Estimados lectores:
La educación y la crianza de los niños es un tema complejo de abordar. Tanto el estado como cada familia deben enfrentar desafíos para convertir a los pequeños en personas de bien que aporten en la sociedad.
Durante los últimos siglos, en gran medida la educación se ha estandarizado en todo el mundo, y aunque pueden diferir los contenidos de estudio, el método es similar en casi todos los países. El niño se integra a una institución educativa donde recibirá conocimiento sobre distintos temas junto al resto de sus compañeros de la misma edad. La expectativa de los padres es que su hijo tenga buenas notas en sus exámenes estandarizados y sea honrado con la bandera como el mejor de la clase, por encima de sus compañeros en conocimiento o buena conducta. Por lo menos así era cuando yo iba al colegio.
Hoy hay muchas voces que se levantan en contra de este sistema. No todos los chicos son iguales. No a todos les interesa lo mismo. No todos tienen la misma capacidad de absorber conocimiento ni la memoria para retenerlo. Además, definir el éxito a través de pruebas generales sin ver la situación particular de cada alumno puede ser un arma de doble filo, muy peligrosa para su autoestima y su futuro desarrollo.
Hay métodos modernos que se concentran en las necesidades específicas de cada alumno, que avanzan a su ritmo, sin exigirles a todos lo mismo, teniendo en cuenta las diversas capacidades y talentos.
Iaacov sabía de la importancia de las particularidades de cada persona. Por eso, en su lecho de muerte, al despedirse de sus hijos llamó a cada uno y lo bendijo según sus características y aptitudes naturales. Era mucho más fácil darles una bendición general a todos por igual, pero no hubiese sido completa. De todos los patriarcas, Iaacov fue el único que logró que todos sus hijos siguieran el camino que él les había indicado.
Cada niño es un diamante que necesita ser pulido según sus contornos naturales para brillar de la mejor manera. No aplastemos su autoestima. Alentemos su curiosidad, sus capacidades innatas, y veremos cosas maravillosas.
¡Shabat shalom!
Rabino Eli Levy
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