Sucedió una vez que la joven hija de Nejunia, el que cavaba pozos, cayó dentro de un pozo muy profundo.
Algunos de los que pasaban por allí corrieron de inmediato a informarle al rabí Janina ben Dosa, a quien se lo conocía como un hombre sagrado. Luego de escuchar lo sucedido, dijo: “Estará bien”.
Pasó el tiempo y se volvió dudoso que pudiera permanecer mucho más en la superficie del agua. Pero el rabí Janina volvió a afirmar que iba a estar bien.
Cuando hubo pasado más tiempo y ya era evidente que nadie podría permanecer vivo en un pozo durante tanto tiempo, el rabí Janina dijo: “Ha logrado salir”. Dicho y hecho, la chica había logrado salir del pozo.
Cuando le preguntaron cómo había escalado por las altas paredes empinadas, dijo que la había ayudado un carnero guiado por un anciano (lo que es una referencia a Abraham y el carnero que llevó como ofrenda en lugar de Itzjak).
La gente entonces se volvió hacia el rabí Janina ben Dosa y le preguntó si era un profeta.
Él les dijo: “No soy un profeta ni hijo de un profeta. Hice un cálculo simple. Nejunia puso mucho esfuerzo en cavar pozos para ayudar a los peregrinos que vienen cada año a Ierushalaim. ¿Cómo puede aquello a lo que ese hombre piadoso ha dedicado su labor convertirse en la perdición de su progenie?”.
Una vez sucedió que la hija del rabí Mordejai (Feitelson) de Lieple estaba muy enferma. Al ver que sus días estaban contados, el rabí Mordejai fue de inmediato a ver al rabí Shneur Zalman de Liadi para pedirle que rezara por su recuperación.
Cuando llegó, en la mitad de la noche, trató de entrar al hogar del rabí Shneur Zalman, pero todas las puertas estaban cerradas. Probó con las ventanas y al final encontró una abierta. El padre desesperado entró a la casa y encontró al rabí Shneur Zalman que, recostado en el piso, decía: “Nejunia el que cava hoyos… se ha convertido en la perdición de su progenie… Mordejai Liepler ha hecho algo y… ¿Será eso la perdición de su propia descendencia?”.
Ver que el rabí Shneur Zalman rezaba por su hija era todo lo que el rabí Mordejai necesitaba. Se fue de la casa y volvió a su hogar, donde encontró que su hija comenzaba a recuperarse.
(Talmud, Bava Kama 50a; Reshimot Devarim I, pp. 78-79.)
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