Estimados lectores:

La santidad es un concepto demasiado abstracto como para poder llevarlo a la práctica. Un santo está elevado y alejado del resto de los mortales. De hecho, la palabra hebrea para santificar (leakdish) también significa “separar” “aislarse”.

Por eso es raro cuando lo Torá nos ordena ser santos:

Ustedes deben ser santos, puesto que Yo soy Dios su Señor Yo soy santo.

Rashí comenta sobre esta orden que ser santos se refiere a alejarse de las relaciones sexuales prohibidas mencionadas en el capítulo previo.

Pero las enseñanzas del jasidismo interpretan que este versículo no se limita a los impulsos lascivos sino que se refiere a todos los placeres mundanos. Para lograr la santidad es necesario no ser materialistas ni guiar nuestras vidas solamente por aquello que nos da placer y satisfacción inmediata.

En esta misma parashá está la famosa regla de: “Ama a tu prójimo como a tí mismo”. El Tania nos dice que para poder cumplir esta mitzvá necesitamos antes que nada considerar los placeres del cuerpo como secundarios y priorizar las necesidades del alma.

Quien solo busca su propio beneficio y placer físico, nunca pondrá al prójimo en sus lista de prioridades, por el contrario lo utilizara para satisfacer sus caprichos. Mientras que quien hace hincapié en el disfrute espiritual ve al prójimo como un reflejo de sí mismo.

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy