Estimados lectores:

Esta semana la Parashá nos cuenta de la inauguración del Mishkan, el santuario móvil, que construyen en el desierto para traer ofrendas a Hashem. Durante una semana Aharon, el hermano de Moshe se encarga de traer ofrendas para inaugurar el lugar, pero desde el cielo no se ve ninguna señal. La frustración del pueblo y principalmente de Aharon es enorme, claramente el pecado del becerro de oro, no fue perdonado y el esfuerzo de construir el santuario parece vano.

Rashi comenta que Aharón estaba quebrado y le dice a Moshe: “Por mi culpa no bajó la presencia divina, Di-s está enojado conmigo aun, yo no tendría que haber traído los sacrificios. ¿Qué me has hecho Moshe que entre y me avergoncé?” y ahí entran junto con Moshe y la presencia de Hashem baja al santuario.

Dos lecciones rescato de este episodio. Muchas veces en mi vida personal y en experiencias cercanas llegamos al punto de quiebre, Aharon durante siete días trajo los sacrificios esperanzado que su esfuerzo funcione, como cuando rezamos y pedimos por algo en particular, el día ocho no había novedad y su corazón se parte y pide ayuda a su hermano y entran los dos juntos al santuario, recién ahí recibe la respuesta del cielo.

La Torá nos está diciendo, el verdadero sacrificio es el corazón roto, saberse vacío y reconocer nuestra insignificancia, buscando el apoyo de un hermano que nos acompañe, recién ahí Hashem se nos revela.

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy