En el capítulo anterior, hemos explorado los diferentes puntos de vista de Viktor Frankl y Sigmund Freud sobre la naturaleza humana en general. ¿De qué están hechas las personas? ¿Qué hay realmente bajo la superficie de las máscaras que llevamos y presentamos al mundo? ¿Somos seres fragmentados motivados por deseos contrapuestos, o somos almas aspirantes que buscan un significado más profundo y una conexión con los demás?
Las respuestas a estas preguntas que suscribimos no son sólo teóricas o académicas, sino definen en nuestra mente qué es ser humano, lo que a su vez valida o desafía lo que consideramos objetivos y comportamientos aceptables o alcanzables.
En muchos sentidos, nuestras vidas son nuestra respuesta personal a la más existencial de las preguntas: ¿Quién y qué soy?
En el presente capítulo continuaremos esta línea de investigación mientras analizamos una ramificación adicional del Sesgo de Positividad del Rebe, tal como se aplica al alma judía en particular.
Hipócrita redefinido
Cierta vez un hombre le dijo al Rebe que se sentía como un hipócrita cuando asistía a la sinagoga en Iom Kipur, siendo que no asistía el resto del año. El Rebe respondió que el lugar natural de un judío es la sinagoga.
“No eres un hipócrita cuando asistes a la sinagoga en Yom Kipur”, dijo. “Eres un hipócrita cuando no asistes a la sinagoga el resto del año”.1
Muchos judíos luchan con su identidad judía. En función de cómo se hayan criado, o del estilo de vida que lleven, tienden a pensar en sí mismos como “malos judíos” o “buenos judíos”, religiosos o seculares, etc. Esta autodefinición influye luego en sus decisiones de participar o no en la vida y los rituales de la comunidad. Sin embargo, según el Rebe, ser judío significa que el cumplimiento de las mitzvot es lo más natural y realmente auténtico que uno puede hacer. Cualquier otra cosa no es más que otra expresión de exilio de la propia alma.
El Rebe enfatiza aún más este punto en una carta a un individuo que había procurado su consejo:
No se puede hablar de hipocresía cuando un judío estudia Torá y conduce su vida de acuerdo con la Torá y las mitzvot, aunque algunas de sus otras acciones, incluso los sentimientos, no siempre armonicen con su estudio y observancia de la Torá; porque la incongruencia no radica en actuar de acuerdo con la Torá y las mitzvot, sino en actuar en contra de la Torá y las mitzvot.2
El Rebe consideraba que el alma judía es más sana y más plena cuando está alineada con la Torá. Este es, de hecho, el estado más natural de vitalidad de un judío, y cualquier otra cosa está en contradicción a su sistema. En consecuencia, trabajó incansablemente como una especie de quiropráctico espiritual, realineando a toda una generación y reconectando a cada uno de nosotros con nuestra verdadera fuente de energía y propósito.
El árbol genealógico de la vida
En una carta dirigida a un joven que informó al Rebe sobre su venidero bar mitzva, el Rebe añadió la siguiente nota:3
Con respecto a lo que me escribes acerca de que “provienes de una familia secular”: ciertamente la “secularidad” es una condición secundaria y una “vestimenta” externa que cubre tu esencia y tu ser. Porque cada miembro de tu familia es hijo de Abraham, Itzjak y Iaakov, e hija de Sara, Rivka, Rajel y Lea; y, tras ellos, hubo decenas de generaciones de discípulos de la Torá y observantes de sus preceptos.
Di-s le dio al hombre la posibilidad de elegir sus acciones; sin embargo, éste no puede cambiar en absoluto la esencia y el ser de su genuina naturaleza.
Nuestras familias y nuestras vidas pueden parecer firmemente seculares en la superficie. Pero esto traiciona nuestra disposición de origen como “creyentes e hijos de creyentes”. Según el Rebe, la fe es la piedra angular de nuestra conciencia individual y colectiva. Todo lo demás son añadidos cosméticos en una fachada, por así decirlo.
En una carta relacionada,4 el Rebe aclara más este punto:
Debo hacer una salvedad sobre lo que hacia el final de su carta usted llama “mi judaísmo perdido”. La expresión “perdido” no encaja realmente aquí, pues ninguna persona puede perder algo que es su verdadera esencia y naturaleza interior. Lo que sí es posible es que esta verdadera esencia de una persona se encuentre a veces en un estado de “inactividad”, o cubierta con varias capas de sustancias ajenas, incluso que están en discrepancia con dicha esencia. Pero esta esencia nunca puede “perderse”; sino tan sólo permanecer dormida, por así decirlo, en lugar de estar activa y expresarse en la superficie como debería.
En esta carta, el Rebe hace una distinción entre las acciones o las apariencias externas de una persona y su esencia o aspecto más interno. Según las enseñanzas jasídicas, así como la psicología, el ser humano es un ser geológico, con estratos sobre estratos de sedimentos psíquicos y espirituales asentados bajo la superficie. Desde el punto de vista del Rebe, debajo de todos nuestros deseos, influencias, ambiciones e impulsos que compiten entre sí, hay algo unificado, completo e infinito: un alma eterna creada a imagen y semejanza de Di-s. Eso —y no las diversas fuerzas internas que claman por nuestra atención— es lo que nos define; eso es lo que realmente somos, si tan sólo pudiéramos acallar las tormentas del ego para escuchar la apacible voz del alma.
De raíces y frutos
En cierta oportunidad, el Profesor Velvl Greene consultó al Rebe si la noción freudiana del consciente y subconsciente tiene algún paralelo en el judaísmo.
En respuesta,5 el Rebe se refirió a la explicación de Maimónides sobre una cuestión halájica específica,6 en la cual el Tribunal rabínico tiene la potestad de intervenir en la conducta de un individuo para que actúe de acuerdo con la ley prescripta. A primera vista, ello puede parecer una “manipulación” de un testigo o acusado para obtener la respuesta o el resultado deseado. Sin embargo, el Rebe emplea de forma creativa la división de Freud de la psique humana para revelar las dimensiones psico-espirituales más profundas de la norma halájica de Rambam.
..Utilizando la terminología contemporánea [como lo solicita en su pregunta original]: El estado consciente de un judío puede verse afectado por presiones externas que inducen estados de ánimo e incluso comportamientos contrarios a su subconsciente, que es la naturaleza esencial del judío. Que se eliminen tales presiones externas no constituye un cambio o transformación de su naturaleza esencial, sino que, por el contrario, es simplemente la reafirmación de su carácter innato y genuino....
El Rebe consideraba que el alma judía es intrínsecamente íntegra y sagrada en su raíz, por lo que los frutos de nuestras acciones pueden volverse rancios sólo en la superficie. Nuestra esencia, sin embargo, es siempre pura y predispuesta a la Divinidad.
Cierto discípulo de una comunidad jasídica vecina visitó en una ocasión al Rebe para una bendición. Luego de conversar sobre su asunto personal, el Jasid hizo un cuestionamiento: “El Talmud afirma 7 que “incluso los 'transgresores de Israel' tienen tantas buenas acciones como semillas tiene una granada”. ¿Pero no es una afirmación contradictoria? Si alguien es realmente un 'transgresor de Israel', ¿cómo puede decir el Talmud que está lleno de buenas acciones?” El Rebe cerró los ojos y asintió, comenzando a llorar en silencio.
“Tengo otro cuestionamiento sobre ese mismo pasaje”, respondió el Rebe. “Si ese judío del que hablamos está verdaderamente 'lleno de buenas acciones', ¿cómo puede ser llamado 'un transgresor de Israel'?”.8
Notoriamente, estos diferentes puntos de vista no tienen nada que ver con el porcentaje de buenas acciones frente a los pecados cometidos por quienes el Talmud llama “transgresores de Israel”. Porque todo el mundo sabe que incluso los pecadores tienen también algunos méritos, y por la misma razón incluso las personas virtuosas tienen defectos.
La verdadera cuestión que plantea esta historia es, por tanto, de esencia: ¿Tales judíos son en esencia pecadores que han realizado algunas buenas acciones, o son esencialmente virtuosos en su raíz, independientemente de que hayan cometido algunos deslices? En otras palabras, ¿qué es lo que define la esencia de un judío: la inclinación a hacer el bien o lo contrario? ¿Qué fuerza es intrínseca al alma judía y cuál es adquirida?
El Rebe argumentó una y otra vez, a menudo a pesar de la oposición, que es la calidad y la Divinidad del alma judía lo que define quién y qué es un judío, independientemente de su nivel de observancia religiosa. Como enseña el Talmud: 9 “Incluso cuando el pueblo de Israel ha pecado, aún se llama Israel”. Cualquier desviación temporal de esta esencia pura es sólo eso: una desviación de la norma eternamente establecida. Como explica el Tania: “Incluso mientras se consuma el pecado, el alma Divina siempre cree en el Único Di-s y permanece fiel a Él”.10
He aquí, pues, un ejemplo clásico de dos individuos que miran un texto idéntico pero observan algo radicalmente diferente. Lo que queda claro de esta historia no es sólo la disposición espiritual de los judíos tal como se debate en el Talmud, sino también la disposición de ánimo de los que debaten. Porque cada uno elige en qué centrar su atención: en los aspectos negativos o en los positivos que están en juego.
Como ilustra esta historia, todos somos inevitablemente parciales de alguna manera. La pregunta es: ¿cuál es tu sesgo? Cuando juzgas a los demás, o incluso a ti mismo, ¿buscas activamente destacar lo positivo o lo contrario? Depende de ti decidirlo.
Porque, a fin de cuentas, vemos lo que buscamos.
El espíritu de insensatez
Sin embargo, la discusión anterior plantea una pregunta importante e inevitable: Si soy tan virtuoso, ¿de dónde viene el pecado?
En respuesta, el Talmud manifiesta profundamente:11 “Una persona no comete una transgresión si no entra en ella un espíritu de insensatez”. Lejos de ser innecesariamente metafórico, el Talmud se pronuncia aquí precisamente sobre nuestra pregunta acerca de la constitución de un ser humano.
A diferencia de otros —ya sean religiosos o seculares— que creen que la humanidad, debido a alguna mancha o disposición original, es egoísta y pecadora por naturaleza, el Talmud sugiere que somos en esencia seres virtuosos y, sin embargo, vulnerables a las artimañas de un “espíritu de insensatez” externo. Si no se detecta, dicho espíritu puede desviarnos de nuestra esencia interior del alma, que es puramente honesta. Sin embargo, la Torá enseña12 que Di-s creó al hombre a Su imagen. Así como Di-s es inherentemente bondadoso, también lo es el ser que Él creó. Por lo tanto, en el pensamiento judío, es el mal, no la bondad, lo que es ajeno al hombre; un producto extranjero introducido de contrabando desde el exterior, un fruto prohibido injertado en nuestra raíz sagrada. La bondad, la rectitud, la santidad, es lo que somos por designio divino y lo que naturalmente deseamos expresar en la vida.
Es esencial para nuestra propia salud mental y nuestra imagen personal distinguir entre nuestras acciones, que pueden oscilar entre el bien y el mal, y nuestra esencia, que siempre es virtuosa. A veces podemos ser secuestrados o desviados, pero eso no altera lo que somos en el nivel más profundo. Sin embargo, surge la cuestión: ¿Cómo podemos recuperar el control y realinear nuestras acciones con nuestra esencia?
Vuelve a la Tierra de tu alma
El famoso cabalista español medieval y comentarista bíblico, R. Moshé ben Najman, conocido como Najmánides o Rambán (1194-1270) tenía un discípulo llamado Avner. Tras una crisis de fe, Avner rechazó su fe judía, abandonó la comunidad y llegó a tener un cargo en el gobierno.
Cierto Iom Kipur, Avner envió guardias a citar a su antiguo maestro para que compareciera ante él. De forma maliciosa procedió a sacrificar, asar y comer un cerdo delante de Rambán, en el día de ayuno más sagrado del año judío.
Rambán le preguntó: “¿Qué te ha llevado a esto? ¿Qué te ha llevado a rechazar los caminos sagrados de tus antepasados?”
“¡Tú lo hiciste, rabino!” replicó Avner venenosamente. “Tus enseñanzas eran exageradas y no tenían ninguna base en la realidad. Una vez nos enseñaste que en la breve porción de la Torá de Haazinu, de apenas 52 versículos, la Torá codifica toda la historia del Pueblo Judío hasta la llegada del Mashíaj.
“¡Ello es simplemente ridículo!” se burló Avner. “¿Cómo pueden condensarse 3.000 años de historia (y literalmente millones de nombres) en sólo 614 palabras?”.
“Pero es cierto”, replicó Rambán, manteniéndose firme.
“Entonces muéstrame mi nombre y mi destino”, desafió Avner con incredulidad.
Rambán se sumió en un estado de meditación y oró en silencio a Di-s para que le revelara este secreto.
“Tu nombre, Avner, se encuentra en la tercera letra de cada palabra del siguiente versículo en la Perashat Haazinu:13
“םרכז שונאמ התיבשא םהיאפא (יתרמא)”
El versículo expresa lo siguiente: (Dije) [Yo, Di-s] en mi corazón que los dispersaría, haciendo que cesara de la humanidad su memoria, refiriéndose a los que habían rechazado la Torá y el modo de vida judío.
El rostro de Avner se puso pálido y comenzó a llorar intensamente.
“¿Hay alguna esperanza para mí?”, sollozó. “¿Qué puedo hacer para rectificar mis inconcebibles pecados?”.
“El propio versículo proporciona la rectificación para ti”, dijo Rambán. “Expone que Di-s los dispersará hasta que se borre su memoria. También tú debes dispersar tales pensamientos e impulsos distractores y ajenos que te han mantenido cautivo durante tanto tiempo, hasta que sean olvidados. Trasládate a un nuevo entorno, libre de tus viejas asociaciones y adicciones, y así podrás volver a tu esencia nuevamente y ser recordado para bien entre tu gente.”
En un farbrenguen (encuentro de jasidím) en 1982,14 el Rebe compartió que dicha historia se la enseñó de niño su maestro. El punto tradicional en el que hizo hincapié su maestro fue la singularidad de Parshat Haazinu y la naturaleza infinita de la Torá. ¿Cómo podría la Torá contener semejantes códigos y secretos esotéricos? “Sin embargo”, añadió el Rebe, “hay otra capa de profundidad en la historia que ha sido pasada por alto. Si se fijan, las palabras citadas por Rambán no comienzan con una letra alef correspondiente al nombre Avner, sino con una reish (o sea, la tercera letra de la palabra AmaRti). La letra reish se utiliza a menudo como prefijo formal de 'Reb', una expresión honorífica. Por lo tanto, su nombre citado en este versículo es Reb Avner, revelando cómo es visto realmente a los ojos de Di-s a través de la lente de la Torá: como un ser espiritual que merece respeto y reverencia”.
Esta autorevelación, como un relámpago, hizo que R. Avner volviera a alinearse con su naturaleza superior. De hecho, en el momento en que se le expuso el error de sus caminos, se despertó inmediatamente en él un espíritu de teshuvá (retorno). Después de haber abandonado su fe, llegando incluso a mofarse de sus devotos líderes en su día más sagrado, la visión de su alma que se reflejó desde el interior de la Torá despertó instantáneamente en él el anhelo de volver a sus raíces.
El pensamiento judío es esencialmente positivo en su valoración del alma; no hay necesidad de “nacer de nuevo” o de “pasar la página” en el proceso del viaje espiritual. Incluso si una persona peca y busca la absolución, no existe en absoluto la necesidad de convertirse en algo completamente diferente.
De hecho, la palabra Hebrea teshuvá, que se traduce comúnmente como “arrepentimiento”, significa en realidad “retornar”.15 Esta orientación existencial refuerza aún más el principio central del judaísmo: el alma es eterna, esencial e inalterablemente pura, pase lo que pase; ésta es nuestra raíz. A veces podemos ramificarnos de diversas maneras, pero siempre estamos unidos a esa raíz. Para rectificar nuestras acciones y reconectarnos con nuestra alma, sólo necesitamos recuperarnos y volver a lo que realmente somos y siempre seremos: un ser espiritual eternamente conectado a nuestra Fuente y Esencia Divina.
Eres lo que buscas
“Vine aquí para buscar algo de judaísmo”, dijo un filántropo que había viajado desde el extranjero para visitar al Rebe. “No era necesario que vinieses hasta aquí para eso”, dijo el Rebe. “Sólo tenías que buscar en lo más profundo de tu propio corazón”.
En opinión del Rebe, el judaísmo o la fe judía no es algo que deba buscarse o imponerse, sino que surge y se expresa desde lo más profundo del ser. De hecho, el Talmud enseña16 que a cada niño, durante su estadía en el vientre materno, (los ángeles) le enseñan toda la Torá y, al momento del nacimiento, le provocan que la olvide. Por lo tanto, la Torá ya está integrada en los niveles más profundos de nuestro ser; simplemente busca una mayor expresión en el mundo a través de pensamientos, palabras y acciones de santidad.
R. Tzvi Hersh Weinreb se trasladó con su familia a Maryland para desarrollar su carrera de psicología. En un momento dado, estaba pasando por una situación complicada y decidió llamar al Rebe para que lo guiara. El secretario del Rebe contestó el teléfono y le pidió a la persona en línea que se identificara. Como no deseaba revelar su nombre debido a la naturaleza sensible de sus preguntas, el rabino Weinreb sólo respondió: “Un judío de Maryland”. Pasó a exponer las preguntas para las que quería la orientación del Rebe: incertidumbres sobre su vida, su carrera y su fe. De repente, el Rabino Weinreb escuchó la voz del Rebe de fondo: “Dígale que hay un judío en Maryland con el que puede hablar. Se llama Weinreb”. El secretario repitió las palabras del Rebe. “Sí”, exclamó al secretario, “¡pero... yo soy Weinreb!”. El rabino Weinreb escuchó entonces que el Rebe decía suavemente: “Si ese es el caso, debería saber que a veces una persona necesita hablar consigo misma”.17
Esta fe radical en cada judío llevó al Rebe a ver la santidad y el carácter sagrado en cada persona, incluso cuando las personas mismas no lo vieran.
En una sincera entrevista con el autor israelí Shlomo Shamir, el Rebe compartió algunos de sus pensamientos sobre la fe y la Tierra de Israel:18
“Cada judío que vive hoy en Israel es un gran creyente”, dijo, “y a menudo sin siquiera saberlo. La Tierra de Israel es una 'cisterna rebosante de fe', que sólo espera la chispa que la encienda en una gran llama.”
“Tomemos, por ejemplo, a un judío que vive en Eretz Israel y es miembro del Partido Comunista. Aparentemente es comunista, ¿Cierto? Yo creo que es un gran creyente. Ahí está, viviendo con su esposa e hijos en un país rodeado de enemigos que desean aniquilarlo a él y a sus hijos. ¿Qué es entonces lo que mantiene a ese judío en Eretz Israel? ¿La fe en el marxismo? No, no lo creo. Vive en Eretz Israel, y cuando es necesario se alza para defenderla, porque —quizá sin saberlo— cree en Di-s y en el hecho de que Eretz Israel fue entregada al Pueblo de Israel. Sólo debemos despertar en su interior la conciencia de su propia fe....”
“¿Cómo lo hacemos?”, preguntó Shamir. “¿Cómo encontramos un camino hacia estos grandes y preciosos creyentes? ¿Debemos lanzar una campaña de hasbará (propaganda y difusión) religiosa? ¿No deberíamos primero hallar líderes buenos y sabios?”
“No”, respondió el Rebe. “No hay necesidad de hasbará religiosa, y los grandes líderes sólo se necesitan para crear algo cuando no hay nada. La fe ya existe. Está dentro de cada judío, sólo esperando ser liberada”.19
¡Es tuya!
En un inspirado intento de resumir la esencia del judaísmo para estudiantes y aspirantes de todas las edades, el Rebe seleccionó doce pasajes de la Torá de todo el cuerpo de la literatura judía y los presentó como un plan de estudios cristalizado de la fe judía.
El primer pasaje dice: La Torá que Moshé nos legó es la herencia de la congregación de Iaacov.20
La Torá, que nos entregó Moshé, no pertenece sólo a los rabinos ni a los eruditos, sino a todos los judíos. Cada judío posee su porción en la Torá. De hecho, el alma de cada judío es como una letra de la Torá que sólo está completa cuando todas las demás letras también están presentes y contabilizadas.
La Torá es nuestra herencia; nuestro derecho innato. Y como una herencia, el heredero tiene derecho a ella, conozca o no todas sus complejidades y detalles. Es toda suya, de una vez, incluso antes de saber lo que es. No tiene que ganársela, pero sí debe reclamarla.
Como dijo cierta vez el Rebe en referencia a esta herencia de la congregación de Iaacov: “¿Qué valor tiene una herencia inestimable si no la reclamas y la cobras?”
¿Eres judío?
El punto de vista de que la Torá y las mitzvot son la herencia innata de cada judío, independientemente del aprendizaje previo o del nivel de observancia, llevó al Rebe a iniciar una serie de proyectos de difusión cuyo único propósito era proporcionar a los judíos tantos puntos de acceso y oportunidades para cumplir las mitzvot como fuera posible. Ya sea colocando los tefilín, encendiendo las velas de Shabat o escuchando el shofar, el Rebe se dedicó a distribuir la herencia del Pueblo Judío, incluso yendo en contra de las opiniones expresadas por muchas otras autoridades religiosas de su época que consideraban que las mitzvot sólo debían ser cumplidas por los “debidamente preparados”.
Al igual que las empresas que rastrean los registros legales y financieros públicos en busca de herencias no reclamadas para distribuirlas a sus legítimos destinatarios, los emisarios del Rebe, siguiendo sus órdenes, se posicionan en las esquinas de todo el mundo preguntando a los transeúntes: “¿Eres judío?” Lo que realmente están diciendo es: “Puede que tenga algo destinado a ti, algo precioso, algo que no tiene precio. ¿No quieres reclamar tu derecho innato?”
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