El Alter Rebe intenta explicarnos es que existen dos alternativas para lidiar con la tristeza. La primera consiste en una reacción natural e impulsiva. La persona al verse abrumada por la melancolía decae emocionalmente, y permite que los pensamientos negativos dispongan de su estado de ánimo. Esto conduce a la desesperanza y a la más profunda frustración, además lleva al individuo a instalarse en un rol de víctima.

Alberto tenía treinta y cinco años y ya habían pasado varias semanas desde que había roto con Ivana, su novia desde hacía seis años. Si bien la relación había tenido muchos altibajos, él la amaba con todo su ser y estaba convencido de que ella iba a ser su esposa y la madre de sus hijos. Debido al distanciamiento y pensando que este era el fin de la relación, su tristeza fue en constante aumento, al punto tal que al llegar a su casa no tenía nunca ganas de hacer nada. Aparecían en su mente pensamientos tales como “¿Es posible que todo haya terminado así?”, “No podré vivir sin ella”, “No puedo imaginármela casada con otra persona”, “Nunca mecasaré”, y otros tantos de la misma índole. Una tristeza profunda lo abrumaba, y los pensamientos obsesivos le provocaban una tempestad en la cabeza. Sentía el cuerpo pesado, y se solía encerrar en su recámara durante largas horas a llorar mientras visualizaba escenas inolvidables. Sentía culpa por el desenlace de la relación y pensaba en los errores que había cometido, reflexionaba severamente en lo que podía haber hecho para que las cosas fueran diferentes. Sus emociones y sentimientos le pedían una sola cosa: olvidarse de todo y echarse a dormir. El creía, en forma errónea, que el sueño se encargaría de borrar su inmensa aflicción, pero cuando escuchaba el despertador, ahí estaban sus sentimientos y la desesperación se mantenía. Despertarse y darse cuenta de que la tristeza seguía presente, activaba de nuevo el círculo vicioso de la ansiedad. Sin embargo, nada de esto iba a regresarle a su “pareja” soñada.

La segunda y más sabia perspectiva es la que el Alter Rebe reconoce como merirut, ‘amargura’. La diferencia está en que, mientras la primera debilita, la segunda nos induce a cambiar. Sentirse amargado implica frustración, no tristeza. Esta frustración proviene de las expectativas que tenemos en relación con nuestro verdadero potencial; sabemos que podemos ser mejores, entonces, nos sentimos frustrados por el bajo desempeño que hemos demostrado. Se trata de una clara percepción de la capacidad que poseemos, no una reiteración de nuestras fallas.

Al reconocer esto, se puede llegar a experimentar una verdadera amargura, sucumbimos frente a los malos rasgos, pero son estos los que nos incentivan a superarnos y enmendar nuestros errores, pues vienen cargados de intensas energías positivas.

Con relación al merirut, el Talmud expresa que “Del árbol mismo proviene el mango del hacha que tala el árbol”. Es algo similar a lo que ocurre con el antídoto que proviene del veneno. Aunque la tristeza en sí no es más que un veneno insuflado por la Mala Inclinación, cuando la convertimos en amargura, se transforma en una plataforma desde la cual conseguimos volar más alto.