La Rebetzin no falleció joven (tenía ochenta y seis años), pero cuando llegó el final, sucedió tan rápida e inesperadamente que dejó en shock a quienes la atendían. Todo comenzó con ella sintiéndose enferma y muy débil durante varios días. Su médico, el Dr. Robert Feldman, sospechaba una úlcera sangrante, una afección grave pero tratable. La inclinación de la Rebetzin, que recuerda a la de su esposo, era de no ser hospitalizada. Pero cuando un grupo de médicos se entrevistó con el Dr. Feldman y unánimemente estuvieron de acuerdo en que su condición requería hospitalización, y su esposo también aceptó, ella consintió.

En este punto había una sensación de gran preocupación pero no de emergencia; quizás es por eso que el Rebe no la acompañó al hospital, como lo había hecho en otras ocasiones. De hecho, la Rebetzin bajó los escalones de su casa por su cuenta y fue trasladada al hospital en un automóvil normal, no en ambulancia, conducido por Rabi Krinsky. El Rebe bajó para acompañar a su esposa al auto y despedirse. Apenas antes de que el automóvil se alejara, Rabi Krinsky, hablando desde el asiento del conductor, le dijo al Rebe: “Pido una brajá para que regresemos pronto y con buena salud”. El Rebe respondió enigmáticamente: “Gam atem” (“Igualmente”). “De alguna manera me sentí muy incómodo, para decirlo suavemente”, es como Krinsky recordó más tarde el evento, refiriéndose al hecho de que el Rebe no respondió directamente a la solicitud de bendición.

Dentro del automóvil, todo parecía volver rápidamente a la normalidad. Con Rabi Krinsky estaban en el automóvil Rabi Shneur Zalman Gourary, un Jasid prominente y bien contactado con la institución médica; Scholem Gansbourg, veterano asistente en la casa del Rebe; y el Dr. Feldman. Aunque la Rebetzin sufría un dolor considerable, no habló con el médico sobre su estado. Pero tampoco permaneció callada.

En cambio, mantuvo una conversación con el Dr. Feldman sobre su hija S ara, que la había visitado unos días antes para avisarle por adelantado de su compromiso con Levi Shemtov, que pronto se anunciaría. La Rebetzin se sintió especialmente complacida por la pareja de la joven con el nieto del renombrado Jasid Rabi Bentzion Shemtov, y comentó: “Estoy muy feliz porque sé que criarás a los niños en yiddish”. Ahora, mientras el auto se dirigía al hospital, la Rebetzin comenzó a preguntarle a Feldman sobre la fiesta de compromiso que estaba planeando para Sara. Cuando el médico le dijo que organizarían una recepción modesta, la Rebetzin le instó a preparar algo más elaborado. Incluso interrogó al médico sobre el tipo de vestido que creía que adquiriría su hija para la ocasión.

Poco después, el automóvil llegó al Cornell Medical Center en Manhattan. Ya había sido reservada con antelación una habitación para la Rebetzin, pero aún no estaba lista para ser ocupada y la Rebetzin permanecía sentada en una silla próxima a la habitación. Su conversación durante los siguientes momentos fue usual, sin ninguna indicación de urgencia. La Rebetzin pidió un vaso de agua y dijo una bendición antes de beberla. Ella solicitó que a la mañana siguiente una asistente mujer le trajera algo de ropa y otros artículos de su casa.

Un médico se acercó a formularles las preguntas habituales de admisión a los pacientes. Ella respondió con facilidad, pero de repente se puso muy pálida. El médico le preguntó: “¿Está con nosotros?” Y se tranquilizó cuando ella respondió: “Sí”. Unos minutos más tarde, nuevamente pareció estar muy débil, y nuevamente el médico le preguntó: “¿Está con nosotros?” Esta vez ya no hubo respuesta...