Si bien el pueblo judío comenzó con los descendientes de Abraham, Itzjak y Iaacov, muchas personas se han convertido al judaísmo a lo largo de los milenios, empezando por la “heterogénea multitud” que partió con nosotros desde Egipto. Hoy hay judíos africanos, judíos japoneses, incluso judíos esquimales. Parece difícil que semejante mezcla pueda ser denominada “raza”.

(De hecho, no existe tal cosa como la “raza”. El término “raza” implica, para la mayor parte de la gente, la existencia de diferentes categorías de seres humanos según su composición genética. La realidad es que la genética no aporta fundamentos para estas distinciones. Por ejemplo, desde el punto de vista genético, un africano de una determinada familia puede tener más en común con un sueco que con otro africano).

Lo que se podría decir es que somos una “familia”. Una familia puede adoptar a otros como propios. Pero hay condiciones para la adopción. Hay que respetar las reglas familiares. En nuestro caso, esas reglas tienen que ver con la misión que recibimos en el monte Sinaí hace más de 3300 años.