Esta historia ocurrió con el rabino Baruj Hagman, Sheliaj del Rebe en la localidad de Nordelta, situada en el Partido de Tigre, Provincia de Buenos Aires, Argentina.

En nuestra comunidad vive un joven llamado Gastón, que hace bastante tiempo participa de las actividades que organizo, él tiene varios departamentos en alquiler en la ciudad de Miami, y hace algún tiempo me comentó acerca de un problema que lo inquietaba; el supervisor es un gentil llamado Orlando, y por alguna razón, siempre se las ingenia para complicarle las cosas, a cada rato le envía e-mails con quejas; Gastón me explica que ha tratado de razonar con él muchas veces, pero no hay manera de resolver las discrepancias.

Siempre traté de ayudarlo, leímos varios capítulos de Tehilim para que la situación mejorara, pero los conflictos con Orlando no cesaron.

A los seis meses de mi llegada a Nordelta, organicé un viaje al Ohel del Rebe en Nueva York, y Gastón resolvió participar. La decisión que tomamos fue viajar separados y encontrarnos todos en el Aeropuerto JFK, al lado del local de Budget Rent a Car.

Cuando llegué, lo primero que vi fue a Gastón, estaba apoyado a la pared y se sostenía la cabeza con fuerza. Noté una gran frustración en su rostro y le pregunté qué le ocurría. ¡Ay rabino! La verdad es que los conflictos con Orlando van de mal en peor. Envié una familia a uno de mis departamentos y ellos hicieron algo muy grave. Orlando me mandó un e-mail en el que me cuenta lo que han hecho y me dice que hasta aquí llegó su paciencia, que me va a demandar. Estoy en un lío tremendo. ¡Rabino! ¡Yo vine a este viaje para conectarme espiritualmente con D-os y recibo semejante noticia!

Lo miré a los ojos y le dije: escúchame, el miércoles vamos a ir al Ohel del Rebe, y ahí vas a pedir con todo el corazón la solución al problema que tanto te agobia.

Llegamos al Ohel, le hablé al grupo sobre la santidad del lugar y luego cada persona se sentó a redactar su pedido solicitando bendiciones.

Era la primera vez que Gastón visitaba el Ohel. Cuando salimos, Gastón se me acercó y con mucha emoción me dijo: Rabino, ¡qué lugar tan especial!, la sensación que tuve fue idéntica a lo que sentí cuando recé en el Kotel.

Al día siguiente estaba caminando con Gastón por la Calle Kingston, entre Crownn Heights y Carroll Street, y de pronto me reveló su deseo de comprar, un cuadro del Rebe para su nueva casa. Lo llevé a una librería judaica, y no le gustó lo que tenían a la venta.

Decidí llevarlo a la Galería de Arte en el cruce entre Kingston y Carroll, recorrió el lugar y de repente vio un cuadro que lo cautivó; el Rebe estaba mirando de frente a la cámara; es justamente lo que estaba buscando, me dijo en ese instante. Le pregunté, ¿estás seguro que este es el que te gusta?, a mi parecer hay otros cuadros más destacados. Rabino, este es y con gran emoción lo compró.

Pasamos el Shabat juntos y el domingo finalizó nuestro paseo, el grupo viajó con Gastón a Miami y yo regresé a Buenos Aires.

El siguiente miércoles, recibí un llamado de Gastón muy emocionado. Rabino, todo el grupo está conmigo y puse la llamada en altavoz, tenemos algo increíble para contarle.

Viendo que la situación con Orlando se complicaba cada vez más, resolví que ya era el momento de hablarle personalmente, llegué a su oficina y le hablé con el corazón, explicándole que no sabía cómo manejar nuestra situación y, le rogué que hiciéramos las paces. Él ni siquiera se volteó para mirarme, su mirada estaba fija en la pantalla de su computador.

La tensión en el ambiente era insoportable y se me ocurrió contarle que la semana anterior había estado en un lugar sagrado, pidiendo que nuestras diferencias se arreglen.

Estando aún de espaldas, me preguntó si había viajado a Israel, le respondí que estuve en un cementerio. Apenas escuchó la palaba cementerio, giro y con gran entusiasmo exclamó: ¿estuviste en Nueva York en el cementerio del Rebe de Lubavitch?

¿Tú pediste por mí en la tumba del Rebe de Lubavitch?, se terminaron nuestros altercados, respondió Orlando con una enorme sonrisa en sus labios.

Yo no podía creer lo que estaba escuchando; en un instante su actitud cambió totalmente. Orlando empezó a contarme todo lo que había escuchado acerca del Rebe y de lo especial que era. Me dijo que tenía muchos amigos judíos que le habían manifestado sobre los milagros y maravillas que había realizado.

De repente abrió su cajón y sacó una Mezuzá, después me enseñó unaalcancía de Tzedaká, la colocó sobre la mesa y la volteó, en ese momento casi me desmayo, tenía una foto del Rebe… era, exactamente, la misma foto que yo había escogido en la Galería de Arte una semana atrás .

Desde ese día, Gastón y todo el grupo comen Kasher, se colocan los Tefilin a diario y vienen a estudiar Torá.

Para Reflexionar

Esta historia nos presenta un verdadero milagro; un milagro que llegó a través del trabajo espiritual que hizo Gastón.

También vemos el impacto de la obra del Rebe, no solamente en la judería mundial, sino también en el mundo en general.