En el año 2017 el rabino Daniel Zelione viajó con un grupo de jóvenes a Polonia. Estando allá, el rabino y su equipo montaron una carpa de CTeens, (grupo de adolescentes judíos); justamente donde se había edificado el Gueto de Varsovia, con la finalidad de recibir a los diferentes grupos escolares que llegaban de todas partes del mundo, realizando la Marcha por la Vida, que es un proyecto educativo internacional basado en los dos eventos más importantes de la vida judía del siglo XX: La Shoá (Holocausto) y el establecimiento del Estado de Israel.

El rabino relata: mientras estábamos sentados en nuestra carpa, vimos entrar a dos personas, una señora mayor acompañada de un hombre joven de estatura alta. Ambos se pusieron a observar las imágenes que mostraban la vida religiosa judía en Polonia.

Yo, estaba conversando con un compañero y de repente la señora se me acercó y con gran sorpresa exclamó: ¿de dónde son ustedes que hablan en español?

Venimos de Argentina, le respondimos, la mujer muy asombrada, nos pregunta, ¿qué hacen dos argentinos en Polonia?

Le explicamos que éramos integrantes del movimiento Jabad y que habíamos venido con un grupo de estudiantes para participar en la Marcha por la Vida.

Ella nos contó que trabajaba en la Embajada de España en Varsovia, y el señor que la estaba acompañando era un periodista de un diario local. Mientras fluía nuestra conversación el periodista nos comunicó que su ascendencia era judía.

Nos quedamos atónitos al escuchar la noticia y le preguntamos a qué se refería al indicarnos que él era de ascendencia judía. Nos reveló que su abuela materna era judía.

Ella había huido de Varsovia a Francia antes de haber comenzado la Segunda Guerra Mundial y estando allí, contrajo matrimonio, con una persona que practicaba otra fe, ella ocultó su identidad, viviendo en Paris nació su hija y la crio como cristiana.

Fueron pasando los años y su hija decidió visitar Varsovia, se casó y tuvo un hijo, ese hijo era él; siempre se le había ocultado su identidad judía. Creció y fue educado como polaco, en el periódico donde ejercía el periodismo escribía siempre en pro de los polacos y los defendía fervientemente.

Me sentí muy conmovido, después de escuchar su historia; en medio de tanta oscuridad y muerte, percibí un vestigio de luz, de vida. Una voz irrumpió en mi interior y su mensaje era firme y poderoso: ¡No puedes dejar que se te escape de las manos! Tienes la oportunidad de encender una luz y contrarrestar toda esa oscuridad.

Con gran sentimiento le hablé sobre los Tefilin y el efecto positivo que genera hacer una Mitzvá. Le conté que a mi regreso a Argentina celebraría el Bar Mitzvá de mi hijo Mendel, y que, para mí, sería un inmenso privilegio colocarle los Tefilin en Varsovia, contrarrestando toda esa oscuridad con la luz eterna de la Mitzvá.

La emoción en mis palabras y la pequeña lágrima que se me escapó mientras le hablaba, surgieron el efecto deseado, y como enseñan nuestros Sabios: “las palabras que emanan del corazón, penetran el corazón”. El hombre aceptó mi propuesta y fue así como en pleno corazón de Varsovia, un judío asimilado realizó su Bar Mitzvá.

A mi regreso a Argentina recibí una foto en la que aparecía el hombre al lado del Sheliaj de Polonia, y me enteré que desde nuestro encuentro él había comenzado a ir a la sinagoga con más frecuencia y había establecido una relación cercana con el Sheliaj, todo gracias a la fuerza de los Tefilin.

Reflexión

Nuestros Sabios nos enseñan que una pequeña cantidad de luz disipa mucha oscuridad.

El Rebe Rashab, el quinto Rebe de Lubavitch, enseñó que un Jasid es como un farolero, que se ocupa de encender la flama de cada judío y enseñarle a brillar. En este relato vemos la emoción y el sentimiento de un Jasid que reconoce la oportunidad de encender una vela, un alma judía, y de ese modo transformar la oscuridad en luz.