El Rebe mantuvo un sentimiento de gratitud de toda la vida hacia Rabi Shneur Zalman Vilenkin, su maestro desde la edad de siete años y medio hasta los once años, y al hombre de quién dijo: “Me puso de pie [en el aprendizaje de judaísmo]”. Cuando Rabi Vilenkin fue por primera vez a los Estados Unidos y visitó la oficina del Rebe en Brooklyn, el Rebe se puso de pie en su honor y rehusó sentarse hasta que tomase asiento Vilenkin. Rabi Vilenkin, a su vez, se negó a sentarse en presencia del hombre a quién él consideraba su Rebe, así que permanecieron ambos de pie durante su encuentro de una hora de duración. La segunda vez que se encontraron, nuevamente Vilenkin se negó a sentarse, así que el Rebe le dijo: “[Hace más de] cuarenta años nos sentamos juntos por un volumen del Talmud, así que sentémonos juntos también ahora”. Rabi Vilenkin dio su consentimiento y los dos hombres tomaron asiento. En otras ocasiones, cuando el Rebe veía a Rabi Vilenkin entrar a la sala para escuchar alguna de sus conferencias públicas, se ponía de pie en su honor y no se sentaba hasta ver que su maestro estuviese sentado.

En 1963, al fallecer Rabi Vilenkin, el Rebe pagó por su entierro y por la construcción de una matzevá (lápida). Pidió a los hijos del rabino que cada uno de ellos pagara sólo un dólar para que pudieran participar en la mitzvá de honrar a su padre, pero el resto quiso pagarlo todo él mismo.