Pregunta:

Me convertí al judaísmo y estoy muy feliz. Siempre me he sentido acogida por la comunidad. Pero estoy molesta por la ley que dice que una conversa no puede casarse con un cohen. Si soy una judía con pleno derecho, ¿por qué no soy suficientemente buena como para casarme con la tribu sacerdotal?

Respuesta:

Una conversa puede casarse con un rey. Una conversa puede casarse con un profeta. Una conversa puede casarse con un rabino, el escalón más alto de la sociedad judía. Por lo tanto, no tiene sentido decir que una conversa no puede casarse con un cohen porque son ciudadanas de segunda clase. Debe haber alguna otra razón.

Cuando la Torá prohíbe un matrimonio, nunca es porque una de las partes no es lo suficientemente buena para la otra. Es porque las partes no se corresponden entre sí. No son almas gemelas. En el caso del cohen y la mujer conversa, las dinámicas de sus almas chocan, sus energías espirituales se contradicen, y por eso no pueden casarse.

La santidad del cohen es hereditaria. Si tu padre es cohen, eres cohen. El sacerdocio es un derecho de nacimiento que no se logra a través del esfuerzo ni el mérito. Es un honor que se otorga al nacer.

La santidad del converso es exactamente lo contrario. El converso no nació judío. Él o ella lo eligió. Ellos logran el judaísmo por su propia iniciativa y con trabajo duro. Son almas hechas a sí mismas.

Entonces estas dos almas, el Cohen y el converso, se mueven en direcciones opuestas. El Cohen recibe su poder desde arriba. El converso crea su propia energía del alma desde abajo. El Cohen tiene la habilidad de traer bendiciones a otros, al igual que su alma le fue dada como una bendición. El converso tiene el poder de la innovación, de la iniciativa, de crear santidad desde cero. Por esta razón, sus almas no son pareja.

Tanto los cohenim como los conversos tienen una santidad impresionante. Es un gran privilegio ser dotado con el alma de un Kohen. Y, sin embargo, el alma de un converso que se ha hecho a sí mismo tiene un nivel de experiencia con la que la santidad heredada no puede competir. Sin duda no son almas de segunda clase.

El cohen está coronado con un legado de generaciones pasadas. Un converso crea su propio legado para las generaciones futuras. El pueblo judío es más rico por cada uno de ellos.