Guershon Jacobson, editor del periódico Idish Algemeiner, no sólo publicaba a periodistas como Shlomo Shamir, judío religioso con opiniones moderadamente a la izquierda del Rebe, sino publicaba también, de manera continua, columnas de Nathan Yellin-Mor, judío decididamente n o religioso y un hombre que tenía opiniones de extrema izquierda. En sus primeros años, Yellin-Mor había sido uno de los tres líderes del Leji, organización previa a la creación del Estado de Israel que realizaba ataques contra las fuerzas británicas para forzarlas a retirarse de Palestina. Después de que Israel se convirtiera en Estado en 1948, los otros dos líderes de Leji, Itzjak Shamir, futuro Primer Ministro, e Israel Eldad, se convirtieron en ardientes nacionalistas israelíes y defensores de ideologías de derecha. Por el contrario, Yellin-Mor surgió en la década de 1950 como uno de los primeros partidarios de las negociaciones con los palestinos sobre la creación de un Estado palestino junto a Israel. Como la dirigencia palestina se oponía entonces uniformemente al derecho de Israel a existir como Estado, sus puntos de vista políticos sólo eran compartidos por la gente de extrema izquierda. Aunque Jacobson no estaba de acuerdo con los puntos de vista de Yellin-Mor sobre temas políticos y religiosos, lo admiraba por varias cosas, entre ellas su valentía, su clara visión de lo que defendía y su considerable habilidad para escribir en yiddish. Por lo tanto, concluyó que valíá la pena que su periódico ofreciera un foro a Yellin-Mor. A su vez, Jacobson, en ocasiones, respondía enérgica y críticamente a los artículos de Yellin-Mor en sus propias columnas, y estas controversias, en su opinión, generaban interés en el periódico y buenos debates: “Mi padre era de la idea de que debes dejar hablar a alguien y luego refutar el argumento. Sabes, nosotros los judíos somos gente inteligente; no debemos temer a otras opiniones”.

En una ocasión en 1976, Yellin-Mor estaba de visita en los Estados Unidos y Jacobson le sugirió que fuera con él a ver al Rebe. Pidió a Yellin-Mor que viniera la noche inmediatamente después de la fi esta judía de Shavuot, cuando era costumbre del Rebe ofrecer a todos los visitantes un kos shel brajá, una copa de vino junto con una bendición.

Jacobson le presentó al Rebe a Yellin-Mor. El Rebe le sonrió al periodista y le dijo: “Leo tu columna todas las semanas”.

Yellin-Mor estaba desconcertado. Él, que tenía poco trato con los rabinos, ciertamente no esperaba recibir tal reconocimiento de un Rebe jasídico. Entonces el Rebe continuó:

“Dios te bendijo con la habilidad de escribir, así que debes continuar aplicando tu talento y usarlo al máximo, y continuar escribiendo y Di-s te bendecirá para que tengas éxito”.

El periodista, muy consciente del contenido de los artículos que el Rebe había leído, se sorprendió y preguntó: “¿Está de acuerdo el Rebe con lo que escribo?”. “No hay que estar de acuerdo con todo lo que uno lee”, respondió el Rebe. “Debes seguir escribiendo y, es de esperar que, a medida que vayas escribiendo te acercará más al emet [verdad], y evolucionarás para ser un mejor escritor”.

Era claro para Jacobson, por la expresión en la cara de Yellin-Mor, que había sido tocado por las palabras del Rebe. Pero el Rebe no había finalizado. “Dime”, preguntó el Rebe al periodista, “¿cómo te va con la Torá y las mitzvot [observancia de los mandamientos]?

Yellin-Mor le dijo más tarde a Jacobson la mezcla de pensamientos que pasaron por su mente cuando el Rebe le hizo esa pregunta. Por un lado, no quería responder con alguna expresión religiosa formal, como Baruj Hashem (“Bendito es Dios”), y así fingir una piedad mayor de la que realmente poseía. Pero tampoco quería decir la verdad, que apenas observaba las leyes rituales judías. En vez de eso, contestó ambiguamente: “A Yid tracht [‘Un judío piensa’]”. El Rebe no retrocedió. “Pero el judaísmo no es acerca de pensar, es acerca de hacer”. A lo que Yellin-Mor respondió: “Bien, al menos estoy en la categoría del hombre de la historia que cuentan sobre Rabi Leví Itzjak de Berditchev”.

Sin especificar la historia, Yellin-Mor aludía a un cuento jasídico sobre Rabi Leví Itzjak de Berditchev, conocido por su amor al pueblo judío y su voluntad de hallar méritos incluso en los pecadores más flagrantes de entre ellos. Una vez, Rabi Leví Itzjak se encontró en Shabat con un judío que estaba fumando, lo cual constituye una clara y seria violación de la ley judía. Rabi Leví Itzjak preguntó al hombre: “Tal vez hayas olvidado que hoy es

Shabat [sábado]”. “No, Rabi”, respondió el hombre. “Sé que es Shabat”.

“¿Entonces quizás hayas encendido el cigarrillo instintivamente, sin pensarlo, y ni siquiera ta hayas dado cuenta de que estás fumando?”.

“Rabi, ¿cómo puede una persona no saber que está fumando?”.

Reb Levi Itzjak no se rindió: “¿Quizás hayas olvidado que está prohibido fumar en Shabat?”.

“Rabi, sé que está prohibido fumar en Shabat”. En este punto, Rabi Leví Itzjak volvió los ojos hacia lo alto y clamó: “¡Amo del Universo, qué maravilloso es tu Pueblo Israel. Simplemente, este judío no dirá una mentira. ¿En qué otro pueblo puedes hallar tal escrupulosa h onestidad?”

El Rebe sonrió ante la respuesta de Yellin-Mor y luego, sin vacilar, le dijo: “La diferencia es que Rabí Levi Itzjak buscaba méritos para otra persona. En cambio tú, estás procurando méritos para ti mismo”.

Un año después, Gershon Jacobson recibió dos artículos por correo de Yellin-Mor, acompañados de una nota del escritor en la que decía que le habían diagnosticado cáncer terminal y que no le quedaba mucho tiempo de vida. Pidió que esos artículos se publicasen póstumamente. Falleció el 19 de febrero de 1980. Después de su muerte, Jacobson publicó los artículos. Ambos fueron, en cierto sentido, obituarios para sí mismo: el primero una visión general de su vida. El otro, la narración de un único episodio en la vida de Yellin Mor, estaba crudamente escrito: “En este mismo momento, querido lector, mientras te encuentras leyendo este artículo, estoy siendo juzgado por la Corte Celestial, el Beit Din shel Ma’alah, y estoy seguro de que tienen toda una lista de transgresiones que he cometido y no tengo mucho con qué defenderme. Sin embargo, tengo esta historia que quiero compartir...” y relató el encuentro con el Rebe. Entonces escribió: “Y el Rebe dijo que yo tenía poder para escribir, y que debía usarlo. No sé si me van a dar el mismo tiempo allá Arriba para defenderme, pero sé que lo que ocurre en la tierra, allá Arriba lo leen; así que por eso quería que este artículo se publicara al hallarme ante la Corte Celestial, para que vieran esta historia. Porque la historia es que traté de usar mi don de redacción de la mejor manera que pude, y el Rebe lo reconoció. Este es mi zejut, mi mérito.

”Y reconozco que el Rebe ha planteado una importante cuestión: en el judaísmo la acción es lo más relevante. Y ciertamente uno no debería usar las palabras para justificar su propio interés”.