¿Cómo manejas las situaciones que alteran tu agenda? ¿Cómo afrontas los obstáculos en tu camino? ¿Y las enfermedades repentinas u otras emergencias que te obligan a poner en pausa el flujo de tu vida? ¿Qué pasa cuando los planes no salen cómo quieres?
Muchos de nosotros nos desorientamos cuando nuestras vidas dan un giro inesperado. Sabemos hacia dónde vamos, y cualquier cosa que se desvíe de ese rumbo es recibida con resistencia e incluso con rechazo. Se supone que tenemos el control y que sabemos más que nadie.
¿Pero qué pasaría si viéramos la vida de otra manera? ¿Y si no estuviéramos necesariamente al mando todo el tiempo? ¿Y si en nuestras vidas y en el mundo ocurrieran más cosas de las que somos conscientes? Al cultivar una apreciación del rol de la Divina Providencia en nuestras vidas, podemos descubrir el significado oculto y la oportunidad dentro de cualquier situación en la que nos encontremos.
No existe tal cosa como “estancamiento”
En 1979, la Sra. Miriam Swerdlov asistió a una convención patrocinada por Jabad para mujeres y niñas en Detroit. Después del inspirador evento, mientras esperaban para abordar el avión de vuelta a casa, Miriam y otras veinte mujeres se enteraron de que el vuelo se había cancelado debido a una tormenta de nieve.
Desde un teléfono público, se comunicaron a la sede de Jabad en Nueva York para consultar al Rebe cómo proceder. La líder del grupo, la Sra. Miriam Popack, habló con el secretario del Rebe y le dijo que estaban atascadas en Detroit. “Nos puso en espera, y un minuto después volvió a la línea: 'El Rebe no entiende la palabra «atascado»', dijo”. La señora Popack procedió a explicar el significado de la palabra «atascado», a lo que el secretario respondió: “El Rebe sabe lo que significa «atascado», sólo que el Rebe dice que un judío nunca está atascado”.
Sorprendidas por la respuesta del Rebe, las mujeres captaron inmediatamente el mensaje y se pusieron a la altura de las circunstancias. Se dispersaron por todo el aeropuerto y comenzaron a repartir velas de Shabat a las mujeres judías que encontraban. Como resultado: “Hoy hay mujeres y familias en todo Estados Unidos encendiendo velas de Shabat porque nosotras nos quedamos “atascadas” en Detroit”.1
Para el Rebe, no existe tal cosa como estar atascado. Donde quiera que estés, es donde se supone que debes estar. El arte de vivir con propósito es averiguar por qué se supone que estás allí y cumplir esa misión.
No hay tal cosa como un desvío
Todos los días, la Rebetzn Jaia Mushka Schneerson, esposa del Rebe, salía con el chofer a tomar aire fresco a un parque de Long Island. Cierto día, cuando se acercaban al parque, encontraron su ruta habitual cerrada debido a obras en la carretera y se vieron obligados a tomar una ruta alternativa. Mientras conducían tratando de hallar el camino, se cruzaron con una mujer en el camino llorando y protestando. Cuando se detuvieron en el semáforo, la Rebetzn se dirigió al conductor y le dijo: “He oído llorar a una mujer. ¿Puedes volver y ver de qué se trata?”.
Dieron la vuelta y condujeron nuevamente hasta el principio de la calle, donde vieron a una mujer de pie en la acera llorando, mientras unos trabajadores sacaban los muebles de una casa y los cargaban en un camión de la Comisaría del condado. La Rebetzn pidió al conductor que averiguara qué estaba pasando. El alguacil le explicó que la mujer no había pagado el alquiler durante muchos meses y que ahora la estaban desalojando de su casa.
La Rebetzn preguntó entonces cuánto debía la mujer y si el alguacil aceptaría un cheque personal. La suma que la familia debía era de aproximadamente 6.700 dólares. El alguacil dijo que no tenía problema en aceptar un cheque personal, siempre y cuando confirmara con el banco que el cheque estaba cubierto. También dijo que, si recibía el pago, sus hombres llevarían todo nuevamente a la casa. Entonces, para sorpresa del conductor, la Rebetzn “sacó su chequera, extendió un cheque por el importe total y me pidió que se lo entregase al alguacil”. La Rebetzn instó entonces al conductor a alejarse rápidamente antes de que la mujer se diera cuenta de lo que había ocurrido.
Asombrado por lo que había visto, el conductor de la Rebetzn no pudo contenerse y le preguntó qué la había llevado a dar una suma tan grande a un total desconocido.
“Cierta vez, cuando era una niña, mi padre2 me llevó a dar un paseo por el parque. Me sentó en un banco y comenzó a hablarme de la Divina Providencia.3 Cada vez —dijo mi padre— “que algo nos hace desviarnos de nuestra rutina normal, hay una razón divinamente establecida para ello; cada vez que vemos algo inusual, hay un propósito en la razón por la que se nos ha mostrado esa escena.”
“Hoy”, continuó la Rebetzn, “cuando vi la señal que nos indicaba desviarnos de nuestra ruta habitual, recordé las palabras de mi padre e inmediatamente pensé: todos los días pasamos por esta calle; de repente la calle está cerrada, y nos envían por otra calle. ¿Cuál es el propósito de esto? ¿Qué relación tiene esto conmigo? Entonces oí el llanto y los gritos de una mujer y así supe que habíamos sido enviados por esta ruta con un propósito”.4
La historia anterior demuestra la perspectiva jasídica de que no hay lugar desprovisto de Di-s.
Cada tramo de nuestro viaje, incluso los desvíos, está destinado a llevarnos exactamente a donde debemos estar, si permanecemos atentos. Esta es la esencia de la Divina Providencia, que santifica efectivamente cada momento otorgándole un significado supremo.
Cada paso es un destino propio. Esta perspectiva es especialmente útil cuando nos encontramos perdidos o desviados del camino. Es entonces cuando estamos más tentados a pasar por alto nuestro entorno inmediato, ya que nuestra mente puede estar en otra parte.
La siguiente enseñanza del Rebe, basada en la descripción de la Torá de los viajes del Pueblo Judío a través del desierto, destaca este aspecto providencial y orientado al proceso del Sesgo de Positividad del Rebe.
Todo forma parte del viaje
Hacia el final del Libro de Números, la Torá enumera los cuarenta y dos viajes diferentes que el Pueblo Judío emprendió a lo largo de su camino desde Egipto hasta la Tierra Prometida.
Durante una reunión jasídica, el Rebe planteó cierta vez el siguiente cuestionamiento:
El capítulo 33 del Libro de los Números comienza con las palabras: “Estos son los viajes de los hijos de Israel”.
Sin embargo, luego procede a relatar no los viajes en sí, sino los cuarenta y dos campamentos en los que se detuvieron durante su estadía en el desierto del Sinaí.
Esto se debe a que dichos campamentos no se consideraban como fines en sí mismos, sino como estaciones de paso y peldaños en el viaje general del Pueblo Judío hacia su objetivo de entrar en la Tierra Prometida. Por lo tanto, las paradas mismas se denominan “viajes”, ya que formaban parte del proceso total que les permitía alcanzar el objetivo final.
Lo mismo ocurre con nuestro viaje por la vida. Las pausas, las interrupciones y los contratiempos son una parte inadvertida de la estancia de una persona en la tierra. Pero cuando todo lo que uno hace es para alcanzar la “Tierra Santa” —la santificación del mundo material—, también esas pausas, interrupciones y contratiempos se convierten en viajes por sí mismos. En última instancia, tales paradas no planificadas son los verdaderos motores de los avances, cada una de ellas un catalizador que nos impulsa aún más hacia la realización de nuestra misión y propósito en la vida.5
Incluso al estar detenido podemos seguir avanzando hacia nuestra meta. Los pasos y las paradas forman parte de un proceso mayor que los trasciende y los incluye a ambos. Desde esta perspectiva, incluso cuando nos alejamos, podemos estar acercándonos.
Hasta ahora hemos explorado algunas de las respuestas redentoras del Rebe a los retrasos y desvíos en el camino. Las siguientes dos historias demuestran que incluso en tiempos de crisis y tragedia, hay un propósito más profundo y un potencial de impacto positivo que espera materializarse.
¿Cuál es tu misión?
El hijo de un Jasid que fue hospitalizado justo antes de las Altas Fiestas visitó al Rebe antes de Iom Kipur para recibir una porción de torta de miel, conforme la costumbre judía. Sonriendo, el Rebe le entregó un trozo de torta y le dijo: “Entrégale esto a tu padre, y que Di-s lo bendiga con un año dulce y saludable”. El Rebe continuó seriamente: “Dile a tu padre que cuando termine la misión por la que fue enviado al hospital, Di-s lo liberará de allí”.
Inspirado por el mensaje del Rebe transmitido por su hijo, el hombre procedió a iniciar conversaciones con sus médicos y demás pacientes sobre su bienestar espiritual. El día después de Iom Kipur, el Rebe envió a su secretario personal a visitar al hombre en el hospital. Su primera pregunta fue: “El Rebe quiere saber si ya has completado tu misión aquí”.
Años más tarde, después de que el padre había fallecido, la familia escuchó de uno de sus médicos que dijo que había sido profundamente influenciado por aquel paciente y que su vida espiritual se había profundizado y reorientado como resultado de sus conversaciones durante su estadía en el hospital.6 Podemos imaginar que el Jasid pensó inicialmente que lo que le llevó al hospital era una condición médica y que las personas que le rodeaban eran simplemente otros pacientes, médicos y enfermeras. Al recibir el mensaje del Rebe, comenzó a ver a los demás no como pacientes y médicos, sino como individuos reunidos por el destino y la Providencia, compañeros de viaje, esperando ser elevados a través de una interacción espiritual. La condición médica era simplemente el pretexto para la verdadera misión que esperaba ser cumplida: un encuentro iluminador entre almas.
Cada momento es parte de tu propósito
A mediados de la década de 1970, durante los primeros años del shlijut de R. Isroel y Vivi Deren en Stamford, Connecticut, uno de sus hijos enfermó y pasó un largo período hospitalizado. Con otros hijos que cuidar, incluido un bebé, uno de los padres tenía que estar siempre en el hospital mientras el otro permanecía en casa. Fue una época difícil para todos, y lograr hacer algo fuera de cuidar de la familia era muy complicado.
En cierto momento, el rabino Deren llamó al secretario del Rebe para pasarle el informe regular de sus actividades. Humildemente informó que, debido a la condición de su hijo, había pasado casi todo su tiempo en el hospital, descuidando sus otros numerosos proyectos.
La línea se quedó en silencio. Poco después, el secretario volvió a la línea y dijo: “El Rebe dice que ciertamente el Oibershter (Di-s) no hizo que tal cosa sucediera para que tú sufrieses o te angustiases por ello. Seguramente tienes un shlijut que hacer allí; ve a buscarlo y hazlo”.
El rabino Deren captó el mensaje y comenzó a acercarse a los judíos de todo el hospital, colocando tefilín, inspirando y reconfortando aquienes lo necesitaban. En esa única conversación, su visión de la situación se transformó por completo y comprendió realmente que “cada momento es parte de tu shlijut; tu propósito Divino, que es algo que el Rebe había dicho en más de una ocasión”.7
Siempre es justo el momento
Nuestra última historia habla de esos momentos en la vida en los que nos encontramos entre proyectos o en transición, ni aquí ni allá.
R. Avrohom Glick, un joven estudiante rabínico de Melbourne, se casó con una maestra de Worcester, Massachusetts, y siguiendo las instrucciones del Rebe se unió a su esposa allí, asumiendo el rol de organizador de actividades juveniles en la comunidad. Después de unos años, se presentó un puesto en Australia y fue invitado a trasladarse a Melbourne por el emisario de Jabad allí. Pidió y recibió la aprobación y las bendiciones del Rebe para ello. Sin embargo, una vez que comenzó a prepararse para el traslado a Australia, comenzó a sentirse como si no estuviera haciendo nada en Worcester. Ya había concluido sus actividades allí, pero como todavía no se había trasladado a Australia, no se sentía ni aquí ni allá. Todavía no había partido, pero su mente estaba en otra parte. Durante una audiencia personal, le confió su estado de ánimo al Rebe, quien le respondió,
En la Torá encontramos que durante los cuarenta años que los judíos estuvieron deambulando por el desierto, a veces montaban el Tabernáculo —la Tienda de Reunión— sólo por un día y luego lo desmontaban, lo que obviamente era un trabajo muy difícil. Sin embargo, por ese día, el Tabernáculo tenía status de “permanente”: ellos estaban allí como si fueran a estar permanentemente. Esto era pertinente para muchas leyes.
Por lo tanto, cuando un judío se encuentra en un lugar —incluso por un solo día— debe considerarlo como si estuviera allí permanentemente, y no como si estuviera con su maleta empacada, lista para partir.8
En otra oportunidad, un joven le escribió al Rebe que planeaba hacer un viaje corto a cierta ciudad. El Rebe le respondió:
..El Tabernáculo era una estructura formidable, que consistía en cientos de cimientos, secciones de paredes, pilares, tapices y mobiliario; un equipo de trabajo de varios miles de levitas montaba el Tabernáculo en cada campamento y lo desmontaba y transportaba cuando llegaba la orden Divina de continuar la marcha... Sin embargo, incluso en su acampe más breve, montaban el Santuario en su totalidad —hasta su último componente y accesorio— para servir como “punto de encuentro” con el Todopoderoso, aunque sólo fuera por un día.
Cuando llegues a tu destino, también deberías aprovechar cada momento libre para acercarte a los judíos (del lugar) y alcanzarles las fuentes de la Torá, independientemente de la duración de tu estadía allí.9
Siempre debemos aprovechar nuestra permanencia al máximo en el lugar que nos encontremos, por muy fugaz que ese momento sea. Como ilustra el siguiente capítulo, a lo largo de su vida, el Rebe encarnó el consejo que daría a los demás y manifestó el principio de positividad incluso en las situaciones más angustiosas.
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