Esta historia comienza un 13 de julio de 2005 cuando viajamos a la ciudad de Los Ángeles con veinte niños, cuatro Madrijim, el rabino Gabriel Benayon y yo, rabino Aaron Laine.

Justo antes de partir, uno de los padres se me acercó y me dijo: conozco a uno de los jugadores de los Dodgers que es panameño. ¿Quisiera llamarlo? Él podría coordinar para que ustedes conozcan a los jugadores del equipo. Yo le agradecí y anoté el teléfono privado del jugador. ¡Qué emocionante sería para estos jóvenes, conocer a los jugadores!, pensé.

El viernes en la mañana llamé a Olmedo Sáenz, el jugador panameño y me presenté, soy el rabino Laine de Panamá, ¿sería posible obtener para los jóvenes algunas gorras o autógrafos de los jugadores? inmediatamente me respondió: voy a ver qué puedo hacer.

Al finalizar Shabat recibí una llamada de Sáenz, nos estaba invitando al estadio, a las once de la mañana, para que podamos ver al equipo en la práctica del bateo. Tomando en cuenta nuestra agenda: rezar, comer y estudiar; sabía, que no llegaríamos a tiempo. Además, el juego comenzaba a la una de la tarde, yo no estaba muy entusiasmado en asistir con tanta anticipación, quería evitar el calor, agradecí su gentileza y le dije: lo más probable es que lleguemos solamente para el juego, después del mediodía.

Llegamos a las doce y media y llamé a Sáenz, pero no contestó la llamada. Al rato él se comunicó con el Madrij Menachem, y le indicó que bajáramos al campo de juego; cuando lo intentamos, la policía, nos mandó de regreso porque no teníamos los pases. Lo volví a llamar y me notificó que ya era muy tarde para encontrarnos, ahora yo sí estaba ansioso, llegamos media hora antes y no íbamos a tener ningún beneficio; nos tocó esperar en el asfixiante calor del mediodía. Me di cuenta que no había nada que yo pudiera resolver, por lo tanto, decidí que nos ubicáramos en nuestros asientos.

Conduje a los muchachos a la sección donde deberíamos estar sentados, pero vi gente ocupando el lugar; disculpe, dije amablemente, estos son nuestros asientos, me contestaron que estaba equivocado, que eran de ellos. Revisé mi boleto, era T106 e insistí que esos eran nuestros asientos.

Se acercó, una persona aclaró la situación y me dijo: su fila es la T, está más arriba, ¿arriba?, no puede ser, pensé para mis adentros. ¿Cómo es posible? Hace un mes le pedí a Menachem que consiguiera las entradas en las primeras filas de las gradas de los out field. El año pasado, nos habíamos sentado allí y, uno de los jóvenes atrapó una pelota que un jugador había lanzado, hacia nosotros, fue muy emocionante.

Una vez más, acepté lo inevitable, segunda decepción en una hora, nos asignaron un pésimo lugar; mientras nos dirigíamos hacia arriba, Menachem me comunicó lo siguiente: Hice lo que usted me pidió, rabino; pero cuando llegué a la taquilla, nuestras entradas estaban asignadas en otra sección, en la parte alta de los bleachers (gradas), encima del cátcher (receptor), tuve que aceptar lo que tenían disponible. Ya yo me había calmado, pero no podía dejar de pensar que esto era un gran contratiempo.

Cuando llegamos a nuestros puestos, me di cuenta, que más arriba había un pequeño techo, le dije a Menachem, si subimos tres filas más tendremos sombra, y ahí nos ubicamos, los jóvenes tenían puesta su camiseta amarilla y la gorra, que los identificaba como integrantes del Campamento Gan Israel.

De repente escuchamos una enérgica voz, a través del micrófono: “El juego de hoy está dedicado a la comunidad judía de Los Ángeles".

Todos estábamos atentos viendo la pantalla, estaban proyectando imágenes, desde el año 1886 de beisbolistas judíos; los muchachos estaban felices y yo estaba tratando de identificar a algún jugador. Reconocí a Sandy Koufax, el famoso beisbolista, que no aceptó lanzar en el juego de la serie final, debido a que ese día era Yom Kipur, lo aplaudimos frenéticamente y las personas que estaban detrás nuestro se emocionaron mucho.

Era un hombre de mediana edad, con dos hijos adolescentes, presentí que eran judíos y decidí averiguar.

̶ ¡Hola! Imagino que eres judío.

̶- Sí, un placer conocerlo rabino.

̶ ¿A cuál sinagoga asisten?

̶ No, nosotros nunca vamos a la sinagoga.

̶- ¿Ni en Yom Kipur? ¿Ni siquiera van a una sinagoga conservadora o reformista?

̶ Es correcto. El ser judío es algo que somos, no algo que hacemos.

̶ ¿Dónde hiciste Bar Mitzvá?

̶- Yo no hice Bar Mitzvá.

̶- ¿Y los niños hicieron Bar Mitzvá?

̶- No.

̶- ¿Qué edad tienen?

̶- Nick tiene diez y seis años y Max trece.

El padre fue muy cordial, yo quería cerciorarme de que eran cien por ciento judíos, decidí mantener una conversación con él relacionada a sus progenitores y abuelos.

Mi mente daba vueltas, pensando, ¿cómo podría convencer a estas personas para que se pongan los Tefilin? Nunca han escuchado sobre el significado del Shofar, han estado en una sinagoga, únicamente, como invitados para asistir a un Bar Mitzvá... ¿dejar ir a tres Karkaftas? Tengo que hacer algo....

Comenzó el juego, y ya no había posibilidad de conversar. Después del tercer inning, recibí una llamada de un empleado del estadio. ¿Por favor podría bajar y encontrarse conmigo? Tengo un paquete para usted de parte de Olmedo Sáenz, uno de los Madrijim bajó para recogerlo.

Regresó con una caja cerrada, cuando la abrimos, encontramos varias gorras de los Dodgers, consideré que era un gesto muy lindo de parte de Olmedo; cada gorra estaba autografiada por ocho jugadores del equipo, ¡era algo increíble!, admití que los jóvenes se contentarían con este regalo, y así fue, se emocionaron mucho. Pasaron unos minutos y se me ocurrió una estrategia.

̶ ¿Hay más gorras? pregunté. Buscamos, pero no encontramos más.

̶ ¿Quién quiere hacer una Mitzvá?

̶ Yo quiero, yo quiero, contestaron en coro.

Necesito una gorra para convencer a tres personas para que se pongan los Tefilin, ellos nunca se los han colocado, y la gorra podría ser un estímulo para cumplir con este precepto.

Después de escuchar mis palabras, el silencio se apoderó del ambiente, ningún joven estaba dispuesto a ofrecer su gorra. Un rato después, me levanté y vi una gorra encima de las piernas del rabino Gabriel Benayon; de quién es esa gorra, le pregunté, mía, me respondió; en la caja había veintiún gorras. De inmediato le quité la gorra y le dije: era tuya.

Con la gorra en mano caminé hacia la última fila y pregunté a los jóvenes: ¿qué les parece la gorra? ¿reconocen los autógrafos de los ocho jugadores? ¿la quieren? De una vez, escuché una respuesta positiva.

Aproveché el entusiasmo de los jóvenes para hacer un trato: yo les doy la gorra y al finalizar el juego, ustedes se pondrán los Tefilin; los hermanos se miraron emocionados y aceptaron el trato.

Uno de los Madrijim fue hacia el carro en busca de los Tefilin, yo estaba emocionado, no veía la hora en que terminara el juego. ¡Tres Karkaftas!

Los Dodgers perdieron el juego.

Y llegó el momento de cumplir con la segunda parte del convenio, pero, el padre de los jóvenes, me frenó con la siguiente pregunta ¿qué acuerdo hizo usted con mis hijos?

Me di cuenta de que me había adelantado a los hechos y olvidé que había judíos que nunca habían escuchado sobre los Tefilin.

Decidí sacar las cajitas y explicarle cómo están hechas, qué dicen y el efecto que produce en el hombre judío ponérselos.

Primero le puse los Tefilin a Max, dijimos la bendición y se oyó un enérgico ¡amén! Giré y vi a los niños del campamento, ellos querían saber qué estaba sucediendo. Tratando de ser breve, les dije, este joven, su hermano y su padre están haciendo su Bar Mitzvá, es la primera vez que se ponen los Tefilin, quedaron impactados al escuchar mi explicación, algunos sacaron sus cámaras fotográficas y comenzaron a tomar fotos y cuando terminaron de decir el Shemá, cantamos “SIMAN TOV UMAZAL TOV…”

Mientras nos retirábamos del estadio el padre no paraba de agradecerme, y me pidió que le mandará algunas de las fotos a su correo electrónico.

Al reflexionar en lo que había ocurrido, caí en cuenta en todo lo que Hashem necesitó para hacer este triple Bar Mitzvá.

Me intriga, y pienso que siempre hay que esperar pacientemente a que se manifieste la Hashgaja Pratit: Providencia Divina Individual.

A pesar de que el beisbolista Olmedo Sáenz hizo un out, realmente en este juego hizo un home run.

Para Reflexionar

Nuestros sabios enseñan que las bendiciones más grandes provienen de los niveles espirituales más altos, y para acceder a estas, debemos entender que el camino no es liso y llano, porque, estos tesoros se ocultan, en diversas circunstancias o experiencias que al principio no revelan esa luz pura.