Estimados lectores:

Esta semana tuvimos el 23° aniversario de fallecimiento del Rebe, de bendita memoria. Para los jasidim, o seguidores de sus enseñanzas, es un día complejo. Por un lado, nos embarga la tristeza de no tenerlo físicamente, de poder consultarlo en momentos de apremio, de recibir un dólar de su mano para tzedaká y elevarnos con su bendición. Pero por otro lado, tenemos la tranquilidad de que su legado está vigente y presente más que nunca. De hecho, el movimiento de Jabad Lubavitch, basado en sus enseñanzas y liderazgo, creció y sigue creciendo cada vez más al punto de ser una referencia para todo aquel que quiera aprender sobre el judaísmo, en especial después de su fallecimiento. Los jasidim sentimos cerca al Rebe en sus enseñanzas, en sus cartas y en su mensaje eterno de amor al prójimo.

Este evento acontece precisamente en la semana de parashat Jukat, en la cual hablamos de una de las mitzvot más cripticas de toda la Torá: la vaca roja. Está escrito que para purificar a quien había entrado en contacto físico con un muerto era necesario salpicarlo con las cenizas de una vaca colorada mezcladas con agua pura. Lo llamativo era que el sacerdote encargado de preparar estas cenizas quedaba él mismo impuro. Se dice que ni siquiera el rey Shlomó, que comprendió toda la Torá, pudo comprender este precepto.

Podemos relacionar esto con el fallecimiento del Rebe. En una de sus últimas sijot (discursos), dijo que él ya había hecho su parte para traer al Mashíaj y que ahora era nuestro turno. En vida del Rebe, los jasidim dejábamos en él toda la responsabilidad y la carga de traer al Mashíaj, nos apoyábamos en sus espaldas. Pero él tuvo que desaparecer para que nosotros nos empezáramos a hacer cargo, para que cada uno tomase iniciativa propia y supiera que es uno mismo el que lo debe hacer.

Así como el caso de la vaca roja, donde quien purifica termina impuro, a simple vista nos parece contradictorio, también el fallecimiento del Rebe nos resulta un día agridulce. Por un lado, nos cuesta no tenerlo físicamente, pero por otro lado sabemos que con la antorcha que él nos dejó estamos encendiendo todo el mundo de luz y divinidad.

Que entre todos logremos generar la redención con el Mashíaj pronto en nuestros días.

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy