(Traducción libre)

Me escribe que, como judío de treinta y ocho años, le han surgido dudas con respecto a si seguir, o no, siendo judío. Las razones que da para considerar la idea de renunciar al judaísmo son, por decirlo de alguna manera, irrelevantes.

Empecemos por decir que usted no puede medir su judaísmo por la edad personal ya que, además de sus treinta y ocho años, sus raíces se extienden a todas las generaciones de su ascendencia judía, y usted es un eslabón en esa cadena de innumerables generaciones, tanto pasadas como futuras.

De hecho, es generalmente reconocido, incluso por quienes no sienten una especial afinidad por la religión, que la herencia es un factor importante que afecta la propia esencia de una persona.

La razón que usted menciona como la causante de su desilusión con el judaísmo (que ciertas personas, o grupos, o sociedades judías, aparentemente o en la realidad, no observan los principios del judaísmo) no es un fundamento sostenible, ya que la obligación y el privilegio que el judío tiene de vivir una vida judía surgen del hecho de que esta forma de vida ha sido ordenada por mandato divino, para todos y cada uno de los judíos y no que algunos otros judíos vivan o no de manera judía. La conducta de los demás no puede, de manera alguna, justificar ni por un momento que se le haya ocurrido la idea de rechazar toda su herencia de innumerables generaciones, y con ello su realización personal, con todo lo que esto significa para usted mismo, sus descendientes, su entorno, etc.

En cuanto a qué es el judaísmo auténtico y qué son la Torá y las mitzvot, existe una amplísima literatura escrita por grandes luminarias judías, grandes no solo en su conocimiento del judaísmo, sino también en las disciplinas de la filosofía y las ciencias exactas. Muchos de estos clásicos también han sido traducidos al inglés. Poco se les puede agregar, ya que abarcan toda clase de interrogantes y dudas que hayan alguna vez inquietado a los no iniciados y a los escépticos.

Con todo respeto, la única explicación que puedo encontrar a su carta es la que se desprende de su propio relato, o sea, que mientras dedicó seis años a viajar por el mundo enseñando en varias universidades y, aparentemente, estudiando otras religiones, no menciona cuántos años le dedicó al estudio de la Torá, el Talmud y sus comentarios, y a los textos clásicos sobre filosofía judía de autores que dedicaron sus vidas al estudio y a la práctica del judaísmo.

Como más vale tarde que nunca, el propósito del párrafo anterior no es criticar lo que sucedió, sino sugerirle, esperanzada y confiadamente, que consagre al estudio en profundidad del judaísmo, por lo menos, la misma cantidad de años que le ha dedicado a otras religiones y ciencias, y estudiarlo guiado por maestros quienes, a su vez, vuelcan las enseñanzas y prácticas de un judaísmo vivo en sus conductas y vidas personales cotidianas. Si logra llevarlo a cabo sin prejuicios ni preconceptos -que es, después de todo, el único enfoque y método verdaderamente científico- seguramente se disiparán todas sus dudas sobre el judaísmo y su lugar en él. En el análisis final, es una cuestión de voluntad y perseverancia personales. Como afirman nuestros sabios: “nada se interpone en el camino de la voluntad”.

Con bendición,

M. Schneerson