Estimados lectores:
La Torá nos cuenta que se debía tomar una vaca completamente roja quemarle con otros elementos, recoger sus cenizas y usarlas para purificar a aquellos que se habían impurificado ritualmente.
Me imagino al cohen (sacerdote) encargado de quemar a la vaca roja afuera del campamento para convertir sus cenizas en el catalizador de pureza ritual de miles de personas.
Lo imagino orgulloso con la pala juntando las cenizas, pensando cuantos judíos se beneficiarían de su trabajo, pero también imagino su frustración cuando cae en la cuenta que el mismo a quedaron impuro ritualmente por el simple hecho de quemar a la vaca y tocar sus cenizas.
¿Cómo es posible? ¿Por qué se impurifica por hacer una obra de bien?
Pienso que la Torá nos está dando una profunda lección.
No es posible ayudar a otro a salir del pozo sin ensuciarse un poco, y está bien que aprendamos a sacrificar de nuestra propia pureza con tal de ayudar a otro.
No puedo dejar de llevarlo al plano personal y pensar en las vidas de muchos shluijim de Jabad como mis padres, que se fueron del confort espiritual de la gran ciudad, donde había comida kosher, escuela judía y rezos con minian en cada barrio, para llegar los judíos de una provincia del norte argentino.
Esta semana se cumplen 38 años de su llegada al Shlijut, siempre voy a lleva con orgullo su ejemplo y su entrega.
Si quieres mantenerte siempre puro no vas a impactar ni a ayudar a nadie.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy
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