenemos para resistir estas fuerzas?
El Cantar de los cantares (8:7) nos dice que “las muchas aguas no podrán apagar el amor”. En lo profundo del corazón de todos los judíos hay escondido un gran amor. Este amor siempre está, a pesar de las preocupaciones y los problemas, a pesar del cambio cultural. Es a través de nuestro amor por Di-s, por la infinita libertad que nos puede garantizar nuestro vínculo con Di-s, que podemos resistir la fuerza del diluvio. A través de la vida judía revelamos este amor y le permitimos llenar a nuestras vidas de inspiración y sentido.
La mesa del viernes a la noche, las velas, el kidush, las palabras de la Torá, cantar canciones de shabat, rezar y observar otras leyes del judaísmo nos ayudan a superar el Diluvio y disfrutar cada paso en un mundo siempre nuevo.1
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