Estimados lectores:
El becerro de oro es el símbolo de la idolatría para el pueblo judío. Momentos antes de la entrega de las tablas de la ley, el pueblo entro en pánico y construyó un monumento a la principal deidad egipcia.
Según la tradición judía, todavía estamos pagando por ese pecado, y solo quedará totalmente perdonado cuando llegue el mashíaj en la futura redención.
En la actualidad no es común encontrar adoradores de idolatras en el sentido tradicional, al menos no en occidente.
Pero ¿Podemos decir que no hay más idolatría?
Los hijos de Israel se vieron sin guía espiritual cuando Moshé subió a la montaña. La ansiedad de verse desamparados los llevó a buscar seguridad en dos cosas: el pasado egipcio y el oro.
Hoy en día, la incertidumbre y la ansiedad de la vida nos llevan a buscar certezas. Depositamos nuestra confianza en lo que ya conocemos. Muchas veces ponemos toda nuestra fe en la cuenta del banco; en un papel impreso con algún número. Como dice el refrán popular, “El dinero no compra la felicidad, pero calma los nervios”. Nos da tranquilidad pensar que todo va a ser siempre igual, que nada cambiará, y así proyectamos un futuro similar al pasado.
El verdadero creyente sabe en las manos de Hashem está todo, su pasado, su presente y su futuro. Nuestro sustento no depende de cuánto oro acumulemos sino de la bendición divina y de nuestra confianza en Hashem.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy
Únete a la charla