Si analizáramos en profundidad las causas de nuestra ansiedad, llegaríamos a la conclusión de que la verdadera razón por la cual hay momentos en los que nos encontramos confundidos y nos quedamos perplejos y paralizados ante el mundo es el miedo a morir y desaparecer.

Las conversaciones que sostengo con una gran variedad de personas y los relatos que otras tantas me hacen dejan traslucir la cantidad de temores que soportan aquellos que sufren tormentos emocionales, pero en definitiva, siempre llegamos a la conclusión de que el miedo más poderoso, la base de todos nuestros pesares, es el miedo a la muerte.

Una de las situaciones que más nos enfrenta con este miedo es la de los viajes en avión. Muchas son las consultas que recibo sobre este tema y que, con diferentes matices, expresan las mismas preocupaciones; en ellas, se desliza el inmenso temor a viajar en avión porque es una situación que nos hace sentir vulnerables y estimula el temor a la muerte.

En una oportunidad, llegó a mí un joven que tenía pavor de subirse a un avión para emprender cualquier viaje. Sabiendo que la mayoría de los accidentes de avión ocurrían en el momento de despegar, en un estado de nerviosismo total, bajaba la ventanilla para evitar ver lo que según él podría ocurrir. Y volvía a recuperar la calma cuando escuchaba el mensaje de “ya hemos alcanzado la altura correspondiente, pueden aflojarse el cinturón de seguridad…”. Si el despegue había sido exitoso y el piloto no se había dirigido a los pasajeros con comentarios sobre el vuelo, se preguntaba “¿Estará pasando algo malo?”. Cuando al fin el avión estaba en un curso estable, respiraba aliviado, pero luego, si por algún viento inesperado se llegaba a producir uno de esos fenómenos físicos que producen turbulencias, sus nervios surgían nuevamente y el corazón le comenzaba a latir a mil revoluciones. Su mente no paraba de pensar en catástrofes. Durante nuestros encuentros, le expliqué los conceptos fundamentales que estaban implicados en los episodios que me relataba y, también, le brindé una serie de herramientas para resolver sus problemas, bagaje que detallo en este libro que comparto con ustedes. A las pocas semanas, sus miedos, gracias a Di-s, se terminaron. Cierta vez, le pregunté “¿Hace cuánto que vives y ‘viajas’ con estos temores? ¿Desde cuándo le tienes miedo a la muerte?”. A lo que me respondió, “Ya son más de diez años que vivo esta ‘turbulencia’ emocional”. Luego de escuchar su respuesta, Di-s me “iluminó” con una frase muy poderosa y le dije “No debemos temer a la muerte, sino que debemos tener miedo a no vivir la vida”. Y continué, “Más que el miedo a morir, ¿no tienes miedo de vivir toda tu vida, hasta el último día, de esta manera? Una vida llena de ansiedad y confusión, malestar físico y emocional. ¿Realmente quieres vivir todos tus días de esta manera?”.

La razón por la cual las personas temen a la muerte ‒como dijimos en los capítulos anteriores‒ es porque no son conscientes de la misión Divina que las trajo a este mundo. Pensar en la muerte implica concentrarse en algo que ocurrirá en el futuro; así, perdemos el enfoque en nuestro presente y olvidamos la misión que Di-s nos ha encomendado.