¿El matrimonio está predestinado o depende de nuestros esfuerzos?

Por un lado, conocemos la idea de que la pareja de una persona es su bashert, es decir la persona que le fue predeterminada por la mano de Di-s. Pero esta creencia da lugar a muchas preguntas. ¿Todos tenemos un bashert? Y si es así, ¿por qué es tan difícil encontrar el propio? ¿Por qué muchos nunca tienen éxito? ¿El bashert es una certeza inevitable o hay excepciones? También sabemos de la necesidad de esforzarnos (hishtadlut) para encontrar a nuestra alma gemela: si una relación está predestinada por decreto divino, ¿hasta qué punto juegan un papel el esfuerzo humano y nuestra toma de decisiones en el proceso?

¿Quién arma las parejas en definitiva? ¿Di-s o el hombre?

El matrimonio es un tema primordial en la historia de los patriarcas y las matriarcas en el Génesis. Primero, el casamiento de Itzjak, descrito en detalle, cómo Abraham envió a su criado a que encontrara una novia para Itzjak y cómo al final Rivká conoció a Itzjak y se casó con él. Luego, cómo Itzjak y Rivká le indicaron a Iaacov que fuera en busca de su novia. La Torá luego profundiza sobre el viaje de Iaacov, su búsqueda y el cuidadoso proceso de descubrir a su alma gemela, y finalmente cómo formó una familia en Jarán.

De estos episodios se desprenden muchas lecciones fundamentales sobre el amor y el matrimonio, hoy más importantes que nunca.

Una de las ellas gira en torno a la naturaleza del amor y al misterio de la formación de parejas.

En el contexto de la partida de Iaacov a Beersheva con el objetivo de encontrar una esposa, el Midrash dice: “La pareja con la que se casa una persona no surge de nadie más que de Di-s”, y cita fuentes de las tres partes del Tanaj. “A veces un hombre va hacia la mujer que le fue designada (como sucedió con Iaacov); a veces ella viene hacia él (como pasó con Itzjak)”.

Luego el Midrash continúa:

Rabí Iehudá bar Shimón dijo: “Di-s asienta a los solitarios en una familia”.1

Una matrona romana le preguntó a rabí Iosei bar Jalafta: “¿En cuántos días creó Di-s su mundo?”.

“En seis días”, contestó él.

“¿Y qué ha estado haciendo desde entonces?”, preguntó ella.

“Di-s se sienta y arma parejas”, le dijo rabí Iosei.

“¿Esa es la ocupación de Di-s?”, preguntó ella con sorna. “¡Eso podría hacerlo yo también! ¡Tengo un montón de criados y criadas, y sería capaz de ponerlos a todos en pareja en no más de una hora!”.

“Puedes pensar que es sencillo, pero para Di-s es tan difícil como separar las aguas del mar Rojo”, dijo él.

Luego de que rabí Iosei partiera, la matrona formó en filas a sus criados y a sus criadas, cien en cada una, y les iba diciendo: “Este hombre se casará con esta mujer”, mientras formaba parejas entre ellos al pasar junto a las filas.

Pero cuando a la mañana siguiente volvieron al trabajo, uno tenía la cabeza lastimada, a uno le faltaba un ojo y uno tenía el pie roto.

“¿Qué pasa aquí?”, preguntó la matrona.

“No quiero esta pareja”, decían todos. Ellas decían: “No me voy a casar con él”; y ellos decían: “No me voy a casar con ella”.

La matrona mandó a llamar a rabí Iosei y le dijo: “No hay Di-s como el suyo. Cuando me explicó que Di-s está ocupado porque arma parejas, habló usted con sabiduría”.2

El Talmud repite esta idea cuando afirma que antes de que una persona nazca, Di-s le designa una pareja: “Una voz celestial emerge y convoca ‘a esta mujer para este hombre’”.3

Por otro lado, el Talmud dice que “un hombre y una mujer se unían sobre la base de sus méritos”.

¿Cómo reconciliamos estas dos ideas? ¿El matrimonio está ya designado por decreto divino o se basa en los actos y los méritos de una persona? Existen dos respuestas: Un Talmud en particular explica que la “primera unión” es por decreto divino mientras que la “segunda unión” se basa en los méritos de las personas.4 Y es por esto que “su unión es tan difícil como separar las aguas”, porque una pareja armada sobre la base de los méritos requiere de esfuerzos especiales para unir a dos personas que en un principio no eran compatibles.5 Otro Talmud propone una respuesta diferente: aunque primero en el cielo se arma la pareja de manera natural, la intervención humana –la plegaria– puede anular o cambiar el decreto divino (incluso el de la “primera unión”). De este modo, “está permitido comprometerse con una mujer en Jol Hamoed porque quizás alguien más la tome antes” si sus rezos cambian la decisión divina.6

Sin embargo, estas afirmaciones talmúdicas necesitan de explicación. De hecho, las opiniones difieren sobre lo que significa el enfoque que adoptan nuestros sabios respecto del proceso de unir parejas. Incluso las frases “primera unión” y “segunda unión” son objeto de varias interpretaciones: ¿Significa primer y segundo matrimonio o, como argumentan otros, la “primera unión” se refiere a la pareja predeterminada y la “segunda unión” es la que determinan los méritos?

A continuación presentamos un resumen de las numerosas perspectivas y opiniones respecto de qué tan importante es el rol que juega la intervención humana en el armado de parejas, de un extremo al otro.7

1. El decreto divino preasigna las parejas que se casarán. Las plegarias y los méritos sólo pueden ayudar a apresurar y facilitar el proceso. Cuando llegue el momento del casamiento, las almas se encontrarán sin demasiado esfuerzo ni dificultad.

2. Los rezos pueden anular por completo el decreto, y la persona puede encontrar una nueva alma gemela (una que no le haya sido asignada antes de su nacimiento).

3. Todos tienen la libre voluntad de casarse o no, pero una vez que la decisión de casarse ha sido tomada, la pareja será la que fue asignada en el cielo. A través de pedidos de misericordia, otra persona puede desposar a la mujer antes, pero su matrimonio será temporario.

4. La voz celestial no es un decreto sino que simplemente refleja la compatibilidad natural de las almas. Su naturaleza inherente predispone –y facilita– que se elijan el uno al otro. Pero lo hacen con libertad de elección; Di-s los guía a encontrarse en función de sus méritos, no por un decreto preestablecido.

5. Todos los matrimonios dependen de los actos de las personas. La divina voz tiene que ver con el poder de unir la materia y la forma, el alma y el cuerpo.

6. Según8 los escritos del Arizal,9 la primera vez que un alma desciende al mundo “una voz celestial emerge y decreta: ‘La hija de tal será para tal’”. Cuando llega el momento del matrimonio, la oportunidad se les da de inmediato sin esfuerzos ni dificultad. (Hasta ese momento, es posible que ella sea la esposa de otro hombre, como fue el caso de Uriá y Batsheva).10 A veces, sin embargo, uno no hace el mérito suficiente y no se casa con quien le estaba predestinado. (En esa situación, otro que no tenga una compañera asignada puede sustituirlo si pide misericordia).11 En cualquier caso, se le garantiza una pareja acorde a lo que merece.
A veces, el alma pasa por una transformación (del mal al bien o viceversa) y pierde a su compañera para casarse con otra, porque ya no es la misma alma. A veces, el alma reencarna para poder casarse con quien le está predestinado. A veces, reencarna por otras razones, pero como ha hecho tanto mérito, el alma que le está predestinada también reencarna con ella. Sin embargo, como ella ha pecado y ha sido forzada a reencarnar, hay fuerzas que se le oponen y evitan que ese matrimonio suceda. Esto está sugerido en la afirmación “Juntar a dos personas es tan difícil como separar las aguas del Mar Rojo”.12
Si la persona prevista no reencarna, armará pareja con un alma reencarnada que tampoco tenga compañera en esta reencarnación. Es muy difícil juntarlas porque tienen una naturaleza diferente.13 No obstante, deben ser compatibles entre sí desde el principio.14 Hay algunas opiniones que sostienen que si la segunda alma no es forzada a reencarnar, la primera se casará con otra en función de sus esfuerzos.15

Entonces, ¿las parejas se arman en el cielo o en la Tierra? Ambas respuestas son correctas. Como todo en la vida, somos socios de Di-s en la creación. La Divinidad envía a cada alma en su viaje único a lo largo de la vida y designa qué almas se pertenecen entre sí. Pero nosotros, humanos, a través de nuestras acciones y elecciones, podemos cambiar de rumbo para mejor (y también, lamentablemente, para peor).

Di-s creó su mundo en seis días. “¿Y qué ha estado haciendo desde entonces? Di-s se sienta y arma parejas”. Parejas tanto en el sentido literal —crear parejas para el matrimonio— y también en un sentido más general —crear fusión y unidad en un universo plural y fragmentado—.

Hoy no necesitamos que nos recuerden lo difícil que es crear y sostener matrimonios saludables. Algunos sienten que es incluso más difícil que separar las aguas. Aun así, encontramos en la búsqueda de Iaacov una lección formidable sobre cómo superar el desafío de construir relaciones duraderas.

La historia es la mejor maestra: a pesar de los duros desafíos de Iaacov –trabajar durante veinte años (!) para su cruel y corrupto tío y suegro, Labán; “de día me consumía el calor abrasador, y de noche la escarcha, cuando me arrebataba el sueño de los ojos”16 –, él salió adelante porque construyó la mejor familia que jamás existió: las doce tribus de las que nació el pueblo judío y que perpetuarían la civilización más noble de todas, que cambiaría la historia para siempre, ¡hasta el día de hoy!

El viaje de Iaacov, dirigido por Di-s, para encontrar a su esposa y formar una familia, nos enseña, nos inspira y nos empodera a cada uno de nosotros en nuestro propio viaje para encontrar a nuestra alma gemela. Por más difícil que pueda ser la búsqueda de una alma gemela, debes saber que la preocupación principal de Di-s es “armar parejas”. Y así como guió a Iaacov (y antes a Itzjak y Rivká en su matrimonio) y a los millones de matrimonios que les siguieron –sin los cuales hoy no existiríamos–, Di-s hoy sigue ocupado en armar parejas.

Pero los esfuerzos de Di-s necesitan de nuestra colaboración. A través de nuestra virtud y de nuestros rezos, de ser mejores personas, nos involucramos con Di-s en el misterioso –y arduo– proceso de unir almas en la bella danza que ondea por todo el cosmos y transforma el mundo y a todos a nuestro alrededor.