Las mitzvot se clasifican en dos categorías: las cosas que se nos manda hacer (“mitzvot positivas”, por ejemplo, creer en Di-s, honrar a nuestros padres) y las cosas que se nos manda no hacer (“mitzvot negativas”, por ejemplo, no mates, no robes). La Mishná nos dice que las mujeres están obligadas a hacer mitzvot que no están vinculadas a un tiempo específico, así como a abstenerse de casi1 todas las prohibiciones, incluidas las que están relacionadas con el tiempo. Por lo general, están exentas de todas las obligaciones que deben cumplirse en un momento específico, como tzitzit, tefilín, leer el Shemá, shofar, sucá, lulav y Sefirat HaOmer.2

Es importante tener en cuenta que “exento de” no significa “mantenerse fuera de”. La mayoría de estas mitzvot son opcionales para las mujeres, de manera que, si una mujer así lo elige, 3 puede cumplir con la mitzvá, y tiene una recompensa por hacerla. De hecho, algunas, como leer el Shemá por la mañana y por la noche, han sido aceptadas por las mismas mujeres como una obligación.

Además, esto no es una regla absoluta, ya que hay ciertas mitzvot con plazos determinados que las mujeres están obligadas a hacer. Por ejemplo, las mujeres deben hacer u oír kidush en Shabat, a pesar de que es claramente una mitzvá con límite de tiempo. ¿Por qué? Debido a que las mujeres están incluidas en la prohibición “No trabajar en Shabat”, y ya que tanto las obligaciones como las prohibiciones de Shabat “se dijeron como uno” durante la entrega de los Diez Mandamientos, las mujeres están obligadas a hacer todos los aspectos positivos de Shabat también.4

Adicionalmente, las mujeres están obligadas a cumplir mitzvot en el tiempo que conmemoran un acontecimiento o milagro del que formaban parte, como la mitzvá de comer matzá (que conmemora el Éxodo) o las mitzvot rabínicas de Janucá y Purim.

Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿Por qué, en términos generales, las mujeres están exentas de mitzvot relacionadas con el tiempo?

Las mujeres tienen otras obligaciones más importantes

Una explicación común es que las mujeres a menudo están preocupadas por sus deberes familiares y no es realista esperar que estén disponibles para las mitzvot que deben hacerse en un momento específico. En la tradición judía, criar hijos es considerado una de las formas más elevadas de servicio a Di-s, crucial para la continuación de Su nación y Su Torá.5 Y son específicamente mujeres a las que Di-s dotó de cualidades vitales para criar una familia.6 Por lo tanto, dado que las mujeres a menudo se dedican a esta santa tarea, están exentas de estas obligaciones.

Esto nos lleva a la pregunta obvia: ¿Qué pasa con las mujeres que no tienen responsabilidades familiares? ¿Por qué están exentas? Aunque algunos responderían que una vez que hay una regla general en la Torá, se aplica incluso en situaciones en las que la razón detrás de ella puede no aplicarse, en verdad, hay razones más profundas dadas detrás de esta exención.

Las mujeres no necesitan estos mandamientos

Algunos explican que la Torá no impuso a las mujeres estas mitzvot con plazos determinados porque no es necesario. Las mujeres tienen un mayor fervor natural y un entusiasmo más fiel y corren menos peligro que los hombres de caer presa de las tentaciones que encuentran en el curso de sus vidas. En consecuencia, no era necesario dar a las mujeres estos repetidos recordatorios para que se mantuvieran fieles a su llamamiento y a las advertencias contra los momentos de debilidad.7

Sin embargo, si sólo se tratara de una cuestión de fe y fervor, plantea la pregunta, ¿para un hombre que es justo, o “el pastor de la fe” como Moisés, no serían igualmente innecesarias las mitzvot con plazos determinados? ¿Y qué hay de una mujer que no es tan ferviente? ¿Entonces necesita cumplir con estas mitzvot? ¿Es la diferencia de obligación simplemente una cuestión de que la Torá establezca la regla basada en la mayoría de los hombres y mujeres?

Dos mitades de un alma

Una mirada más profunda a la relación del hombre y la mujer puede iluminarnos en este sentido.

Al hablar de la creación del hombre y la mujer, la Torá no los describe como dos entidades distintas, sino como un todo único: “Y Di-s creó el Adán a Su imagen, hombre y mujer los creó”. 8 Por lo tanto, el Zóhar explica que la imagen divina no es ni masculina ni femenina, sino una síntesis de ambos. 9 Es sólo más tarde que Di-s separa a Adán en dos entidades distintas, e incluso entonces el hombre y la mujer son considerados cada uno la mitad de una persona, no sólo en el alma, sino también en el cuerpo.

El rabino Itzjak Luria (el Arizal) explica que el hombre y la mujer son dos dimensiones de una sola alma. Cada alma individual es encargada de la implementación de toda la Torá, su elemento masculino, actuando a través de un cuerpo masculino, se le ordena llevar a cabo los mandamientos masculinos de la Torá; y su elemento femenino, otorgado en un cuerpo femenino, a realizar los objetivos femeninos de la Torá. Por lo tanto, el Arizal explica que “cuando lo masculino realiza una mitzvá [mandada específicamente a los hombres], no hay necesidad de que lo femenino lo haga por su cuenta, ya que ella está incluida en el cumplimiento de la mitzvá”.10

Esto se aplica incluso si las dos almas nunca se unen realmente en matrimonio, ya que, en última instancia, siguen siendo dos mitades de la misma alma, con cada parte del alma trabajando en su manera distinta.

Sin embargo, todavía nos queda la pregunta de por qué la mitad femenina es la que no tiene que hacer mitzvot con plazos determinados.

¿Por qué no podemos revertir los papeles y hacer que cumpla con las obligaciones del hombre? ¿Cuál es la diferencia esencial entre la composición de las dos mitades del alma que resulta en sus diferentes misiones y obligaciones en este mundo?

Una vez más, tenemos que sondear más profundo.

Las mujeres y la atemporalidad

El fenómeno del género es un elemento central de nuestro universo. Casi en todas partes miramos que la vida se propaga y se sostiene mediante un drama continuo de opuestos que se encuentran y se unen. La Torá, al ser el “plano de la creación”, también contiene dos polos opuestos que se encuentran y se unen para crear la dinámica de la sabiduría aplicada. A lo largo de la halajá de la Torá, nos encontramos con la síntesis de estos opuestos en diferentes formas: lo atemporal y lo ligado al tiempo, lo general y lo específico, la permanencia y el cambio, estas son sólo algunas de sus manifestaciones en la sabiduría práctica de la Torá.

Cuando Di-s le dio la Torá a Moisés, le instruyó: “Así le hablarás a la casa de Jacob, y dirás a los hijos de Israel...”11 Exponiendo este versículo, el Midrash explica que “la casa de Jacob” se refiere a las mujeres; “los hijos de Israel”, a los hombres. El versículo dice: “Relata los principios generales [de la Torá] a las mujeres, y pronuncia [sus] detalles exactos a los hombres”.12

En otras palabras, el alma femenina está más alineada con los principios generales, esenciales y atemporales de la admiración y la fe —como lo ejemplifican muchas mujeres bíblicas—, mientras que los hombres se relacionan más con el detalle, la ley específica, la aplicación particular dentro del tiempo y el espacio.

Esta distinción entre mujeres y hombres también se refleja en el papel que tienen los padres en la determinación de la identidad de su hijo. La esencia de la judeidad es determinada por la madre, mientras que los detalles de la judeidad, como la identidad tribal, son determinados por el padre.

Esto, explica el Rebe de Lubavitch, es la explicación más profunda de por qué las mujeres están generalmente exentas de mitzvot con plazos determinados. Las mujeres están más conectadas con el aspecto general de las mitzvot, ese aspecto esencial y primordial que no está encerrado por ni ligado al tiempo. Por lo tanto, generalmente sólo están obligadas a guardar los mandamientos negativos, así como los mandamientos positivos no vinculados al tiempo.13 14

Así como fue por el mérito de las mujeres justas que fuimos redimidos de Egipto y recibimos la Torá, así también, en la redención final, será específicamente por su mérito que vamos a iniciar la redención final.15 ¡Que sea rápido en nuestros días!