Durante 92 años vivió el Rebe entre nosotros, y prácticamente en cada charla que dio, en cada carta que escribió y en cada instrucción que impartió, el tema, el fin y el objetivo fueron el mismo: la llegada del Mashíaj y la consumación de la redención.

Este fue el objetivo del Rebe en cada programa que lanzó, cada acción que inició y cada comunidad que fundó: un mundo desprovisto de odio y de avaricia, un mundo libre de sufrimiento y de conflicto, un mundo cubierto de la sabiduría y la bondad de su Creador. Nada menos.

La idea de una redención universal, conducida por un líder global denominado Mashíaj (el consagrado) es un principio básico de la fe judía. El judío cree que el mundo que Di-s creó tiene el potencial de reflejar por completo la bondad y la perfección infinitas de su Creador. Y el judío cree que la realización de su objetivo es el propósito por el cual su alma ha sido introducida en un cuerpo físico y por el cual está viva aquí en la tierra.

El Rebe solía citar al Rambam, el gran sabio judío, que hace más de 800 años dijo: un solo acto, una sola palabra, incluso un solo pensamiento tienen el poder de inclinar la balanza y traer la redención al mundo.

El Rebe explicaba: como la naturaleza básica de nuestro mundo es perfecta y bondadosa, cada buena acción que hagamos es real y perdurable, mientras que cada cosa negativa no es más que eso, un fenómeno negativo, un vacío que espera a desvanecerse. De aquí la igualación entre el mal y el bien con la oscuridad y la luz. La oscuridad, no importa cuán ominosa e intimidante sea, no es más que la ausencia de luz. La luz no necesita combatir ni superar a la oscuridad para desplazarla: donde hay luz, no hay oscuridad. Un ápice de luz, entonces, puede disipar la oscuridad de todo un espacio.

No importa cuán oscuro parezca o se perciba el mundo, la luz está sólo a una acción de distancia.

El Rebe entendía esto y nos impartió esta visión. Si abrimos los ojos ante esta realidad, traeremos la redención al mundo. Hoy mismo.