Mi padre está en el negocio de las inversiones. Desde que tengo memoria, nuestra casa siempre estuvo llena de periódicos como The Wall Street Journal y el Financial Times, aunque últimamente las ediciones electrónicas han reemplazado al papel.

En una visita reciente a mis padres en Israel, pasé horas con mi padre en un “curso intensivo de Economía”. Aprendí sobre el funcionamiento del mercado de valores; escuché un análisis sobre por qué la gente no vio venir la crisis financiera, y aprendí por qué, por más terrible que sea esta crisis, no se compara con la Gran Depresión. Pero lo que me quedó más grabado fue algo muy simple que dijo mi padre: “Estas dificultades económicas”, me dijo, “empezaron en Wall Street y terminarán en la calle principal”.

Regresé a casa, en Vladivostok, Rusia, y observé cuánto se había visto afectada la calle principal, en mi caso Okianski Prospekt, una larga calle con cientos de enormes edificios de departamentos.

Rusia se vio golpeada incluso más que otros países. El mercado de acciones de Rusia perdió el 75% de su valor. El precio del petróleo, una enorme parte de la economía rusa, ha caído de más de $100 a $40 el barril. Además de esta dificultad, la clase media rusa casi no existe. Hay una enorme brecha entre la clase alta y la más baja. La clase alta, por supuesto, se ha visto muy afectada, y la clase baja se encuentra en la lucha por sobrevivir.

Una mujer de mi comunidad me contó sobre una época, durante la era soviética, en la que no tenía casi nada. Solía esperar en una fila durante horas con expectativas de recibir su ración de harina, o cereales, o arroz y frijoles. Luego los llevaba con cuidado a casa y los ponía en contenedores separados en un aparador de su cocina, para racionarlos. Un día, su bebé gateó hasta el armario y vació todos los contenedores en un lío bastante bonito. Mezcló todos los cereales y provisiones, que sería imposible volver a recibir hasta quién sabía cuándo.

Como no le quedaba otra alternativa, estoy seguro de que ordenó todo ese desastre: separó los frijoles del arroz y tamizó la harina, hasta que obtuvo de nuevo una situación manejable.

Creo que esta historia esconde dentro de sí una lección. Di-s nos lanza cosas, nos confunde y mezcla nuestro orden y nuestros planes de vida, y también nuestro sentido de la seguridad. Y siento que nuestra tarea es, luego de la desazón inicial, ponernos a trabajar para organizar las cosas y restablecer el orden.

Entonces, ¿qué tan preparados estamos para lidiar con una abrumadora crisis financiera?

El Rebe solía decirle a la gente que la riqueza es una prueba, porque en general, cuando uno está cómodo, es más difícil mantenerse enfocado. De alguna manera, nuestro cableado interno es tal que, cuando se enfrenta a una crisis, salimos en busca de Di-s, de espiritualidad y de sentido.

No obstante, le decía él a la gente, esa prueba es el desafío de nuestra generación. Nuestro trabajo es tener riqueza, mucho dinero contante y sonante, y convertirlo en algo bueno: usar ese dinero para lo divino.

Cuando nos enfrentamos a cualquier pregunta, nos enseñan a buscar en la Torá y ver lo que nos dice. La Torá, nos han enseñado nuestros sabios, viene de la palabra hebrea hora’ah: lección. La Torá es, en esencia, una guía y una lección para nosotros, para todos los tiempos y para todas las situaciones.

Cuando la Torá enseña la ley del diezmo, dice “aser tisaser”: “y darás con seguridad un décimo de tus ganancias a la caridad”. Los comentarios explican que el doble significado de aser tisaser —que puede ser entendido como un fortalecimiento de los términos, de ahí la frase “y darás con seguridad”— tiene también otro significado. Tiaser, “darás el diezmo”, viene de la misma raíz que tisasher, “serás rico”. El versículo también está diciendo Aser (“da el diezmo”) y tisasher (“serás rico”).

En otras palabras, cuando damos a caridad, Di-s nos da la capacidad de hacerlo en abundancia. De esta promesa —que cuando des a caridad Di-s te recompensará con mucho más— Di-s dice: "ubijanuni na b'zot", “ponme a prueba con esto”. Inténtalo, nos dice, da algo a caridad; y verás que recuperarás ese dinero y más.

Por más contraintuitivo y poco creíble que sea este consejo, que va en contra de cualquier tipo de lógica de nuestra mente, he visto a algunas personas especiales que lo siguen muy seriamente.

George Rohr, el fantástico filántropo, dona una enorme suma de dinero a Rusia y a los emisarios de Jabad de allí para que puedan continuar con su trabajo. En la reciente convención de Nueva York anunció que, a pesar de la crisis financiera, sus donaciones no disminuirán. Continuará honrando todos sus compromisos. En un momento en el que todos afirman que no pueden permitirse donar a caridad —después de todo, la caridad es el primer “lujo” que uno resigna cuando afronta una crisis— esta declaración es simplemente asombrosa y muy reconfortante.

En mi propia comunidad, hay un hombre que decidió que no sólo continuará con sus donaciones, sino que las aumentará. Aprendió de algo que escribió el Rebe: que cuando uno se lleva a sí mismo más allá de los límites y hace cosas que van mucho más allá de sus capacidades, ya sean buenas acciones, mitzvot o actos de caridad, abre nuevos canales para que las bendiciones de Di-s manen hacia uno.

Él lo interpretó de manera literal. Ha estado ayudando a patrocinar celebraciones en nuestra sinagoga, porque cree que a través de la alegría compartida de estas celebraciones podemos abrir verdaderamente nuestros corazones a Di-s. Ahora ha decidido que pagará toda la cena luego de los rezos. Y todo esto a pesar de que sus ingresos hoy sean un 25% de lo que eran hace un año.

Si hay alguien que puede enfrentar una situación tan difícil como la que vive hoy el mundo, ese es el pueblo judío. Miles de años de una dolorosa historia nos han enseñado cómo ser resilientes frente a las crisis y cómo seguir, siempre hacia adelante. Las mujeres judías, en particular, han sido vistas a lo largo de la historia como la fuerza que movilizó a todo el pueblo judío. En Egipto, enfocadas y determinadas, sus esfuerzos terminaron por llevar a la redención del pueblo.

Que Di-s nos dé la fuerza para enfrentar este difícil desafío y para hacer lo que debe hacerse. Y que al hacer lo correcto lleguemos a un tiempo mucho mejor: el tiempo de la bondad y la seguridad.

Booble Goom, una enorme tienda para niños que hay aquí, puso carteles en toda la ciudad el mes pasado: “¡Feliz Año Nuevo!”, dicen, “¡Sin crisis!”. Apoyo la idea.