¿Qué harías si estuvieras celebrando y disfrutando con amigos y de repente apareciera la persona que se opone a ti en tus mayores batallas de la vida?

Esto ocurrió en Simjat Torá en 1975, en la sede de Jabad Lubavitch en Eastern Parkway 770. Miles de lubavitchers se apiñaban junto a cualquiera que deseaba presenciar las hakafot más alegres del mundo en el día más alegre del año.

Los gabaim (administradores) de la sinagoga intentaban desesperadamente poner orden en la ceremonia, mientras buscaban al contingente que venía todos los años de parte del consultado de Israel.

En ese momento vieron a Haim Cohn y no sabían qué hacer. Era la persona incorrecta en la fiesta incorrecta.

El rabino Iosef Cohn estudiando el Talmud con sus nietos Leo y Haim en Hamburgo, alrededor de 1932. Crédito: Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, cortesía de Noemi Cassutto.
El rabino Iosef Cohn estudiando el Talmud con sus nietos Leo y Haim en Hamburgo, alrededor de 1932. Crédito: Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos, cortesía de Noemi Cassutto.

La persona incorrecta en el lugar incorrecto

¿Quién era Haim Cohn?

Para los israelíes, aún es reconocido por ser uno de los mayores fundadores de la ley israelí, un gran pensador y defensor de los derechos humanos. De hecho, se encontraba en Nueva York para la asamblea general de las Naciones Unidas, representando a Israel en la Comisión de Derechos Humanos. Pero Haim Cohn también era conocido por su enérgica oposición a todo lo relacionado con la religión, en particular cuando ser relacionaba con el Estado de Israel.

Cohn venía de una familia de religiosos estudiosos de la Toráprovenientes de Lübeck, Alemania. En 1929, a los 18 años, Cohn se estableció en Jerusalén, donde estudió con el Rab Abraham Isaac Kook, a quien admiraba mucho, en la Universidad Hebrea. Regresó a Europa para completar su Máster en Derecho en la Universidad de Fráncfort, y se casó con una joven a quien no le interesaba la religión.

Tras regresar a la Tierra Santa con la llegada del Tercer Reich en 1933, gradualmente comenzó no solo a alejarse sino a oponerse al judaísmo de la Torá, y se oponía activamente a los rabinos, tanto en calidad de autoridad de la ley de Israel como miembro del Movimiento “T'hila” para el secularismo judío israelí.

El Rab Iehuda Kook, hijo y discípulo de su antiguo mentor, lo llamó “El Elisha ben Avuya de nuestra generación”. Elisha ben Avuia era un sabio brillante del Talmud, el maestro del Rab Meir, que se convirtió en hereje. El Talmud cuenta que durante más de cien años, de su tumba salía humo, y eso fue después de que los sabios rezaran por la misericordia de su alma. “Porque conocía la grandeza de Di‑s y aun así se rebeló”.1

Con el tiempo, Cohn se separó de su primera mujer y viajó a Estados Unidos para casarse secularmente con una mujer que ya había estado casada, un acto que desató la ira de los rabinos en Israel. Según las leyes de la Torá, un descendiente de Aaron, como Haim Cohn, no puede casarse con alguien divorciado.

Pero probablemente lo que más preocupaba a los gabaim era el papel de Haim Cohn en la controversia de “Quién es un judío”.

Este era un tema que el Rebe había abordado constantemente en los cinco años anteriores, advirtiendo con un lenguaje extremadamente fuerte que dicha cuestión fundamental suponía un peligro existencial para la nación judía. Haim Cohn, por otra parte, como Juez de la Corte Suprema de Israel, sostenía que el judaísmo, al igual que el estado, era una construcción social, y que cualquiera que se identificara personalmente como judío debería ser aceptado por el estado como tal.

Los gabaim que contemplaban a este hombre sabían muy bien la controversia, en particular, la rotunda condena que podría surgir en muchas partes si le daban alguna participación en la ceremonia. Estaban paralizados.

Haim Cohn, jurista y político israelí, 1911-2002 (crédito: Teddy Brauner)
Haim Cohn, jurista y político israelí, 1911-2002 (crédito: Teddy Brauner)

El peso de la Torá

Pero el Rebe notó la indecisión de los gabaim y protestó.

“¿Un judío quiere tomar el yugo de la Torá y ustedes no lo dejan?”, los reprendió.

El Rebe procuró personalmente la lectura del primer versículo de la ceremonia y le dijo algo al gabbai, quien luego proclamó: “por el presente honramos al ilustre Juez de la Corte Suprema, Rab Haim haKohen, con el versículo ‘Ata Hareisa’”.

Haim Cohn bramó el versículo, con fuerza y orgullo, y el Rebe, los gabaim y la multitud de jasidim lo repitieron a coro.

El episodio no había finalizado. Cuando los gabaim sacaron los rollos de la Torá, el primero y el más pesado, conocido como el “Sefer Torá del Mesías”, se dirigía directamente hacia Haim Cohn.

Nuevamente, los gabaim dudaron. Era un rollo muy pesado, y Haim Cohn no era joven. Hubiese tenido más sentido entregarle uno de los rollos más chicos y livianos.

El Rebe miró a Cohn a los ojos y le preguntó “¿estás listo para asumir el peso del yugo de la Torá?”

Si nunca experimentaste esa mirada, es muy difícil de contarlo. Dos ojos azules intensos traspasan la piel y los huesos y llegan al alma. No hay lugar para ocultarse, y nada de lo que hagas se esconde ante esos ojos.

Haim Cohn respondió afirmativamente. Los gabaim cedieron.

Cuando comenzaron los cánticos y los bailes, Haim Cohn aún agarraba la Torá, y cantó y bailó junto a los miembros del consulado y a los jasidim durante tres cuartos de hora completos. Incluso cuando el Rebe cantaba y aplaudía y alentaba a la multitud con gran alegría, nunca le sacó la mirada a Haim Cohn.

Esa noche, Cohn regresó a su hotel. Regresó a Israel, a su puesto y a sus opiniones. Diez años más tarde, aún escribía sobre “Quién es un judío” sin desviarse de su postura original.

Un artículo del periódico israelí "Maariv" que informa sobre la participación de Haim Cohen durante las festividades en 770.
Un artículo del periódico israelí "Maariv" que informa sobre la participación de Haim Cohen durante las festividades en 770.

Una mirada profunda

Si nunca conociste al Rebe, si no conocías sus modos, es probable que malinterpretes esta historia.

Podrías decir, “el Rebe era muy inteligente. Sabía cómo lidiar con sus detractores. Sabía que era mejor amigarse con un judío que discutir. De ese modo, es más probable que los sumes a tu causa, o al menos que mitigues su ataque. Qué lástima que no funcionara en este caso”.

Pero el Rebe no es así. Y esta es la prueba: en este caso, el riesgo era demasiado grande como para disimular.

Con absoluta confianza, el Rebe declaró que este judío estaba allí con un fin: “aceptar el yugo de la Torá”. E incluso asumió el riesgo de preguntarle públicamente a un hombre que había luchado contra la Torá durante 30 años, sin signos de arrepentimiento, “¿estás listo para aceptar el yugo de la Torá?” ¿Qué hubiese pasado si Cohn decía “no”?

E incluso si no se negaba, ¿qué hubiese ocurrido si no pensaba lo que dijo? El Rebe era muy riguroso cuando se trataba de halajá. ¿Cómo pudo permitir que se entregara un rollo de la Torá a un hombre conocido por su lucha contra las cosas sagradas para los judíos y pedirle que dirigiera a toda una congregación durante el rezo (como de hecho los críticos del Rebe exigieron saber tras escuchar la historia)?

Pero el Rebe no vio ante él una oportunidad de ganar un juego ni de ganar a un nuevo seguidor. O incluso de ganar terreno.

El Rebe vio ante el a un judío. Y él creía en ese judío.

Creía que, a pesar de todo lo que este judío había dicho y hecho en los últimos 30 años, un rollo de la Torá seguía siendo para él el objeto más preciado y sagrado del mundo. Y que su deseo más íntimo y profundo era cargar y aceptar esa Torá.

¿Ayudó? Supongamos que no. Pero, como escribió el primer Rebe de Jabad en su obra más clásica llamada Tania, cuando ves a un judío que no está haciendo bien las cosas, atráelo con lazos de amor. Tal vez cambie su comportamiento, o tal vez no lo haga. De cualquier manera, habrás cumplido con la mitzvá de amar a otro judío.

Pero yo creo que sí funcionó.

Años más tarde, cierto jabadnik se hizo muy amigo de un israelí que vivía en Manhattan. Antes de Simjat Torá, lo invitó a 770 a celebrar con el Rebe.

Pero el hombre se negó rotundamente. “Tengo un amigo que fue allí hace un año”, explicó. “Y cambió su manera de pensar sobre muchas cosas, no estoy interesado en cambiar mis pensamientos respecto a nada. No iré”.

El amigo, como puedes adivinar, era Haim Cohn. Exteriormente, tal vez, al menos en lo inmediato, nada cambió. En sus Leyes del Arrepentimiento, Maimónides dice que si un judío se arrepiente en lo profundo de su corazón, incluso si sigue siendo reacio, su arrepentimiento es aceptado y se restituye su participación en el mundo venidero.2

Y, a la larga, como escribe Maimónides en una famosa carta a los judíos de Yemen, este judío tendrá un arrepentimiento completo. Como dice el versículo, “Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones”.3

El judaísmo como creencia en los judíos

Actualmente, algunos judíos han perdido la fe en sus hermanos judíos. Con la fusión de la política y la religión y la intensa fuerza polarizadora de las redes sociales, algunos han incluso declarado que nos hemos convertido, Di-s no quiera, en dos pueblos separados.

Dicha percepción solo puede surgir cuando nuestros ojos no ven detrás de la presentación más externa de un judío. Cuando juzgamos a las personas por su comportamiento, por sus opiniones manifestadas, por sus elecciones en las urnas electorales que no son contrarias a las nuestras.

Pero eso no es judaísmo. El judaísmo no es una ideología ni un conjunto de prácticas que determinan si te retenemos como judío o te botamos como a un extraño.

En cambio, el judaísmo es una sabiduría divina conocida como la Torá, que cuando se presenta con total autenticidad, tiene la capacidad única de despertar la chispa interna de un judío y, por consiguiente, de conectarnos a todos como un pueblo con una Torá y un Di-s.

Conéctate con otro judío y verás lo bueno que es. Probablemente no esté tan lejos de la superficie. Es posible que incluso descubras que coinciden en muchas más cosas de las que discrepan.

Como con Haim Cohn y el Rebe. Cohn era defensor de los derechos humanos, algo que probablemente el Rebe admiraba. También era conocido por visitar a los prisioneros que había sentenciado a prisión, para asegurarse de que se los trataba bien.

“Si pudiera, eliminaría las prisiones”, dijo una vez. Curiosamente, el Rebe le dijo prácticamente lo mismo al Juez J. B. Weinstein.

Así que cuando veas a otro judío en tu fiesta, incluso si no es la persona que quieres ver allí, incluso si crees que es un pecador, incluso si crees que está destruyendo activamente los elementos más sagrados y esenciales de nuestro pueblo, incluso si votó al partido que más detestas, mira más profundo. Cree en ese judío.

Cree en ese judío tanto como crees en Di-s.