El otro día recibí un mensaje de una clienta. Se trata de una clienta especial con una historia especial. Durante 16 años no menstruó de manera natural, a pesar de haber probado con hormonas y otros tratamientos para estimular su período. Cuando se casó, a los 32, fue a ver de inmediato a especialistas en fertilidad. Luego de dos años de tratamientos en vano, acudió a mí. Le hice algunas recomendaciones respecto de la dieta y le sugerí algunas hierbas. Vino a verme durante meses para hacerse masajes y reflexología, y para su sorpresa —¡y también un poco para la mía!— comenzó a menstruar de manera natural.

Ayer, me envió este mensaje: “Desde ayer estoy con mi período. Sé que debería sentirme agradecida, pero no puedo evitar estar decepcionada…”.

Apenas recibí el mensaje, pensé: “¡Sí! ¡Gracias a Di-s! ¡Qué bueno! Es una señal de que está saludable y equilibrada!”. Pero volví a leer el mensaje un par de veces, en especial la parte que decía “no puedo evitar estar decepcionada…”. Esta clienta quería tener un hijo, y aunque el período era una señal de buena salud, también significaba que aún no estaba embarazada.

“¿Cuál es la mejor manera de responderle?”, me pregunté.

Cuando Di-s fue hasta Moshé para hablarle sobre la redención de Egipto, la dividió en cuatro pasos:

Por eso, diles a los hijos de Israel: “Yo soy Hashem, y yo los liberaré de la opresión de Egipto; los rescataré de su labor; los redimiré con brazo extendido y con grandes juicios; los llevaré hacia mí para que sean un pueblo y seré para ustedes un Di-s”.1

Nunca entendí la orden de la redención hasta que sufrí una pérdida. De hecho, fueron dos pérdidas. Mi querida suegra falleció y luego, dos meses después, perdí un embarazo. El dolor era insoportable, o así lo sentía yo. Recuerdo que en ese momento, sentía que había una nube negra suspendida sobre nuestro hogar, una nube negra que nos envolvía e impedía que entraran los rayos del sol. Vivíamos en un modo de supervivencia emocional.

Luego de la pérdida de mi suegra, el dolor permaneció con nosotros durante 12 meses, mientras mi esposo recitaba el Kadish de duelo. El día en que se cumplió un año de duelo, vi cómo la nube se alejaba de nuestro hogar. Al menos, pudimos recuperarnos de la pérdida y ver los rayos de sol, al saber que aquella mujer extraordinaria estaba en un mejor lugar, con nuestro Creador.

La del embarazo fue una pérdida distinta. Tuve que sanar el aspecto físico antes de poder salir de la oscuridad. Mi cuerpo necesitaba tiempo, mis hormonas necesitaban equilibrarse. Esta pérdida también necesitaba su duelo. No podía creer que hubiera ocurrido porque estaba segura de que el nacimiento de ese bebé sería un nejamá, un gran consuelo para mi esposo, que estaba de luto: ¿cómo podía ser que nos arrebataran también eso? Le pregunté a mi esposo: “¿Por qué? ¿Qué hice mal? ¿Por qué nos ocurre esto? ¿Qué puedo hacer mejor?”.

Él me dijo las palabras más reconfortantes: “Elana, detente. Ahora, que sientes tanto dolor, no es momento de analizarlo. Primero, sana”. Tenía mucha razón, porque una vez que salí de la crisis pude ver que había cosas que yo no entendía, y que eso estaba bien. Pude entender que mi cuerpo era el recipiente para un alma especial, que todo en la vida pasa por alguna razón, y que llevar esa alma era una misión especial. Pude entender que las cosas difíciles no son una señal de que Di-s nos rechaza o no nos ama. De hecho, en todo caso, es todo lo contrario, porque Él nos ama muchísimo. Pero no estaba lista para ver todo esto en medio de los acontecimientos.

Si te fijas, cuando Di-s menciona la redención, no comienza por decir: “Te redimo”. ¿Cómo empieza? “Te liberaré de la opresión”. Cuando una persona atraviesa un momento difícil de su vida, cuando se le presenta una prueba, primero necesita saber que va a superarla, que Di-s “la liberará de la opresión”. Cuando una persona siente dolor, no puedes decirle: “No sientas dolor, que todo es para mejor”. Por supuesto, si ella misma dice eso debes apoyarla, porque es absolutamente cierto, pero si no lo dice, dale tiempo. Sólo ayúdala a atravesar ese momento.

Primero, la persona sólo necesita salir del estado crítico. Incluso si la realidad no cambia, su mente y sus emociones necesitan salir de la crisis. Luego, con el tiempo, sanará y verá la redención, la salvación, el amor, la grandeza de la prueba misma.

Luego de que pasaran por mi cabeza todos estos pensamientos, le respondí a mi clienta. Le dije que sus sentimientos eran válidos, que es normal estar decepcionada. Agradeció mis palabras. Y luego siguió adelante con su vida, y más tarde ella misma me dijo lo agradecida y emocionada que estaba de que su cuerpo funcionara bien, y que la menstruación era una señal de que su salud era buena. A ese punto, mencioné que el primer día de un ciclo corresponde al primer día de la redención. Y expresé mis deseos de que, Di-s quisiera, su ciclo culminara nueve meses después con un bebé.