El ritmo de la vida se ha vuelto cada vez más vertiginoso. Empleamos más y más tiempo tratando de hacer cosas, haciendo que un minuto pueda abarcar más que antes. Pero, por alguna razón, no nos sentimos ni más satisfechos ni realizados. ¿Por qué? Porque la mayoría de las veces las cosas detrás de las que corremos no son las que realmente queremos.
Y, si aquello que persigues no es lo que tú verdaderamente deseas, entonces nunca estarás satisfecho. Siempre te quedarás queriendo más.
En realidad, nunca podrás recibir suficiente de aquello que realmente no deseas.
Te pongo un ejemplo: cuando tienes muchísimas ganas de comer una galletita y comes una, la mayoría de las veces esa necesidad no queda satisfecha. De hecho, comer una sola galletita hace que a veces esas ganas sean aún mayores.
Por el contrario, si deseas comer una manzana roja y jugosa, casi nunca sientes la necesidad de comer otra. La primera manzana te satisface plenamente.
Esto es porque lo que te hace sentir atraído por la manzana es el anhelo por las cosas que en realidad pueden encontrarse en ella. Vitaminas, fibras, azúcares, energía saludable que es precisamente lo que se puede encontrar en abundancia en una fruta fresca y jugosa.
Pero en muchos casos, el anhelo que te hace desear una galletita no puede ser satisfecho por esa galletita. O incluso por más de una.
En una galletita apenas llegarás a encontrar algo de lo que tu cuerpo anhela. De modo que cuando sientas ganas de comer esa galletita, posiblemente no sea simplemente un antojo físico. Lo que posiblemente quieras es un ‘alimento para el alma’; es decir, algo emocional o incluso espiritual. Por ejemplo, podría ser que estés anhelando experimentar dulzura, bondad, placer, sentirse conectado, abundancia, una sensación de seguridad o de consuelo.
Si asocias las galletitas a esos sentimientos, seguirás inclinándote por las galletitas. Pero lamentablemente, no importa cuántas galletitas comas, tu necesidad nunca se verá satisfecha.
En realidad, más que hacerte sentir satisfecho y realizado, la mayoría de las veces que te decides por lo que en realidad no quieres tiene un efecto que es precisamente el opuesto hace que tu necesidad sea aún mayor. Esto es cierto, ya sea que estemos hablando de galletitas, bebida, dinero, ‘chiches’, una casa más grande, o una relación más emocionante.
Es por eso que a veces, quienes disponen de una porción más grande de las cosas que todos anhelamos -como puede ser el dinero, el éxito y la adulación- terminan en las drogas.
Esto es porque el dinero, el éxito y la adulación no son lo que realmente anhelan. Lo que verdaderamente quieren es felicidad, orgullo, amor, sentirse conectados, propósito, belleza, realización y estima, que ellos asocian con estas cosas.
La fama y la fortuna no tienen nada de malo -como tampoco las galletitas son algo negativo- siempre que no busques en ellas la manera de satisfacer la necesidad que puedes sentir por otras cosas.
Anhelos y adicciones
En realidad, lo anterior puede ser tomado como una definición de adicción, el anhelo muy profundo por algo que simplemente no puede satisfacerlo.
Cuando tu anhelo por algo es sano, acceder a ese deseo no solamente te va a satisfacer, sino que te va a permitir estar más presente en tu propia vida. Disfrutar de una buena mesa, una velada a orillas del mar, una relación apasionada con otra persona o un vaso de buen vino pueden enriquecer tu sensación de alegría y de estar vivo.
Pero cuando tu anhelo no es sano o es adictivo, se da lo opuesto. En lugar de hacerte disfrutar el presente, acceder a ese deseo solamente logrará embotarte y perturbarte.
Y cuando no puedes satisfacer el anhelo -si por ejemplo no alcanzas el nivel de éxito material que crees necesitar- esto también te hará sentir desilusionado y frustrado.
Satisfacción Plena
Imagínate llevar una vida en la que todo aquello que anhelas, todo lo que haces, te da satisfacción plena, haciéndote sentir vigente, con vida, satisfecho y realizado. ¿Qué podría ser más deseable?
El truco para saber qué es lo que se requiere a fin de lograr la satisfacción total es saber exactamente dónde está esa satisfacción. O, en otras palabras, debes saber qué es lo que realmente deseas. Íntimamente, en el centro mismo de quien eres.
¿Quieres tranquilidad? Si la buscas en una galletita, en un auto nuevo o en mayor éxito material, posiblemente no la vayas a encontrar.
¿Eso quiere decir que no deberías esforzarte por alcanzar y disfrutar de esas cosas? De ninguna manera. Solamente significa que no tendrías que tratar de satisfacer ese anhelo tan profundo por alcanzar la tranquilidad de espíritu en una automotora. Ahí solamente venden autos.
Para encontrar tranquilidad de espíritu deberías ir a otro lado.
Esto es lo que tendrías que hacer:
En primer lugar deberías interrumpir lo que estás haciendo en este preciso momento y preguntarte por qué es que lo estás haciendo.
Pregúntate a ti mismo qué es lo que, en tu fuero íntimo, realmente deseas. ¿Qué es aquello que, al final del día, te hará sentir orgulloso y te dará una satisfacción auténtica y duradera? ¿Qué es lo que estás postergando hasta haber llegado a la meta que te has propuesto? Y, no menos importante ¿qué persona especial está esperando que le brindes tu tiempo, tu sonrisa y tu oído atento?
No sigas esperando a que llegue el final del día. Ahora mismo, en este minuto, puedes hacer algo para que haya auténtica alegría, satisfacción y significado en tu vida o en la de alguien a quien amas. Para satisfacer ese profundo anhelo de tu alma, todo lo que tienes que hacer es reconocer la oportunidad, por el tesoro que ella encierra.
Es allí que se encuentra la verdadera riqueza.
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