Un grupo de cinco hermanas se acercó con valentía a Moshé ante todo el pueblo judío. Se trataba de las hijas de Tzelafjad, las mujeres que tuvieron el privilegio de que se le agregara un capítulo a la Torá en su nombre: Majlá, Noa, Joglá, Milká y Tirtzá. Esta es su historia.

La división de la tierra

Habían pasado cuarenta años desde el éxodo de Egipto, y no faltaba mucho para que el pueblo judío entrara a la Tierra Prometida. Di-s le había informado a Moshé que el territorio de cada tribu quedaría determinado, entre otras cosas, por azar. Cada hombre de la tribu recibiría una parcela de tierra dentro del territorio de su tribu. Cuando ellos muriesen, sus hijos heredarían la propiedad, lo que garantizaría que cada parcela permaneciera en la familia a la que había sido asignada originalmente.

Un hombre, Tzelafjad, de la tribu de Manashé, solo tenía hijas. Tzelafjad murió en el desierto (volveremos sobre ello), y sus hijas estaban preocupadas porque no recibirían una parte de la tierra de Israel. Entonces se dirigieron a Moshé y le pidieron que les garantizara la tierra que hubiera estado destinada a su padre.

La Torá presenta esta escena:

Y se presentaron delante de Moshé, delante del sacerdote Eleazar, delante de los jefes y de toda la congregación, a la entrada de la tienda de reunión, diciendo: “Nuestro padre murió en el desierto, aunque no estuvo entre el grupo de los que se juntaron contra Hashem, en el grupo de Kóraj, sino que murió por su pecado, y no tuvo hijos varones.

“¿Por qué ha de desaparecer el nombre de nuestro padre de entre su familia sólo porque no tuvo un hijo varón? Dadnos herencia entre los hermanos de nuestro padre”.

Y Moshé presentó su caso ante Hashem. Entonces Hashem habló a Moshé, diciendo: “Las hijas de Tzelafjad tienen razón en lo que dicen. Ciertamente les darás herencia entre los hermanos de su padre, y pasarás a ellas la herencia de su padre”. (Bamidbar 27:2-7).

De hecho, gracias a ellas, las leyes de herencia siguen este precedente. Desde entonces, quien muriera sin hijos varones dejaría su herencia a sus hijas mujeres.

El pecado de Tzelafjad

Sus hijas dijeron que Tzelafjad había muerto “por su pecado”. El Talmud1 cita dos opiniones sobre cuál fue el pecado, aunque ambas están de acuerdo en que fue cometido con buenas intenciones.

Una opinión dice que Tzelafjad estaba entre los ma’apilim, los judíos que amenazaban con atacar la tierra de Israel. Luego del pecado de los espías,2 Di-s decretó que los judíos vagarían por el desierto durante 40 años, hasta que toda esa generación hubiera muerto. Al enterarse de las consecuencias lamentables de su error, un grupo de judíos intentó rectificarlo. Sin hacer caso a la advertencia de Moshé de que no tendrían éxito sin la bendición de Di-s, intentaron invadir Israel a través de las montañas. Los amalequitas y los cananeos los hicieron retroceder y los masacraron, pero sus intenciones eran buenas.

La otra opinión es que Tzelafjad era el hombre anónimo que había sido ejecutado por recolectar madera en shabat.3 Aquí también, el Midrash4 le atribuye intenciones positivas a este acto.

Según este Midrash, Tzelafjad escuchó a unos israelitas decir que su sentencia de vagar en la naturaleza significaba que ya no tenían que observar los mandamientos. Para probarles que no estaban en lo cierto, transgredió el shabat para dar una lección que le costó su propia vida.5

En un nivel más literal de interpretación, Rashi observa que al señalar que él no había sido parte de la rebelión de Kóraj, las hijas de Tzelafjad querían hacer énfasis en que su padre había pecado solo y no había arrastrado a otros con él. El Ramban, sin embargo, entiende sus palabras de una manera diferente: ellas creían que Moshé odiaba el pecado de Koraj más que ningún otro, y por eso quisieron asegurarle que su padre no había participado.6

Cualquiera haya sido el pecado de Tzelafjad, no era tan severo como para que un nombre fuera borrado de la historia judía. Por el contrario, gracias a sus hijas, su nombre tiene connotaciones positivas.

Las hijas de Tzelafjad

Aunque hay pocos detalles particulares sobre las hermanas, una lectura cuidadosa de las fuentes provee un retrato de mujeres inteligentes y piadosas.

La inteligencia de las hermanas se evidencia en la clara presentación que hacen del caso. De hecho, Di-s mismo respalda sus argumentos al decir: “Las hijas de Tzelafjad tienen razón en lo que dicen”.

En todos los lugares donde se presentan los nombres de las cinco hermanas, aparecen en órdenes diferentes. Esto es para demostrar que las cinco eran igual de sabias y honradas.7

También sabemos8 que aunque se casaron a una edad avanzada, todas fueron bendecidas con hijos.

Antes que nada, sin embargo, las hermanas Tzelafjad representan el amor de la mujer judía hacia la Tierra de Israel. Nuestros sabios observan el contraste entre los hombres, que tenían miedo de entrar a la tierra y gritaban: “¡Nombremos un jefe y volvamos a Egipto!”9 , y las mujeres, que estaban impacientes por poseer las tierras e incluso exigir una parte de ellas.

Los nombres de dos de las hermanas, Noa y Tirtzá, se han vuelto populares nombres israelíes.

Eventos posteriores

Algún tiempo después de los eventos mencionados, los parientes de Tzelafjad se dirigieron a Moshé con otra preocupación: si estas mujeres se casaban con hombres de otra tribu, sus tierras terminarían siendo transferidas a sus hijos (que pertenecerían a esa otra tribu) y ya no serían de la tribu Manashé. Moshé transmitió la respuesta de Di-s: por supuesto que las hijas de Tzelafjad debían casarse únicamente dentro de su propia tribu. Como era debido, las cinco se casaron con sus primos.

Durante los catorce años siguientes, toda mujer que heredara la propiedad de su padre solo podría casarse con alguien de la misma tribu. Sin embargo, luego de que la tierra fuera conquistada y dividida, esta ley perdió vigencia; desde entonces, una heredera puede casarse con el hombre que desee. Esto fue declarado ley oficial el 15 de av, y es por supuesto una de las razones por las que celebramos esta fecha.10