“Es posible que ya no veamos al Rebe con nuestros ojos, pero su espíritu vive en nuestros corazones, en nuestras almas y en nuestras obras”.

—Congresista John Lewis, 1995.

“Es difícil para mí decirlo, pero lo diré de todos modos: debemos seguir el ejemplo de Jabad”. Tales fueron las palabras del Rabino Eric Yoffie, Presidente de la Unión por el Judaísmo Reformista, en la convención bienal de la organización en noviembre de 2003. Yoffie llegó a notar que discrepaba con Jabad sobre prácticamente todo, pero, como reconoció en otra ocasión, el compromiso de Jabad de recibir a todos los judíos y buscar judíos en todo el mundo “es un principio establecido por el Rebe y que lo ha sobrevivido”. El rabino Rick Jacobs, sucesor de Yoffie, habló de Jabad en su discurso inaugural: “Podemos aprender lecciones importantes de Jabad sobre la creación de oportunidades sin prejuicios para experimentar la práctica judía y construir relaciones sagradas”. Es justo decir que antes del surgimiento de Rabi Menajem Mendel Schneerson en la escena judía, ningún líder del movimiento reformista tuvo jamás ocasión de notar las enseñanzas que el movimiento reformista debería aprender de un grupo jasídico.

De hecho, el Rebe lanzó una amplia red; tuvo que hacerlo porque quería llegar a todos los judíos. Para él, no había judíos pequeños o insignificantes. Y tampoco había no-judíos insignificantes. Tal como el Rebe dejó en claro, ningún ser humano creado “a imagen de Dios” podría ser considerado “pequeño” o “insignificante”.

Tampoco mandamientos pequeños o insignificantes había. Lao-Tzu, el filósofo chino del siglo VI aec. escribió: “Un viaje de mil millas comienza con un solo paso”, lo cual fue citado por un didáctico presidente John F. Kennedy al anunciar un temprano éxito en el programa espacial. El Rebe intuyó que cualquier mandamiento, colocar una Mezuzá en el marco de la puerta de la casa, ponerse Tefilín en una calle de la ciudad, encender una vela de Shabat incluso una sola vez, podría ser el vehículo para que la persona establezca una relación continua con Dios. Pero él entendió algo mucho más profundo. El proverbio chino implica que la importancia del primer paso es que lo lleva más cerca del segundo paso y al tercer paso y, así, a la finalización de la travesía de las mil millas. Para el Rebe, cada paso que una persona toma, cada mitzvá que uno realiza, es importante y de valor intrínseco por sí mismo.

El Rebe aplicaba esta idea a toda conducta virtuosa, tanto para judíos como para no judíos. Su enfoque en las donaciones caritativas —conocidas en todo el mundo por la entrega semanal de un billete de un dólar a miles de personas para caridad— lo aplicaba con la misma fuerza para los no judíos. A fin de hacer de este mundo un “lugar de morada” para Dios , se debe alcanzar a todo ser humano creado “a imagen de Dios”. Instó a todos los empleadores a adicionar un billete de un dólar al sobre conteniendo los cheques del salario de sus empleados, a fin de recordarles a ambos que deben pensar en función de su deber moral de ayudar a los demás. Y a pesar de que ya estaba bastante enfermo por entonces, imagina la gratificación que tuvo el Rebe al ver una fotografía del presidente Clinton, junto a Rabi Avraham Shemtov, poniendo un billete de un dólar en una alcancía de caridad en la Casa Blanca.

El Rebe dedicó su vida a dar a conocer al mundo que hay un Dios de amor que demanda un comportamiento de amor, y a animar a los judíos a practicar también los mandamientos rituales y, de ese modo, profundizasen su relación con Dios. Una y otra vez predicó la práctica de la bondad y Ahavat Israel, el amor al prójimo. Sospecho que una de las razones de ello fue haber alcanzado el liderazgo menos de una década después del Holocausto. Si el Holocausto ha mostrado la maldad de la que los seres humanos son capaces —maldad destacada, como señaló el Rebe, por haber ocurrido en lo que podría decirse que era el país más avanzado académica y culturalmente del mundo— el Rebe quería recordar a los seres humanos el bien del cual son capaces. Si los nazis habían asesinado judíos con gas Zyklon B porque era económico, unos centavos por cada persona asfixiada, el Rebe quería elevar el valor de la vida humana. Quería que todo el mundo entendiera que, en ausencia de Dios, la vida humana se devalúa. Y como consecuencia de los nazis, que habían hecho todo lo posible por devaluar la vida judía, el Rebe quería que todos los judíos supieran que cada vida tiene un valor infinito. ¿Y qué podría ilustrar esto más dramáticamente que su compromiso de llegar a cada judío y a cada comunidad judía en el mundo? A cada pueblo. A cada aldea. Sin importar cuán remota estuviese. Sin importar cuán minúscula fuese. El valor infinito de cada vida. En toda la historia judía, nunca antes se había intentado nada de semejante calibre.