La Torá le dice al pueblo de Israel que destruya los ídolos que encuentren cuando entren a la Tierra de Canaán. Presumiblemente, las leyes de la Torá no tienen fecha de vencimiento. ¿Esto me obligaría a romper estatuillas y otros ídolos hoy? ¿Qué hay de las piezas de museo que tienen un significado histórico?

Respuesta

Antes de tomar su martillo y comenzar a romper cosas, demos un paso atrás y observemos el panorama general. En términos generales, hay dos tipos de figurillas, las que se adoran y las que no, y cada tipo tiene su propio conjunto de leyes.

Imágenes no idolátricas

Bíblicamente se prohíbe a uno hacer la forma de un hombre de cualquier material (por ejemplo, metales, madera, piedra), aunque sea solo para decoración, como dice el versículo: “No harán Conmigo [iti]; dioses de plata, o dioses de oro, no haréis para vosotros”.1 Esto se puede leer como: “No me haréis [oti]”; en otras palabras, “No hagan una réplica de esa forma ―el cuerpo humano― sobre la cual escribí en Mi Torá, ‘Hagamos al hombre a Nuestra imagen.’23

Según la mayoría, esta prohibición solo se aplica a hacer una forma completa tridimensional4 de una persona5 (por ejemplo, una figura o estatua).

(Además, aprendemos de la lectura literal del verso, “No harán Conmigo”, que también está prohibido hacer imágenes de creaciones celestiales como el sol, la luna, las estrellas, las constelaciones o los ángeles, ya que el verso implica que uno no debe hacer imágenes de aquellos que están “con” Di-s en las alturas.6 Según muchos, a diferencia de las imágenes del hombre, uno no debe hacer ni siquiera imágenes bidimensionales que no sobresalgan de estas creaciones celestiales.7 Sin embargo, la prohibición no se extiende a las imágenes creadas con fines de aprendizaje.8 Los detalles de esta prohibición están más allá del alcance de este artículo).

Además de la prohibición bíblica de realizar estas imágenes, existe una prohibición rabínica de no mantener las imágenes en nuestra posesión, ya que puede parecer que uno las hizo y/o las guarda para adorarlas.9

Algunos opinan que hoy en día, cuando la gran mayoría de las personas no adora estas imágenes, se pueden conservar una vez que ya las ha obtenido.10 Otros no están de acuerdo y opinan que solo se pueden conservar si las imágenes están un tanto desfiguradas.11

Aunque, como se explicó, un judío generalmente no debe hacer o conservar este tipo de imágenes, sin embargo, uno puede beneficiarse de ellas.12 Por lo tanto, siempre que las imágenes no sean estatuas o íconos hechos para la idolatría, uno podría visitar un monumento o museo para mirarlos, y ciertamente no es necesario romperlos.

La destrucción de ídolos

Sin embargo, hay muchas estatuas que originalmente se hicieron como ídolos o íconos que representan algún tipo de deidad. En este caso, se prohíbe obtener algún beneficio o disfrute de ellos.

Pero ¿necesitamos destruirlos, como la Torá nos ordena en muchos lugares?13

Hay algunos factores para tener en cuenta. En primer lugar, el ídolo de un no judío puede ser “anulado”.14 En otras palabras, si un adorador de ídolos demuestra que ya no considera que el ídolo es sagrado al desfigurarlo físicamente un poco (o, según algunos, al menos declarando su intención de hacerlo), ese ídolo pierde el estado de una deidad. Un judío puede entonces beneficiarse de ella. Esto, sin embargo, solo funciona si el ídolo no era propiedad de un judío y si la persona que desfigura al ídolo es él mismo un adorador de ídolos.

Alternativamente, el ídolo se anula si fue abandonado en un tiempo de paz (o incluso en la guerra, si el propietario pudo regresar a él, pero decidió no hacerlo).15

En segundo lugar, fuera de Israel, uno solo está obligado a destruir los ídolos que no fueron anulados (es decir, que todavía tienen el estatus de un ídolo genuino) y, además, están en posesión o control de un judío.16

Dado que la mayoría de los ídolos en los museos no están en posesión de judíos o bajo el control judío exclusivo, y muchas de estas estatuas pertenecen a religiones y naciones que han abandonado sus deidades y se han desvanecido en el olvido, el mandamiento de destruir los ídolos no se aplicaría a ellos. Sin embargo, como mínimo, sigue siendo virtuoso evitar mirarlos y obtener placer de ellos.17

Oramos por el día en que todos se den cuenta de la verdadera unidad de Di-s, el día en que “el mundo se llene del conocimiento de Di-s como las aguas cubren el lecho del océano”.18 ¡Que sea pronto en nuestros días!