Años atrás entraba en pánico cada vez que tenía una reunión en línea. Como no tenía mucha inclinación por la tecnología, me preocupaba cometer algún error muy tonto. Trataba de programar la reunión para después de las 4:15 pm, para que pudiera ayudarme mi asistente técnico: mi hijo de diez años, que para ese momento ya habría vuelto de la escuela.
Hoy mi hijo pasa su tiempo estudiando en una ieshivá, pero aún me ayuda a la distancia. Mi nueva asistente personal es mi hija de 12 años. Para ella, y para las generaciones más jóvenes, la tecnología es intuitiva.
¿Por qué los niños son tanto mejores con las aplicaciones, los juguetes electrónicos y las computadoras que los adultos?
Investigadores de la Universidad de California se propusieron averiguarlo.
Descubrieron que los niños pequeños, incluso los que tienen 4 años y todavía no saben atarse los cordones, son mejores con estos dispositivos que los adultos.
La psicóloga Alison Gopnik, quien estuvo a cargo del estudio, piensa que se debe a que el enfoque de los niños para resolver problemas es diferente: intentan con una serie de ideas innovadoras y estrategias inusuales. “El aprendizaje a partir de la exploración está en la naturaleza de los niños pequeños. Los adultos, por su parte, buscar la solución más obvia, la más fácil, e insisten en aferrarse a ella incluso cuando no funciona”, dice Gopnik.
Cuando buscan una solución, los adultos confían en la manera de hacer las cosas que ya conocen, haya resultado exitosa o no en el pasado. Los niños, por otra parte, tienen un pensamiento mucho más flexible y fluido, y están mucho más dispuestos a explorar una hipótesis poco probable. De hecho, cuanto más pequeño es el niño, más flexible es su pensamiento.
A menudo nos quedamos atascados en lo que conocemos, por miedo a hacer los cambios necesarios y salir de nuestra zona de confort. Encaramos nuestras relaciones ejecutando siempre la misma danza y reaccionamos por instinto, incluso si eso ha intensificado el conflicto en el pasado. Resolvemos los problemas mediante los mismos métodos ya ensayados, aunque nos hayan generado problemas. Podemos tener miedo de dejar un trabajo o una circunstancia que no nos hace felices sólo porque eso es todo lo que conocemos.
En la parashá de esta semana, en la que los espías vuelven de investigar la Tierra de Israel, todos menos dos dan un falso informe negativo. Dice una de sus afirmaciones:
“Es una tierra que se devora a sus habitantes” (Bamidbar 13:32).
La palabra que usan para “sus habitantes”, ioshvehá, significa literalmente “quienes están asentados (en ella)”.
El maestro jasídico rabí Itzjak de Vorka extrapola de estas palabras: “La Tierra Prometida no tolera (sino que ‘consume’) a aquellos que están asentados en ella, conformes con sus logros…”
La santidad implica no dejar de saltar para llegar cada vez más alto. No podemos permitir que nuestras vidas se “asienten” en el estancamiento; en cada etapa necesitamos explorar nuevas oportunidades para crecer.
A través de su experiencia técnica y su desprejuiciada curiosidad constante, los niños nos recuerdan que nuestros patrones cotidianos no deberían dejarnos atrapados en la rutina. Para prosperar, tenemos que abrir la mente a nuevas posibilidades y seguir apuntando alto.
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