Estimados lectores:
Desde hace más de 10 años, junto a mi esposa tenemos un Beit Jabad. A diferencia de una institución judía común y corriente, una casa de Jabad es antes que nada un hogar, donde en el que todos se sienten cómodos. Tratamos de que tanto los que vienen por primera vez como los que ya nos conocen hace años se sientan a gusto.
Esta actitud se repite en los miles de centros de Jabad que hay alrededor de todo el mundo. Donde sea que uno vaya, desde Salta hasta Shangái, desde Bahía Blanca hasta Bruselas, uno siente que está en casa.
Al comienzo de nuestra parashá leemos cómo Abraham, a tres días de su brit milá, esperaba bajo el sol del mediodía que llegasen viajeros cansados del camino, sedientos y hambrientos para poder invitarlos a alimentarse y descansar. Un hombre anciano, dolorido y acalorado, pero con una sola misión: ayudar al prójimo sin importar si eran idolatras o creyentes, si adoraban al Baal o si eran ateos. Todos eran bienvenidos y, con dulzura, Abraham intentaba convencerlos de la existencia de un Di-s único.
Abraham nos inspira a tener nuestras puertas abiertas a todos, a quien necesite un plato de comida o a quien solo quiera estar un rato en compañía de otros. En una época en que vemos más y más rejas y muros altos que nos dividen, debemos imitar la carpa de Abraham, que estaba abierta hacia los cuatro puntos cardinales para permitir a todos un fácil acceso.
Shabat shalom,
Rabino Eli Levy
P.d: Esta semana viajare al congreso internacional de shlujim de Jabad en la ciudad de Nueva York y tendré la oportunidad de orar en la tumba del Rebe, de bendita memoria. Si deseas enviar algún pedido en particular para que lo lleve, puedes hacerlo en respuesta a este mensaje.
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