“ Soy adicta a mi celular. Es lo primero que veo en la mañana y lo último que chequeo antes de dormir. Cuando estoy en una cola, en una luz roja, en una fiesta, o tan solo caminando y sintiéndome aburrida, abro mi email o Facebook o Twitter o veo chismes de celebridades.
Cuando comencé a convertirme al Judaísmo seis años atrás, sabía que no iba a ser fácil dejar mi celular en Shabat y las festividades. Aunque intelectualmente sabía que iba a ser bueno para mí.
Aprendí que mirar el celular antes de acostarse lo mantiene a uno despierto. Sabía que era algo que distrae. Era consciente que me hacía parecer mucho más introvertida de lo que realmente soy porque estaba mirando a mi celular en las fiestas. Probablemente debería haber parado. Pero siempre he sido alguien que no puede relajarse y dejar que la mente vague.
Afortunadamente, dejar mi computadora en Shabat fue fácil porque en la Torá dice claramente no trabajar. Uso mi computadora principalmente para trabajar, por lo que la dejé de lado cada Shabat desde el comienzo de mi proceso de conversión. La televisión tampoco fue un gran problema, ni siquiera tengo cable, por lo que fui capaz de respetar esta regla. ¿Pero mi celular?
Lo racionalicé en mi cabeza. Me convencí equivocadamente a mi misma que no era trabajo porque lo estaba usando para socializar y entretenerme. Solo estaba encendiendo esta pequeña luz una vez, y luego quedaría encendida. Si mi novio (ahora esposo) no estaba en la ciudad porque estaba viajando haciendo comedia, chequearía Facebook para sentirme menos sola.
Al avanzar en mi conversión, asumí más y más leyes de las festividades y Shabat. Eventualmente, lo único que no estaba haciendo bien al pie de la letra era chequear mi celular.
Trabajé sobre mi misma hasta el punto en el que estaba mirando mi celular en las festividades, excepto en Iom Kipur, porque me parecía la festividad más importante. Pero todavía chequeaba mis mails y cuentas en los medios sociales los otros días. Miraba lo que la gente me mandaba, pero no respondía porque entonces estaría “trabajando”. No actualizaba mi status en los medios sociales porque no quería mostrar públicamente lo que estaba haciendo y dar un mal ejemplo.
Por dentro, me sentía avergonzada. Miraba alrededor en la sinagoga y pensaba, “apuesto a que soy la única aquí que chequeó su celular hoy.” Sentía como que no encajaba. Me sentía una impostora.
Entonces un Shabat, decidí dejar mi celular. Mi esposo me convenció que me estaba arruinando el Shabat y las festividades; y no podía discutírselo.
La primera vez fueron 25 horas difíciles, pero lo hice. Y cuando fui a chequearlo después de Havdalá, no me había perdido ninguna llamada de emergencia, o mensajes de texto importantes, o mails diciendo que me había convertido en una escritora famosa y había ganado 10 millones de la noche a la mañana. Así que la próxima semana lo intenté de nuevo. Y lo hice. Y luego la próxima semana lo dejé de nuevo. Logré no chequearlo.
Ya había estado libre de celular en las festividades y Shabat por un tiempo. Entonces se acercó Rosh Hashaná y pensé que esta iba a ser la prueba más grande. Había pasado Pésaj y Shavuot sin mi celular, lo que significaba que no lo miraba durante varios días seguidos. Pero ¿11 días en octubre sin mi celular?
Decidí firmemente que no me iba a preocupar. En vez de pensar en mi trabajo o el mundo exterior, iba a sumergirme en las festividades y celebrarlas como nunca lo había hecho antes.
Mi compañera de estudio de Torá me dijo que el “Rey está en el campo” en el mes que precede a las Altas Festividades. Esto significa que D-os realmente puede ser sentido en estas festividades. Pensé que si esta era la época para conectarse de verdad, no iba a perder la oportunidad.
A lo largo de las comidas de Rosh Hashaná, les dije a mis invitados algunas palabras de Torá que había aprendido y les pedí que hablaran sobre lo que ellos sabían. Canté canciones, pasé tiempo con familia y amigos, y opté por quedarme despierta en vez de dormir una siesta como siempre hacía. Fue grandioso.
Siempre temí Iom Kipur, pero no quería hacerlo. Es la festividad preferida de mi marido. Él me explicó que es un día cuando nos dejamos de lado a nosotros mismos y nuestras necesidades materiales, y nos enfocamos verdaderamente en ser uno con D-os. Quería experimentar eso.
Pensé sobre mis errores del año pasado y cómo quería mejorar el siguiente año, y le recé a D-os. En vez de dormir como había hecho antes, aprendí lecciones de la Torá en la Sinagoga. El ayuno fue el más fácil que había tenido.
Para Sucot, construimos una Suca y la hicimos hermosa. Tuvimos unos 30 invitados, y tuvimos invitaciones a casas de amigos y vecinos. Comí en la Sucá y disfrute aplaudiendo y cantando con las canciones en la sinagoga.
Cuando terminaron las festividades estaba triste, algo que nunca había experimentado. Por primera vez, sentí que me había sumergido en las festividades, y que realmente había fortalecido mi conexión con D-os. Atribuyo mucho de esto a que no usé mi celular.
He aprendido que lo que pasa en el mail o Facebook no era la cosa más importante de mi vida. Era solo una distracción de lo real, que es fomentar una relación con D-os y con aquellos a mi alrededor. Me había dado cuenta de lo que realmente importa, y no iba a dejarlo nunca.
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